Suchitoto, Gaceta noticias -El Slavador-

La flor del amate. Por Raúl González

 

El árbol de Amate pertenece a la familia de los higos; su estructura es de tronco grueso y deforme, debido a que está formado por innumerables raíces que se entrelazan y enredan unas a otras como cables o lazos enredados, los que  se  esparcen superficial y profundamente en la tierra para darle más fuerza y longevidad; se da en diferentes regiones y variedades; la fruta es un higo de sabor dulce e innumerables semillas, algunas ya florecidas en su interior,  pero que inicia su crecimiento como la mayoría de frutos, a partir de una flor, la cual es muy pequeñísima, casi invisible adherida en los troncos de su frondoso ramaje y es de color blanco de la cual nacen los higos en grandes cantidades.

 

Es muy común encontrarlo en los cementerios, moliendas de caña, los ríos y lugares húmedos, efectuando su crecimiento adherido a rocas y barrancos o abrazando a otros árboles hasta hacerlos morir por la succión de los nutrientes del árbol y con los cuales efectúa su propio crecimiento.

 

De entre todas las plantas y árboles, el Amate es el más misterioso, tenebroso, inescrutable y temido por el hombre; su sabia es muy medicinal y su corteza macerada era usada por civilizaciones antiguas para fabricar papel, para dejar por  escrito sus costumbres, sus  formas de vida y su cultura en sus códices, como testimonio para las generaciones que les seguirían después.

 

Los mitos y  temores que se hacen del Amate se debe a  relatos populares que vienen desde épocas antiguas que  le adjudican tantos misterios, llegándosele a conocer como el Árbol del Diablo, pues es creencia del pueblo que a este árbol nadie le puede ver sus flores,  porque solamente da una flor por año  a las doce de la noche, la cual es recogida por el diablo pues esta flor es la que le proporciona todos los poderes  y le confirma como el amo y señor de las tinieblas.

 

Se dice que si un hombre quiere obtener la flor para tener los mismos poderes del demonio, para lograr su objetivo tiene que estar a tiempo bajo el árbol en el momento en que  suelta la flor. Pero esto no es todo; ahí mismo también estará el diablo, con quien deberá pelear para ganarse ese derecho; si el diablo gana la pelea, se lleva el alma de ese hombre para el infierno y deja deambulando por los pueblos y caminos únicamente el cuerpo sin control mental, actuando totalmente como un loco; pero si el hombre gana, tendrá mucho poder y suerte con las mujeres y con el dinero y podrá hacer lo que quiera sin correr ningún peligro.

 

La leyenda dice que nadie puede ver la flor del Amate y que solo los ciegos y los mudos dan fe de que el árbol da flores.

 

El que escribe este relato, no es ciego ni es mudo, pero al principio da fe de conocer la flor y el fruto del amate; pero todo tiene una explicación y en otras líneas más, verán cuales son los motivos y razones para creer en estos relatos; y todo aquel que lo crea, no está equivocado…

 

Doroteo Monge era un pescador y leñador humilde, sencillo, respetuoso y fiel creyente del catolicismo; vivía allá en el barrio La Cruz, por la calle  que pasa detrás de la iglesia del barrio; era vecino de la Niña Chica Arteaga y Gonzalo Velásquez, en una casita humilde en un terrenito pedregoso en lo alto de una pequeña colina en las orillas del barrio.

 

Doroteo se casó por lo civil y por lo religioso, pero a pesar de eso, siempre conservó su virginidad y así lo afirmaba él,  y lo sostenía jurando y besando una cruz que hacía con los dedos de su mano derecha, que él, era niño y que jamás, antes ni después de su matrimonio, conoció en la cama a mujer alguna.

 

La que fue su esposa, trabajaba como servidora social, en un burdel administrado por una señora  muy conocida en el pueblo y  quien le arregló su matrimonio con su pupila; el día de la boda después de salir de la iglesia, aun vestida de blanco, en medio de la pequeña celebración de familiares y amigos, la novia convertida en esposa desapareció, sin que nadie se diera cuenta hasta algún tiempo después; nunca más se supo de ella, pero si se supo que los regalos de la boda y los ahorros de Doroteo, también habían desaparecido con la novia.

 

El triste final de Doroteo fue a causa de su fe en Dios y en su santa religión. Los chacales asesinos, esbirros del gobierno sedientos de sangre irrumpieron una noche a la humilde vivienda;  y a machete y fuego, asesinaron a un inocente que no era amenaza alguna para uno de los gobiernos asesinos y represores del pasado, tal vez para agregar a uno más en la lista de mártires del pueblo en la sangrienta guerra civil y repartirse después entre ellos —los que lo mataron—  lo poco que Doroteo tenía en bienes materiales.

