Suchitoto, Gaceta noticias -El Slavador-

El Covid-19 toca a nuestra puerta

Fue en diciembre y desconozco con exactitud como me contagié, pienso que he seguido protocolos de bio-seguridad; pero obviamente algo falló.

En casa, Gricelda tenía su rutina de hospital: ropa y zapatos para viajar al hospital, ropa para cambiarse en el hospital, equipo de protección (gabachón y más), compramos lentes protectores y guantes. Hicimos una zapatera como la que habíamos usado en Alemania y los zapatos quedan al lado de la puerta luego de la desinfección. Al salir del hospital, ella se cambiaba a su ropa de viaje y se desinfectaba los zapatos al subir al auto. Al llegar a casa se desinfectaba y me desinfectaba, luego se cambiaba su ropa de viaje y tomaba un baño y se vestía con ropa limpia, la ropa de viaje directo a lavado. Yo por mi parte luego de la desinfección, me lavo las manos y anteojos y me cambio de ropa. Se desinfecta todo lo que entra a la casa −desde vegetales en adelante− iniciamos como todos, desinfectando con lejía (zapatos y ropa perecieron), luego con amonio cuaternario (se usa para desinfectar quirófanos), nos ‘casamos’ con el atomizador de alcohol y el alcohol gel.

Una compañera de mi oficina con quien habíamos estado en reunión de trabajo, se reportó enferma y en pocas horas requirió oxígeno, otro compañero la llevó a su casa un sábado y el domingo ya estaba hospitalizada con diagnostico COVID en el nuevo Hospital El Salvador, pienso que ese fue mi nexo de contagio. Esto obligó a buscar pruebas de tamizaje para quienes estuvimos con ella, que, aunque guardando distancias y usando mascarillas, habíamos estado en esa reunión.

Mi prueba se tomó el jueves de la semana siguiente y el resultado fue positivo, recuerdo que era sábado el día que recibí la llamada del Ministerio de Salud, estaba llegando al Cafetalón en Santa Tecla a caminar cuando oímos la llamada con Gricelda. Llamó una doctora para darme el resultado y las indicaciones sobre el aislamiento. Me pareció que el mundo se paró, y en ese momento regresamos a casa, había que iniciar el aislamiento que se prolongaría hasta el 30 de diciembre de 2020.

Hacía años no sentía miedo. Lo he sentido durante los años de la guerra y pienso que estaba preparado para lo peor, la persecución y constante amenaza nos lleva a aceptar que en cualquier momento ya no estaremos y de alguna manera, el miedo lo enfrentamos. Ese día de nuevo sentí miedo. No pienso que estoy aun listo para irme, aún tengo planes de viajar y compartir con mis hijos, planes de vivir en una casa de adobe en un pueblo lejos de la ciudad junto a mi esposa, muchas ideas vinieron a mi mente, muchos recuerdos y anécdotas de diferentes momentos. ¡Había que hacer una revisión de la vida, ¡hay que escribir un testamento y decidir a quién dejamos cuál deuda!   

Ese día de la llamada, durante el camino de regreso a casa hablamos de las implicaciones y los posibles nexos que yo habría generado el fin de semana anterior a mi prueba, y ella a su vez con su Madre y su grupo familiar que incluye sus abuelos maternos, mayores ya y con sus propios problemas de salud.  Llegamos y de inmediato fue buscar los “kits” de medicamentos que habíamos recibido meses atrás. Ese día iniciamos el tratamiento, ya que conviviendo como lo hacemos, Gricelda también estaría contagiada, y vaya, ¡como se había cuidado! Nunca me hizo comentario de lo que ella piensa sobre el contagio que lleve a casa, solo actuó como médico y se dispuso a iniciar un expediente clínico en casa para llevar registro de los signos vitales (temperatura, oxigenación, respiración, tensión arterial, medicamentos, etc.).

Habíamos hecho nuestra parte en lo que fortalecer el sistema inmunológico refiere, desde que inició la emergencia Gricelda lo previó y hemos tomado vitaminas C y D3, Zinc, Magnesio, ya que este es el sistema que debe dar respuesta −como con cualquier otra infección− al coronavirus, y al parecer esto haría una diferencia.

Nosotros somos muy dados a la automedicación, y es importante decir que el uso de anti inflamatorios, el Acetaminofén, la Loratadina, la Ivermectina o la Hidroxicloroquina o los antibióticos como la Azitromicina, NO son parte de una recomendación para el fortalecimiento del sistema inmunológico, y al igual que cualquier otro fármaco NO se deben usar sin indicación médica.

