Suchitoto, Gaceta noticias -El Slavador-

¿Qué celebramos, el triunfo de la hegemonía o el fin de la democracia?

 

En el trasfondo de las pasadas y graves irregularidades de las elecciones y los aplastantes resultados que miles de salvadoreños celebran producto del escrutinio final de votos, es muy pertinente preguntarse: ¿qué estamos realmente celebrando? ¿El triunfo de la hegemonía política o el declive silencioso de la democracia?

 

El escrutinio final de votos, -que debería ser un momento de reflexión sobre el ejercicio democrático y el poder del pueblo-, se ha convertido en una exhibición de matonería y fuerza partidista, donde la victoria se celebra como un acto de supremacía sobre la voluntad colectiva, sin entender y profundizar en las implicaciones en la construcción y fortalecimiento de procesos democráticos. Sin embargo, es urgente y esencial cuestionar la naturaleza de estas celebraciones y el mensaje que envían a la sociedad en su conjunto.

 

Con todo el control sobre el aparato gubernamental y una campaña desigual amparada en la burda cultura del miedo, es comprensible el triunfo del oficialismo en el poder. Después de todo, la necesidad de un líder a llevado a miles a depositar la confianza en una persona que, para sustentar su poder, pidió votar ciegamente por una letra y un color que dieron como resultado 54 personas que indudablemente garantizarán su poderío, pero nadie sabe con certeza si los intereses de la población. Sin embargo, ¿qué sucede cuando estas celebraciones trascienden la mera alegría por la victoria y se convierten en una demostración de prepotencia y dominio sobre aquellos que no comparten las mismas ideas?

 

La democracia no solo se trata de ganar elecciones, y pulverizar opositores, sino también de garantizar la inclusión, tolerancia y el respeto por las opiniones divergentes. Las celebraciones excesivas y despectivas con matonería hacia los oponentes políticos no solo socavan la unidad nacional, sino que también socaban los cimientos mismos de la democracia. La peligrosidad de un discurso donde se celebra la pulverización de los opositores y contrarios, es un discurso hacia la intolerancia y la hegemonía del poder absoluto de una persona amparada en el apoyo de menos de la mitad de la población que gobierna.

 

La democracia se trata de garantizar un sistema político en el que se respeten los derechos y las libertades de todos los ciudadanos, donde haya un equilibrio de poderes y se fomente la participación ciudadana activa.

 

Lejos de celebrar con ceguedad la victoria de manera efusiva, deberíamos reflexionar sobre el estado de nuestra débil democracia y cómo poder fortalecerla. Evitar a toda costa la repetición del discurso malicioso del poder, que busca eliminar la oposición para enquistarse en el poder absoluto, a costa de seguidores que aplauden sin cuestionar sus intenciones profundas. Esto implica fomentar un diálogo constructivo entre las comunidades sobre política y democracia, promover la participación ciudadana y garantizar que todas las voces sean escuchadas y respetadas, independientemente de su afiliación o color político.

 

En el seno de las comunidades es urgente evitar caer en el discurso divisionista del odio, de contrarios y opositores. La sensación de triunfo de un poder es un acto de euforia pasajera que, se acabará para usted tan pronto como cuando su hijo/a sea un error del regimen de excepción, o tenga que salir a trabajar y no le alcance para comer y resolver los problemas reales de su comunidad

 

Mas que una celebración de los resultados del escrutinio final de votos, debería ser un punto de reflexión introspectiva sobre el urgente compromiso con los principios democráticos y el reconocimiento de que la diversidad de opiniones es esencial para el funcionamiento saludable de una sociedad pluralista. No se trata de callar o eliminar a contrarios. En última instancia, debemos preguntarnos si estamos celebrando el triunfo de la hegemonía política y el poder absoluto en una sola persona o si estamos celebrando el fin del mantenimiento y fortalecimiento de la democracia como un sistema que realmente representa y sirve a todos los ciudadanos. La respuesta a esta pregunta debe hacernos reflexionar frente a los nuevos comicios de elecciones municipales para este proximo domingo 3 de marzo, donde se determinará el rumbo de nuestras comunidades y territorios para los años venideros.

 

Cuando el poder se concentra en manos de un solo partido o líder, se corre el enorme riesgo de erosionar los principios fundamentales de la democracia, como la alternancia en el poder, el respeto a las minorías, la transparencia y la rendición de cuentas. La euforia desmedida por la victoria electoral ciega a la población de los abusos de poder o prácticas antidemocráticas que van socavando la integridad del sistema político.

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