 

Ya no se volvió a ver a Doroteo con su guitarra en los feriados ni en la fiesta del pueblo acompañando a Pablito, ni a Anselmo; ni a Balbino, ni a Tío Peto, ni a Julio Vela, complaciendo a quien pidiera sus canciones;  ya está en el reino de los cielos, el  que le ofrece la palabra de Dios a todo aquel que muere creyendo en su fe y en su santa religión; tal vez esté ahora, dándole serenatas con su guitarra al creador, que todo lo sabe y quien a todos juzga por su comportamiento en vida ante los demás.

 

Y es que todas las noches Doroteo llegaba a nuestra casa después del santo rosario de las siete a pasar un rato, platicando y contando las historietas de terror, de espantos y de brujas con este, que hoy les hace el relato. Y no hace mucho tiempo se los digo con franqueza, Doroteo Monge  “Teyo Mashishate” me estuvo contando una historia por demás espantosa que no me la sabia; esa noche después del relato no pude dormir pues al cerrar mis ojos, se me aparecían los personajes de los cuentos de Doroteo  y entre ellos aparecía  el  diablo, ofreciéndome dinero, llorando y suplicándome de rodillas que borrara de mi mente el relato que me hizo Mashishate  o que por lo menos, me rogaba, que no lo contase a nadie.

 

Juzgue Usted porque, el diablo andaba tan desesperado pidiéndome que olvidara un relato que es del pueblo, que es parte de nuestra cultura y que aquí les traspaso a ustedes, como parte de mi herencia cuando me vaya…

 

Hace muchos pero muchos años atrás,  relatan los libros de nuestros antepasados que los arboles de Amate eran altísimos, muy fuertes en su tronco bien formado y su ramaje era tan alto que casi tocaban el cielo; era de los arboles más vistosos y fuertes, y tenía la virtud de dar una sola flor cada año el propio Viernes Santo, día de la Crucifixión de nuestro Señor Jesucristo;  y se sabía que todo aquel que lograba recoger la flor, se convertía en un hombre poderoso, afortunado en el amor y el dinero.

 

Con los primeros colonizadores y fundadores del pueblo, llegó Don Roberto Monteverde de quien decían que venía de España y que llegó arreando un hato de doce  mulas cargadas con talegas llenas de dinero y joyas y con el correr del tiempo se comenzó a saber su historia. Don Roberto venia huyendo de un enemigo peligroso,  incansable y rencoroso;  y pensó entonces, que yéndose a vivir a tierras muy lejanas no le encontraría.

 

Veintiséis años atrás de aquella época, era un hombre pobre que por más que trabajaba, no lograba salir de la pobreza; para colmo era muy desafortunado en el amor pues quien nada  tiene, nada vale y ninguna mujer le prestaba atención y esto lo tenía muy desesperado. Un día, tomó la más terrible decisión de su vida dispuesto a salir adelante y ser reconocido como un personaje de mucho respeto,  decidiendo entonces hacer pacto con el diablo para tener muchas riquezas, grandes propiedades y muchas cosas más.

 

Tomada la decisión, se fue para el monte y comenzó a invocar a gritos al príncipe de las tinieblas; ni lerdo ni perezoso y entre rayos y fuertes remolinos el diablo se hizo  presente como el más fino caballero para ocultar su verdadera personalidad;  y tras apretones de manos, saludos y las presentaciones de rigor, Don Roberto le expuso sus deseos a tan ilustre personaje, quien vestía impecablemente un  fino traje de tres piezas de corte italiano de color negro, corbata de seda francesa, sombrero de copa alta, leontina y reloj de bolsillo de oro y con su inconfundible perfume a cacho quemado; tras la conversación, ambos se pusieron de acuerdo y formalizaron un contrato por veinticinco años, tiempo durante el cual el diablo le daría todas las riquezas a Don Roberto, a cambio de su alma.

 

La vida siguió su curso y  el nuevo rico Señor Monteverde, disfrutaba de lo lindo de todos los placeres y acumulando mucho dinero y propiedades; pero faltando seis meses para que se cumpliera el plazo,  le comenzó a entrar la desesperación y el miedo y solo pensaba en escapar muy lejos para que el diablo no lo encontrara, siendo de esa manera que supo por los decires de la gente, de la existencia de una ciudad lejana pacifica, acogedora y única que le llamaban La Ciudad de los Pájaros y Flores; esto le interesó mucho y preguntando de  cómo llegar a ese lugar, hacia allá se encaminó para comenzar una nueva vida.