A partir de la llamada inicial, he recibido a diario llamadas de monitoreo para dar seguimiento a mi condición de salud. Asimismo, el Ministerio de Salud, al día siguiente del diagnóstico, hizo entrega del kit de medicamentos a domicilio, lo cual es muy bueno.

El aislamiento

El día lunes siguiente fuimos para un examen de sangre, un “perfil 3 COVID”, y a esperar el resultado para verificar los valores alterados por el virus.  Programamos pruebas COVID para Gricelda y la familia cercana. A esperar resultados.

No es para nada agradable saber que habría sido yo quien pusiera en riesgo a todos. En casa todo cambió, el aislamiento domiciliar tiene las mismas características que uno hospitalario, cumplir con unos requerimientos higiénicos, implica medidas drásticas, empezando por designar una habitación y baño para mi, un basurero exclusivo para los desechos de mi habitación, uso permanente de mascarilla y demás protocolos ya normales (lavado de manos frecuente con jabón), limpieza con desinfectante del sanitario después de cada uso con una dilución de lejía, cambio frecuente de ropa de cama, evitar visitas, tomar alimentos separado de Gricelda.

Estaba absorto pensando cuánto cambia la vida en un momento. Como de pronto todas las cosas pierden importancia y se piensa en nuestros seres queridos. Mi diagnóstico no es cáncer, pero casi, suena a una grave amenaza y no es para menos, muchos amigos han muerto.

Gricelda contactó a una compañera quien es Neumóloga y le consultó. Ella, luego de ver los resultados de nuestros exámenes, dio indicaciones e incluyó un nuevo examen de sangre para seguimiento. Los resultados nos sorprendieron un poco, el valor de la vitamina D3 estaba bajo. Habíamos tomado por meses desde que supimos que había que reforzar el sistema inmunológico, uno de mis exámenes salió muy bajo (glóbulos blancos) y habría que vigilarlo de cerca. Al parecer el encierro de tantos meses y mi trabajo sin salir de la oficina y sin actividad bajo el sol, también pasó factura.      

 El resultado de la prueba COVID de Gricelda y mi familia cercana salieron negativos. Habría sido una carga muy fuerte saber que estaban contagiados, en riesgo, y que yo habría sido el responsable.

Tenemos que aprender a ver a cada persona fuera de nuestro núcleo familiar, como un potencial riesgo de contagio, como una persona que se nos acerca y nos contagiará con el virus, no es agradable pensar así, pero es la realidad.    

Nuestro aniversario y la separación.

La vida es extraña a veces. Ya antes nos habíamos separado, principalmente por sus estudios en el exterior. Habían sido largos meses cuidando bichitos, pero había que hacerlo. Esta vez por la pandemia, y no esperaba estar separado de Gricelda en un momento así importante, ¡celebramos 40 años!, pero estamos separados… Empezamos el aislamiento justo el día de nuestro aniversario de boda, han pasado todos estos días y seguimos separados, durmiendo −literalmente− en camas separadas, las noches son largas y la cama se siente muy grande. Lo acepto de buena gana, es importante asegurar que no la voy a contagiar. Ha sido una bendición que desde mi contagio hasta mi diagnóstico no lo haya hecho.

Soy afortunado hasta donde voy, no tengo síntomas. Pero tengo amigos que han estado comprometidos con la enfermedad y les he oído sus dramáticos relatos de su experiencia, la dificultad para respirar. Pienso que esa dificultad para respirar debe ser cruel, los pulmones no funcionan bien, los alveolos se inflaman y no pueden responder a la necesidad de oxigenar el cuerpo. Con frecuencia se desarrolla la pulmonía. Las personas se debilitan. Miles se recuperan, pero de muy pocos oímos su experiencia, dicen es indescriptible. El agotamiento es tal que no se puede caminar por la falta de oxígeno, y el viaje desde la cama hasta el baño es un largo y cansado desafío.

Hace 5 días finalicé mi aislamiento, y de nuevo me ha permitido ver lo banales que son nuestros afanes, y lo importante que es la vida. Lo he visto de cerca y no me gustaría, para nada, experimentar la hospitalización, menos aún la intubación. Ha habido tiempo para pensar, tiempo para orar y pensar en Dios, tiempo para agradecer por la vida y la importancia que esta tiene, principalmente cuando está en riesgo. Hemos compartido cada quien, desde su mesa, a veces viendo series de TV, otras leyendo, haciendo jardinería o limpieza. Así ha sido nuestra celebración de navidad, nuestro aniversario y será nuestro año nuevo.

El nuevo año será un mejor y esperaría que el próximo ensayo sea un apunte de otro viaje… Estoy asintomático y así espero seguir. 

Por Alejandro Gómez Lara

(5/5 partes).

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