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Mujeres rurales de Suchitoto: Eloísa Velásquez y su rebelde lucha por la agroecología

Eloísa es una ingeniera agrónoma de la comunidad Haciendita II, de Suchitoto. Con su trabajo aporta al empoderamiento y autonomía económica de las mujeres rurales del municipio. Además, está luchando por lograr una agricultura sostenible a través de buenas prácticas agrícolas. Su compromiso es cuidar que la alimentación sea sana para las familias, pero también aporta al cuido del medio ambiente orientando a las mujeres para que cultiven sus alimentos sin usar agrotóxicos.

Ana Eloísa Velásquez tiene 28 años. Le gusta la lectura, escuchar música y el inglés. Es creativa y está luchando por cumplir todos sus sueños. Estudió hasta 6° grado en la escuela de su comunidad, tercer ciclo y bachillerato lo cursó en el Complejo Educativo Los Almendros. Estudió Ingeniería Agronómica en la Universidad de El Salvador. Hace 3 meses se graduó como profesional.

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Sus días de infancia los recuerda con cariño, dice que salía a jugar con sus amigas: “jugábamos a ser cocineras, éramos bien imaginativas”, menciona. De pequeña soñaba con ser secretaria. “Me acuerdo que deseaba casarme porque era la construcción del fin único de una mujer, por lo mismo de la educación que a una le dan, pero después me metí más a estudiar”.

Estudiar agronomía fue su primera opción, “me di cuenta que es una carrera de mucha importancia, conocer los procesos de los cultivos y la producción animal”. Pero en el camino se encontró con muchas dificultades: “cuando comencé a estudiar me decían que esa carrera era solo para hombres. Una vez, mis compañeros me dijeron que no me querían en su grupo porque era mujer y que mejor buscara otro grupo de estudiantes”, aun con todos los inconvenientes logró titularse y cumplir el primero de sus sueños.

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“Las ingenieras agrónomas tenemos conocimiento en cultivos, pero los que se priorizan comercialmente son el maíz, frijol, todo lo que tenga valor económico, tanto como especies animales, bovinos, porcinos, pollos, todo lo que pueda generar ingresos. Trabajamos dando asesoría técnica, viendo de qué manera se puede mejorar para tener las mejores herramientas”, agrega.

Eloísa, a diferencia de otros agrónomos, decidió estar del lado de las transformaciones en la agricultura y manifiesta querer contribuir en el cuido y protección de los suelos donde se cultiva, “no quiero trabajar solo en el aumento de producción sino que también buscar una relación con el medio ambiente y mantener un equilibrio. Yo me he dado cuenta que lo convencional no es la única práctica que existe”.

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Actualmente, Eloísa, trabaja en la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local, es la encargada de formar y dar seguimiento a las productoras de Suchitoto. Da asesoría técnica, recomendaciones sobre buenas prácticas agrícolas y, algo muy importante, motiva a las mujeres para que sigan cultivando de manera agroecológica. La agrónoma dice que es importante que las mujeres se sientan acompañadas durante los procesos.

“Estoy trabajando con 150 productoras, 120 están en seguimiento y 30 son las que estoy capacitando. Queremos poner un santuario de semillas, que las mujeres tengan autonomía económica, empoderarlas junto a otras compañeras que también ven los bancos comunales, alimentación sana, que también guarda relación”.

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Para Eloísa es importante la organización comunitaria de las mujeres, “en el área rural, la mayoría no tienen estudio, son ama de casas, entonces, hay que enseñarles a ellas que su trabajo es muy importante pero que también estén organizadas porque de esa manera pueden lograr cosas. A veces las mujeres se ven absorbidas por las tareas del hogar”.

La joven, ha logrado conectar con el trabajo comunitario. Le gusta trabajar con mujeres porque: “compartimos experiencias, a veces dan recetas, plantas medicinales, aprendo y a la vez comparto con ellas, es algo que me ha gustado y me ayuda para mi crecimiento personal”.

La falta de oportunidades es un desafío para las mujeres rurales, especialmente para las jóvenes. “Yo me pongo de ejemplo, a pesar de que tengo mis estudios, me ha costado. Antes de tener un trabajo estable, había buscado en otros lugares y siempre me decían que no por ser mujer. A las agrónomas nos tienen por débiles y mejor contratan a hombres. En la sociedad es así, a las mujeres siempre nos ponen obstáculos”.

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La baja escolaridad es un fenómeno en las comunidades del municipio, sobre todo para las mujeres que, desde temprana edad, deben asumir las labores domésticas y de cuidados en el hogar. Esto dificulta que tengan acceso a empleos y sueldos que les ayuden a mejorar su calidad y condiciones de vida. La mayoría de mujeres de la zona rural dependen económicamente de su compañero de vida. Para agravar la situación económica, las familias solo ven ingresos al final de la cosecha, lo que agudiza el resto del año la precariedad.

Una alternativa para disminuir el impacto en la economía es: que las familias tengan sus huertos caseros. Las mujeres beneficiadas han mejorado su alimentación y economía gracias al acompañamiento que la Colectiva Feminista da en las comunidades del municipio. “Las organizaciones de mujeres aportan grandemente a Suchitoto”, finaliza Eloísa.

Por Carolina Mena.

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