 

Lo primero que hizo al llegar al pueblo fue comprar un caserón de estilo colonial bellísimo que se encuentra por el  Ayuntamiento Municipal o por la zona del mercado algo así; pasado algún tiempo, comenzó Don Roberto a ver que la ciudad, era un paraíso y un atractivo para invertir; así fue como compró diferentes propiedades en el pueblo y sus afueras y en las cuales construyó Restaurantes, Posadas y Hoteles carísimos para aquellos que venían de afuera y que tenían poder económico. Y no se equivocó, porque en poco tiempo con su ingenio, con su visión futurística  y con el poder que había obtenido a cambio de su alma, los negocios crecieron;  y del pueblo, era el Señor que antes en su tierra había deseado ser y que nunca lo logró.

 

Lo malo es que seis meses pasan muy pronto; un mes exacto faltaba para vencer el término del contrato, cuando Don Roberto recibió un paquete delicadamente envuelto; era una pequeña caja de madera  y en su interior, una rosa  negra con una  tarjeta que decía: “Con mucho aprecio para  Roberto, con el recordatorio de que todo plazo se vence.”  Firmado: Satanás. El terror se apoderó de Don Roberto pues el diablo ya lo había localizado; y comenzó a planear la forma de enfrentar y evitar que aquel contrato se cumpliera; y de tanto investigar, supo que en el barrio de Santa Lucia vivía una señora de quien le dieron las señas; era alta, morena, usaba vestidos floreados largos, con una pañoleta de tela  de colores vistosos y chancletas de cuero,  de quien se decía que había llegado de allá por África y que su misión en la tierra era la de ayudar en los problemas y las angustias de los necesitados, pues tenía poderes adquiridos por sus días vividos y por sus estudios esotéricos y de magia blanca y magia negra.

 

Vivía por allá en las afueras del barrio, camino del rio San Juan por donde viven  Nora, Estela y Jesús Cuellar Espinoza, casi llegando al  palo de amate del rastro municipal. Un mes faltaba para dar inicio a la Semana Santa y el contrato vencía el propio Sábado de Gloria a la media noche;  y cargando con su angustia y sus miedos, Don Roberto se fue en busca de aquella mujer, que podría ser la única que le salvara de tan terrible situación.

 

Dicen que preguntando se llega a Roma y así logró Don Roberto llegar a casa de aquella misteriosa y sabia mujer, quien le recibió con recelo, pues a su humilde hogar, no muy seguido llegaba un personaje tan importante como el Señor Monteverde; y con su forma de hablar, mezcla de español africanizado lo invito a pasar a su casa, allá en el Barrio Santa Lucía.

 

—Entonce’ pue’ ¿que se le ofrece a su señoría? Mi nombre e’ Adela, o la Negra Adela pue’, como todos me dicen.

—Mucho gusto Adelita, es un placer conocer a tan honorable, guapa y bella dama; Roberto Monteverde a tus pies, para servirte en todo lo que quieras.

—jumm! ¿No será que el seño’ ya comenzó hablando paja? ¡Vamo’ hablando claro y pelao! Diga nomá’ que e’ lo que se le antoja con eta’ Negra.

—Si Adelita, es que tengo un pequeño problema que me incomoda y me han dicho que tú me puedes ayudar, y el caso es el siguiente…

Don Roberto le soltó la sopa a la Adela, explicándole además que el Sábado de Gloria, podía ser para él, el Sábado del infierno.

—Haré todo lo que pueda m’ijo, pero pa’eso tené’ que solta’primero  algo de pisto’; aflojá’ buenos billete’ pue’, pa’ agradá’ a eta’ negra, po’que también eta’ negra come, tu sabe’eso pue’.

— ¡Claro, Claro, mi negrita divina!  ¿Qué te parecen cinco talegas llenas de bambas de oro y plata si evitas que este contrato no se cumpla? Mira que eso es un verdadero tesoro.

— Trato hecho mi negro, pero primero me traes las cinco talegas pa’ comenzá’ mi trabajo, pue’ tengo que consultá’ con lo’ e’píritus del ma’ja  allá.

 

Entregada la plata, la negra inició lo suyo y comenzó a entrar al mundo de lo subterráneo, a lo oculto, a lo secreto, a lo reservado solo para unos pocos invocando a algunas almas que aún vagaban en tinieblas, quienes le transmitirían algunos secretos de lo desconocido hasta entonces.

