El Salvador es un país de muchas costumbres y tradiciones, un rito que perduró durante mucho tiempo y qué sigue practicándose en algunas zonas originarias y pueblos rurales es el de los «Amarrados» ¿En qué consiste? Según algunos pobladores -en este caso mi abuela- los famosos «amarrados» es una práctica qué se ha realizado durante generaciones en nuestra familia, sus padres la amarraron a ella, ella amarro a sus hijos e hijas nietos y nietas, según ella estos amarres eran de vital importancia, un acto ceremonial y era  para la compostura de los pies, el caminado así cómo para ayudarles a crecer.

«Se colocaban cordones de trapo -rojo preferiblemente-, esto por una parte ayudaba a no quedar cazcorvo y por otra parte protegía a los infantes de malas vibras o personas de mirada fuerte”. La condición para utilizar este amuleto es que el hilo sea de lana natural, con su respectivo ojo de venado y que quien lo ate a tu mano realmente desee lo mejor para la criatura, es por ello mismo que la que se encarga de anudarlo es la propia madre.

Este amarrado se hace prácticamente desde el momento que la partera (matrona) entrega el niño a la madre; primeramente, se le ponía el “fajerito” para qué no se inflara el estómago y que no se les saltara el ombligo y los trapos rojos en la parte posterior de sus rodillas y así se se continuaba durante 40 días.

Mi abuela dice que estos conocimientos y costumbres venían de los ancestros y posteriormente son transmitidos a sus hijas e hijos, y así pasará de generación en generación. Sin embargo, con el tiempo esta práctica se ha ido perdiendo, en parte por las Iglesias protestantes que han influido para reducir esos rituales pues los ven como una especie de brujería o algo pagano. Por otra parte las nuevas generaciones incrédulas a las creencias y tradiciones lo ven como algo anticuado y carente de sentido.

Estas formas de parafernalia en su mayoría iban cargadas de un gran sentido religioso, católico específicamente. Estas deformaciones que tienen que ver con las estructuras óseas son las que muchas veces han causado preguntas entre los forenses, arqueólogos y antropólogos físicos que estudian esas prácticas, el tema de los amarrados también está conectado con el mal de «ojo» que eran principalmente los dos rituales que preparaban al niño o niña para su desarrollo, protección y buena salud durante su crecimiento.

Dentro de estas tradiciones existe otro ritual, qué hace poco he podido observar, el de colgar a los infantes cuando la mollera se les baja y les queda onda, para ello golpean con la palma de la mano los piecitos y posteriormente los “palaguellan” del cielo de la boca para constatar que les ha llegado al puesto, estos rituales poco a poco se van perdiendo y teniendo menos personas que los practican quedándose en rituales y remedios tradicionales de las abuelas.

Por otro lado mi mamá me cuenta sobre otra practica que se ha ido perdiendo, la de colocar “coronas de oro en la dentadura”, podían ser coronas de oro y plata, estás según ella eran estética, moda, y también era una manera de demostrar el estatus. Estos metales se usaban para corregir picaduras, quebraduras o simplemente para proteger los dientes de leche. Una característica es que eran metales extraordinariamente dúctiles  y maleables, por lo que resulta fácil confeccionar prótesis dentales, que además tienen grandes propiedades químicas (no produce alergias), físicas y mecánicas.

¿Conoce usted más datos de estos rituales u otros? Como estudiante de antropología me resulta interesante conocer y compartir más de estas prácticas ancestrales de nuestras abuelas y abuelos y reflexionar sobre ellas, pues llevan consigo una profunda idiosincrasia de los pueblos y personajes. Así que acérquese a las abuelas y compártanos sus experiencias con los rituales que poco a poco se han ido perdiendo en nuestros pueblos.

Por Gerson Tobar