La historia de Suchitoto está marcada por capítulos que no deben desvanecerse en el tiempo, pero que, lamentablemente, hoy se ven amenazados y corren el riesgo de perderse en el olvido o ser minimizados en su importancia por un discurso de desprecio por la memoria histórica del país. Los años de guerra y la firma de los Acuerdos de Paz representan hitos cruciales en la historia de El Salvador y de esta ciudad en particular, cuya memoria -en las presentes condiciones- es vital para comprender el presente y construir un futuro de paz y reconciliación.

Recordar los años de guerra es enfrentarse a momentos oscuros que marcaron profundamente a la sociedad. Suchitoto fue testigo de sufrimientos, pérdidas y luchas que no pueden ni deben ser olvidadas. La preservación de la memoria histórica es un acto de justicia hacia las víctimas, sus familias y un compromiso con las generaciones venideras para que no se repitan los errores del pasado.

Olvidar, borrar o minimizar la importancia de esos años de conflicto y la firma de los Acuerdos de Paz, sería un acto de ignorancia e irrespeto a la memoria histórica del país y un despojo de nuestra identidad colectiva. Estos eventos dolorosos, aunque difíciles de recordar, son parte ineludible de nuestra historia y son los que moldearon la realidad que vivimos hoy.

Los monumentos, espacios y testimonios de los años de guerra en Suchitoto no deben ser vistos como simples recuerdos del pasado, sino como símbolos y lecciones que nos invitan a reflexionar sobre la fragilidad de la paz y la importancia de la convivencia pacífica. Olvidar o minimizar estos acontecimientos históricos es abrir la puerta a la repetición de los errores que desencadenaron aquellos años de dolor y sufrimiento.

Dejar que un discurso oficialista nos haga avergonzarnos o minimizar la importancia de esos años oscuros sería también ignorar el sacrificio y la lucha de quienes perdieron sus vidas, de quienes sobrevivieron a la barbarie y de quienes se alzaron en búsqueda de un futuro mejor para la nación. Sería dar la espalda a la verdad, a la justicia y a la reconciliación que tanto se necesita para sanar las heridas aún abiertas.

La memoria histórica es un faro que ilumina el camino hacia una sociedad más justa y pacífica. Recordar es un acto de resistencia contra el olvido, es una afirmación de nuestra identidad y una garantía de que, si tenemos presentes las lecciones, los errores del pasado no se repitan hoy ni en el futuro.

Los lugares, monumentos y testimonios de aquellos años turbulentos deben ser preservados como símbolos de nuestra memoria colectiva. Son sitios de reflexión, de enseñanza y de homenaje a quienes han contribuido a la construcción de una sociedad más democrática y tolerante. Los monumentos no deben ser juzgados por su belleza o arquitectura, sino por su representación y simbolismo al ser erigidos para la memoria.

Los años de guerra en Suchitoto no deben ser vistos como simples recuerdos del pasado, sino como símbolos y lecciones que nos invitan a reflexionar sobre la fragilidad de la paz y la importancia de la convivencia pacífica. Olvidar o minimizar estos acontecimientos históricos es abrir la puerta a la repetición de los errores que desencadenaron aquellos años de dolor y sufrimiento.

Los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, representan la culminación de un proceso doloroso pero necesario para la reconciliación del país. No son un símbolo a la perfección, sino al anhelo por la reconciliación.  Suchitoto, fue un escenario simbólico de estos acontecimientos, y pese al discurso de desprecio por la memoria histórica, el municipio debe mantener viva la memoria de aquel hito que trajo esperanza de un futuro más justo y pacífico para todas y todos.

Mantener viva la memoria histórica resulta cada vez más difícil ante personajes “cool” que desprecian su importancia e intentan minimizarla entre las nuevas generaciones que se deslumbran con lucecitas led y viven realidades virtuales. Los pueblos sin memoria, con amnesia e inconciencia colectiva del pasado, son pueblos fértiles para cometer los mismos errores sin advertir sus consecuencias.

Es aquí donde radica el peligro de minimizar o borrar estos momentos de la historia: en la posibilidad de perder lecciones valiosas. La memoria histórica es un activo que nos ayuda a comprender las raíces de los conflictos y a construir sociedades más resilientes y unidas. Es un recordatorio de que la paz es frágil y requiere esfuerzos continuos para ser preservada.

Ignorar, minimizar o borrar estos episodios de la historia de Suchitoto sería un acto de negligencia y un desprecio hacia aquellos que sufrieron y lucharon por un futuro mejor. Es momento de recordar, honrar y aprender de la historia para construir un futuro de paz, justicia y convivencia en Suchitoto y en todo El Salvador.

Suchitoto tiene en sus manos el legado de una historia marcada por la adversidad y la superación. Es nuestro deber, como ciudadanos y guardianes de la memoria, proteger y preservar esos fragmentos que nos hacen ser quienes somos. Sus páginas están llenas de días oscuros, de aciertos y desaciertos, de barbaries y lecciones. La memoria histórica es nuestra brújula moral, y perderla sería extraviarnos en el camino hacia un futuro de progreso y convivencia pacífica.