Suchitoto, Gaceta noticias -El Slavador-

El lado natural de las palabras y la distancia

A un año del coronavirus, sigo tratando de entender las dimensiones de esta pandemia, sigo reflexionando sobre los espacios y los encuentros que nos arrebató la cuarentena obligatoria, las clases en línea y el tiempo libre encerrado en casa, la creatividad que permitió el ocio. Veo a mi alrededor, al mundo, sumergido en una larga crisis humana y sanitaria. 

Durante este tiempo de aislamiento y distancias he podido escribir versos bajo las noches estrelladas y silenciosas del pueblo fantasmagórico de Suchitoto. El apagón cultural, me dejó ver las veraneras encendidas, las calles libres sin la contaminación visual de las largas colas de carros, el campo enarbolando familia. Es que si bien es cierto no estamos en la gloria tampoco estamos en el fango absoluto, tenemos días apacibles y entrañables llenos de dudas, paz y calma.

El virus aún ronda nuestras vidas, pero también ronda ese sentido de disfrutar con amigos, de disfrutar la misma efímera vida, de disfrutar las pequeñas cosas que nos regala un pueblo tan caluroso, las historias andantes, las historias de luchas que siguen haciendo eco en nuestros círculos.  

El pasado 21 de marzo fue el día internacional de la poesía, la poesía que siempre nos acompaña, aunque para muchas personas puede ser indiferente o alejado de su mundo habitual, ya sea por trabajo, obligaciones mayores, desgaste o estrés. 

Sin embargo, nunca es tarde para acercarse a ella, animarse a escribir, detallar los eventos de sus días, o simplemente como tributo a la naturaleza, momentos de reflexión, carta a personas queridas, bitácora del día, toda escritura se vuelve significativa si lo es para nosotros. 

De mis días de cuarentena y distanciamiento por la pandemia, les comparto algunos escritos, para comprender que algo de natural hay en las palabras y que a pesar de todo algo de poesía nos sobrevive en las venas.

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Lluvia lluvia

Soy la luna, soy el sol, soy el invierno y el calor, soy el oro, soy la plata, soy la primavera que se destapa, vuela y canta. Vivo en arrullos, vivo en pesebres. Vivo en Suchitoto entre melódicas campanas que anuncian cada hora. Tejados anaranjados, calles empedradas, árboles amigos. Las flores adornan los días buenos y los días malos. Mientras una mascarada del sol me sonríe a lo lejos.

Jícamas

Las chelitas jícamas están servidas llenitas de limón, sal y alguashte. En la casa toda una sincronía de olores se mueve. Soy el saltamontes más joven de mi jardín. Un relajado niñito con pelo de peluche. Soy al que más quieren en los charcos de las ranas, brillosas de felicidad las abejas comparten conmigo su enredada miel como néctar de la vida.

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Vida sana recuerdos sanos

Cuenta los días la Chilita, abraza el tiempo del recuentro con sus almohadas suaves, los días serenos y dormidos con su familia, el olor a campanales blancos,

Extraño la flor de izote con huevos, los tomates gallinas, las brisas de agosto, los paisajes morados de la montaña cercana, las lluvias torrenciales frente a la fogata, los cuentos vividos de la Finita, el palo de tamarindo en el pasaje, los bichos secos y caretos del pasaje de las flores, los suspiros de los perros dormidos en la milpa de enfrente. El fuego sabe, que en medio del recuerdo los días de ciudad son oscuros, rudos y vacíos. 

El cemento caliente mis pies, me canso de comer en la palma de mis manos la comida enlatada que curte mis días largos y somnolientos. 

Cipotada, barriada, juguetona, calles floridas topaditas de azucenas, matorrales de niños y niñas jugando como almas libres, libres vidas de químicos, invadido el corazón con pastel de chocolate y charamuscas de nances, choco sandía, choco bananos, paletas de coco, semita alta, pan con gallina. 

Qué bonita infancia, que poesía de días me guardo en el corazón, época experimental, época de sencillez, época de plena confianza para aprender.

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         Tobogán de hojas

Se tira de pique Roberto por la hojarasca de mangos, pepetos, marañones e hicacos. Se ha creado su propio tobogán va a saltar al pasaje uno, las gemelas morenas le hacen barra, sueltan risadas de las ocurrencias de su amigo. Les gusta el chilate y los nuégados de yuca, son bailarinas y están pelonas. Corriendito sube al palo de tepemisque que llega al sol, se abraza la mirada con la luz mañanera. Los días pasan serenos, llenos de lunas llenas, de chaparrazos, de calor, me hacen cosquillas en los pies, mi bayunco tío nos asusta con grandes pedos en la noche, la hamaca parece romperse.

