«Resaltar la narrativa de la subalternidad debe ser la misión de los intelectuales».
Las problemáticas locales en Latinoamérica han sido evadidas siempre. En El Salvador, pareciera que la academia y los intelectuales (no todos por supuesto) están dormidos o financiados para invisibilizar el drama humano que viven los sectores productivos informales (vendedores ambulantes, las tortillerías, las pupuserías, los pescadores, entre otros más), cuyos ingresos son de dos o cuatro dólares, por testimonio mismo de ellos ante aquellos que realizan periodismo del, para y por el pueblo.
Ahora bien, al detallar la situación de compra y venta de los pescadores, tenemos que la docena de pescados es comprada a cinco o seis dólares. Los comerciantes locales venden una docena de pescados a precio de diez o doce dólares, usufructuando el 80 o hasta el 100 % de ganancias por cada docena.
Así, ante un panorama tan deprimente y de subsistencia por sobrevivir, la gran pregunta es ¿dónde está el gobierno local? ¿Qué hacen las instituciones como el Ministerio de Trabajo por velar el cumplimiento del código laboral? ¿Cuál es el rol del Ministerio de Agricultura y Ganadería?
El sector pesquero en Suchitoto, al igual que otros rubros informales productivos, se encuentran en una fragmentación social tan profunda provocada por el aparataje comunicacional al servicio de la dominación. ¿Cómo se explica esto? La capacidad de reflexión, planeamiento estratégico, acciones inteligentes y la contemplación de una vida diferente se han esfumado por las creencias y actitudes instaladas sutilmente con relación a que los partidos políticos, los gobiernos locales e instituciones estatales sean los que resuelvan las problemáticas de sus vidas.
Dicho en otras palabras, la ciudadanía tiene una visión presidencialista generada por la misma industria mediática que aniquila las ganas de la gente de luchar por ser dueños de su destino y aptos para cambiar sus condiciones de subsistencia. Estos problemas no han surgido en esta coyuntura actual, porque un análisis de ese calibre sería parcializado, deshonesto, subjetivo, descontextualizado, carente de rigurosidad y evidentemente al servicio de un sector que cancela emolumentos a comerciantes del pensamiento, plumas pagadas o poetas del alpiste, como los llamaba en su tiempo el célebre escritor Oswaldo Escobar Velado en su Patria Exacta.
Así mismo, tengo unas palabras muy específicas para la Cooperativa Pesquera, CENDEPESCA y MAG: Ustedes están realizando un papel tibio, estéril, consentidor ante la explotación económica que ese monopolio de comerciantes que desangran a nuestra gente trabajadora que busca únicamente subsistir. ¿A qué obedece la pasividad de estos entes? El tiempo va expresando sabiamente del lado de quien se encuentran y la historia inmortaliza las acciones absolviendo o condenando a los servidores públicos.
A nuestro sector pesquero: nunca se rindan. Ustedes necesitan clarificar su situación. Vivir la miseria no es suficiente, manifestar sus crudas experiencias serían unos mecanismos de expiación. Vivir las cosas no es sinónimo de entenderlas. Hay que definir muchas condiciones. Quiénes son nuestros amigos y quiénes los trasquiladores. Entender que solo la lucha la realizan los que sufren crudamente esa realidad. Las clases sociales de un mismo sufrimiento y sentir deben empatizarse, visualizarse como un ejército cuyas armas no son los fusiles, sino su conciencia y convicción de que pueden edificar una vida distinta, que su fuerza motriz no sean el odio clasista, más sí el conocimiento de sus derechos económicos y sociales reconocidos en los tratados internacionales, nuestra constitución, la PDDH, el código de trabajo y las carteras estatales (MAG y CENDEPESCA). Algunos dirán al analizar sesgadamente la realidad: Este ciudadano cita esto sin saber que no existe una legislación al respecto, o no fue operacionalizada por las legislaturas o gobernanzas anteriores Pues las facturas ya fueron pasadas y liquidadas.
Ahora, la nueva legislatura tiene una aritmética inmejorable para favorecer a este rubro, así como a todos los rubros informales, abandonados y desprotegidos cuya cobija es el ardiente sol, su comida, 3 hojitas y un café de veinticinco centavos, las vitaminas, el café listo mezclado con la popular salvacola y la supertiamina para aguantar el desgastante desvelo por las noches donde duermen con un ojo cerrado y otro abierto para evitar el acecho de un reptil, un accidente fortuito por la vulnerabilidad en la que ejercen su quehacer o la mano de gente inescrupulosa con sed de venganza propia o ajena. Estos elementos, sin exagerar, constituyen el vaivén o tren de vida de los pescadores en Suchitoto. Por contraparte, el monopolio de comerciantes realizando un negocio redondo, que, aunque descuenten las utilidades de hielo, luz y preparación del pescado, les queda un porcentaje alto de ganancia. Todos estos aspectos los pueden corroborar fácilmente, entrevistando anónimamente a un pescador, porque jamás accederán a ser entrevistados y grabados por evitar represalias que los excluya para vender su pescado todos los días.
Por eso pescadores de Suchitoto, marea adentro en su lucha por precios justos a su producto; las posibilidades de mejorar sus vidas pasan por unificarse como bloque, cuyo pensamiento o ideología pueden ser diferentes, pero con una realidad tan común y difícil, que ya los clichés académicos, los extremos políticos doctrinales suenan a una música de sofismas o manipulaciones que ya conocemos. No se dejen confundir, porque la esperanza de los excluidos radica en su capacidad de articular esfuerzos inteligentes para confrontar a los que ignoran el elocuente silencio de los pescadores y la producción informal en nuestro municipio. Mi objetivo al escribir esto: dar voz a esos sujetos sociales, ser la metonimia de un conglomerado amplio, visto por los mismos conciudadanos en algunas ocasiones, con desprecio o indiferencia. Por estas razones y más, tengo la obligación ética de narrar la complejidad del mundo, como lo expresase el patriarca de las letras rusas León Tolstoi.
Créditos de las fotografías: Prof. Edwyn Guzmán
Por Rigoberto Santos Molina. Licenciado en Letras, graduado de la Universidad de El Salvador.
