El sol intenso de invierno se alza sobre el horizonte, sí el de invierno, parece que ya no hay invierno, pintando el cielo de tonos dorados y reflejándose en la superficie del Lago Suchitlán, un lago artificial envuelto de tranquilidad en medio del ajetreo urbano. Sin embargo, detrás de esa belleza aparente se ocultan problemas crecientes que amenaza la vida de este cuerpo de agua: la contaminación, la basura y el plástico como tal.
El Lago Suchitlán una vez un símbolo de orgullo para la población, ha sido víctima de años de negligencia y falta de conciencia ambiental. Las aguas que alguna vez fueron limpias que y albergaban una abundante vida acuática ahora están turbias y plagadas de residuos. Botellas de plástico, zapatos, botes de pesticidas, envoltorios, flotan en la superficie, mientras bolsas de basura y otros desechos se acumulan en las orillas.
La contaminación no solo afecta la estética del lago, sino que también tiene graves consecuencias para la vida silvestre y la salud humana. Zancudos radioactivos causan enfermedades, mosquitos hostigues, peces y aves migratorias han desaparecido gradualmente debido a la degradación del ecosistema, otros como el “pato cuche” ha invadido, el turismo ecológico ahora evita acercarse al agua por temor a la contaminación. O si la buscan es solo en paseo en lanchas “Ni loco me meto a nadar” dicen los turistas privilegiados, mientras qué para los habitantes de la isla y sus alrededores es casi una obligación.
A pesar de las advertencias de expertos ambientales y las llamadas de activistas, la indiferencia parece prevalecer entre las autoridades y la población. Se han propuesto proyectos de limpieza y restauración del lago, pero las acciones concretas se han visto claramente obstaculizadas por la burocracia y la falta de voluntad política.
La crítica ante la contaminación del lago es cada vez más aguda, y voces se alzan exigiendo un cambio inmediato, un alivio al lago, Y sí, puede sonar trillado seguir hablando del lago con nostalgia pasadera, pero es necesario encaminar acciones que ayuden a curarlo por esas tantas historias.
Los ciudadanos preocupados se han unido en ciertas ocasiones en grupos de conservación para limpiar las orillas y concienciar a la población sobre la importancia de protegerlo, pero sabemos que esas limpias son la punta del iceberg de una acumulación desproporcionadamente desastrosa de plástico y basura que con una jornada y por arte de magia no desaparecerá.
Las redes sociales han desempeñado un papel importante, ya que imágenes impactantes de la contaminación del lago se han viralizado, capturando la atención de personas de todo el país. Pero como mayoría de influencer´s solo están detrás del número de like´s, sin denuncia clara. Estas imágenes impactantes del lago convertido en un “campo de futbol” lleno de lirio de agua, o conocida también como ninfa, se ha vuelto tendencia, generando un mal sabor de boca que busca presionar a las autoridades a tomar medidas más efectivas.
Es necesario que las autoridades locales y centrales se tomen en serio esta problemática, ya que no solo afecta a Suchitoto cómo tal, sino a todo El Salvador, es necesario declarar una emergencia en el lago para buscar políticas que gestionen la intervención para sanearlo. La batalla está lejos de estar ganada, y se requiere una colaboración sostenida entre ciudadanos, organizaciones ambientales y el gobierno para lograr un cambio significativo.
El Lago Suchitlan una vez un símbolo de esperanza y vida, debatible claro, puede convertirse en un caso emblemático de cómo la indiferencia ante la contaminación puede destruir un ecosistema y afectar a una comunidad entera. La crítica persiste, y solo con una acción conjunta y decidida podremos recuperar la salud de este lago y restaurar su brillo, demostrando que es posible revertir los efectos de la contaminación y proteger nuestros recursos para las futuras generaciones. Esto es un tanto romántico, pues sabemos que si no hay un compromiso de todos los municipios involucrados es imposible.