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El amor es

El amor es caminar descalzo, el amor es saludar a las ranas, el amor es saludar a Dios, el amor es besar flores, el amor es saltar, comer y bailar. El amor es poder nadar, el amor es mamá, el amor son los abrazos inesperados de los perros, darle la mano a tu héroe, el amor es compartir, el amor es dar, cuando se da no se espera recibir ese es el amor, oler todas las hierbas aromáticas y frutos locales. El amor es familia, el amor es la independencia de los gatos, de los pájaros, del agua. El amor es el aroma de la quesadilla calientita, del pan de leche de la niña Reinita, la semita de Erick, los pescados fritos, los pescados vivos, los árboles grandes y antiguos, el amor es ser niño, joven, adulto, viejo, anciano, el amor es dormir cuando duermo siento amor y es verdadero amo.

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   Los apestosos chuchos aguacateros

Van de arriba para abajo los tres chuchos aguacateros. Olfatean, buscan desesperados las sobras, husmean entre basurales gusanosos. Se pasean en el pasaje con un chillido de tripa constante, les ha dado gastritis de no comer a tiempo, se curan comiendo monte, van por el pan duro de la casa de las flores, las espinas y los cabezales de pescado de la “Sarita” y duermen azotados por la lluvia nocturna. Allá de vez en cuando como milagro reciben caricias de manos compasivas, aprovechan a reproducirse en su tiempo, su cuerpo es un santuario para las moscas. Viven apestosos, maltratados independientes y revoltosos, viven, viven sus largos días amarrados la aventura al azar de la vida.

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          Poema libres.

La atarraya del pescador suchitotense se extiende desde la lancha «Marillita» una delicia de sabor casero rodea el pueblo revientan los plátanos asados «ya están los elotes Cruz» grita la mamita. El humito mañanero del atol abre las puertas, tortolitas cafés están en la víspera, Mayo nos deja bañados de paisajes redondos. Un cachimbazo recio de agua, la casa se vuelve un cuchumbo viejo con muchos hoyos, queda amarillo el ambiente, un efecto sepia recorre los reflejos de los lodazales, zampados en un huevo con el techo exclama el barbón caliche «hasta la Biblia se me mojó» exclama Santa Teresa de las casas hechas mierdas. Aún queda el espinazo de pescado para la sopa hija, las fichitas están a salvo. Comamos, comamos hagámonos gordos aunque hable la gente hagámonos sordos.

Un intenso olor a hierbabuena se siente en los senderos, alborota el apetito, el sonido de los cristalinos pozos hace llegar una sed intranquila.

 Murmuran las plantas, un viento perfumado se levanta, el néctar de la vida nos arrolla. Vivimos en los caminos topados de lorocos, floreados de izote, bañaditos de flores, embriagados con nances curtidos. Pluscuamperfectos colores, resplandecientes árboles aterciopelados, caceroladas de felicidad nos alimentan día a día. Las plumas del torogoz añaden color a los nidos intermitentes, casitas graciosas coloridas, viejas y olorosas de serenidad, cebolla frita por la mañana con frijolitos micos, pedazo de cuajada, curtido con vinagre, tortillas de maíz nuevo y un puñado de chiltepes para afinar.

En la barranquilla dónde nacen las azucenas moradas, dónde los cuadrados paisajes nos hacen sentir vivos, ahí viven los pájaros plateados comen alfombras rojas y amarillas de mangos indios, de clase, mangos cumas y ciruelas. Los pericos verdes y bulliciosos les hacen barra, arman cancioncillas chillantes y luego salen volando al pozo limpio de los milagros.

Las ardillas se tiran vuelos aerodinámicos, pasan todo el día volándole riata al palo de tamarindo. Embriagadas duermen florecidas las rosas. Sabías y antiguas pasan húmedas las señoras piedras, con los talpetates hongueados adornando el misterio.

Me quedo en casa, ordeno ideas ordeno un poco; me deprimo amablemente, disfruto del ambiente lúcido, tierno, comprensivo. El tiempo pasa y de pronto se vuelve violento, hace mi pecho fuerte latir.

El aire blando me traspasa los pulmones, confió ahora más que nunca en el canto virtuoso de mis letras, muchas palabras no sé pueden tocar están muy adentro. Fuerte resplandor me baña de una mísera luz. La realidad descrita en los libros de la calle, viajó sin moverme de aquí jugando en el espacio y respirando la suerte, no todo lo que es malo viene hacernos daño, allí grita y grita el silencio revelando el error. Los huesos se me revientan con el latir de los árboles de ciruelas dulces, el vino indomable, licor jubiloso hace contacto con mi racimo de sueños.

Texto, poemas y fotografías: Gerson Tobar.

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