 

Pasaban los días y Don Roberto se impacientaba, pues la negra Adela no le llamaba ni le comunicaba algunos avances en su trabajo y ya estábamos en el Viernes de Dolores, a dos días de la llegada del Domingo de Ramos, entrada triunfal de Jesús de Nazaret a Jerusalén.

 

Mientras tanto, la Adela se enfrentaba en lucha a muerte allá en su casa con algunos demonios y almas que no querían ayudarle, sino más bien le obstruían  en su trabajo; pero su experiencia le indicaba que debía ser fuerte y prepararse con todo para protegerse, y de esa manera en cada sesión de invocación, se ataba a la cintura una cuerda de San Francisco de Asís, se ponía en el cuello, un poderoso escapulario de La Virgen del Carmen,  se colocaba palmas benditas en la frente y se hacía acompañar siempre de una cruz de madera bendita que decía que era hecha de las astillas de la Cruz donde Jesús fue crucificado.

 

Las cigarras y los chiquirines con su interminables cantos y chirridos ensordecedores anunciaban desde unos días antes, el inicio de las conmemoraciones religiosas; era ya el Martes Santo, cuando al fin, la Adela dio señales de vida y mandó un recado a Don Roberto para que se hiciera presente en su  habitación; una vez en el lugar, comenzó a indicarle lo que debía hacer para estar preparado y enfrentarse a lo que vendría en apenas tres días después.

 

— Mirá mi negro, yo te gua’ deci’ una cosa; si tu cumple’ to’o lo que eta’ negra te diga,  vas a lográ’ tus propósitos. ¿ Men’tendite’ mi negro?

— Hoy que ya etamo’ en tiempo santo, iras a la iglesia y sin que nadie te vea, llevarás tres botellas y las llenaras de agua bendita de la que hay en la pila bau’timal y las guardaras en tu casa; luego, ve al monte y corta  toa’s las ej’pinas de izcanal que encuentres en loj potrero’ y las bañarás con el agua bendita; el Viernes Santo, que ej  el día que el árbol de Amate suelta su flo’ a las doce de la noche, tu etarás en ese luga’ pa’ recogela. ¿Men’tendite bien?

— Pero mi negra querida, ese día  y a esa hora el diablo estará esperando a que caiga la flor, pues ya sabe que solo la dá ese día, una vez por año y el la recogerá.  ¿Acaso  tengo que pelear con él, para quitársela?

— ¡No siás tan bruto mi negro, e’ta  negra sabe lo que hace! Mirá: el diablo siempre llega a recogé’ la flo’ de uno de lo’j amate’ del cementerio y el camino que él, aco’tumbra transitá’ es el de la cuejta del rio El Amate, allá po’ lo’ terrenos de Chu’ Acosta y Lino Ardón; cuando ya e’té oscuro, en toda la cuejta regarás la’j e’pinas benditas y como tu sabe’ mi negro, el diablo tiene una pata de caballo y la otra es de gallina; cuando él pase, la’j  e’pinas se le meterán en la pata de gallina y no podrá caminá’…¡ po’lo del agua bendita tu sabe’ eso mi negro! y tú ya con la flo’ en tu podel  quedarás libre de negociá’ con el diablo sobre el te’tamento ese, pa’ que te lo devuelva y no te lleve al infierno.

 

La Negra Adela, continuó dándole instrucciones de lo que vendría después y lo que tenía que hacer y con lo cual Don Roberto se sentía feliz y seguro; en ese momento ya con todo a su favor, le dijo a la Adela:

—Mirá mi querida negrita: ¿Sabes qué?… he estado pensando que cinco talegas de bambas de oro y plata, son muchas para ti, y he pensado que con dos que te deje son suficientes y me llevaré las otras tres.

 

La Adela abrió sus ojotes encachimbada*, y se enfureció tanto al ver que Don Roberto tomó las tres talegas y le dijo:

— ¡ Mirá infelí’ aprovechao!  yo he trabajao po’ ti y he’ pueto’ mi vida y mi alma en peligro po’ ayudate’ ¿ y hoy me pagá’ con eto? Tú ya debe’ sabé’que  el que dá y quita, le sale La Corcobita y po’ ese motivo, vas a tene’grave’ consecuencia’ y solo ella, La Corcobita decidirá si te ayuda o te amuela maáj’.

 

Llegado el Viernes Santo, Don Roberto estaba preparado e impaciente, pero seguro se sentía que recogería la flor y que el diablo no llegaría a tiempo; pero a la Negra se le olvidó decirle que antes de ir al cementerio, tenía que recibir la santa Comunión y tomarse unos tragos del agua bendita que había llevado para purificarle y protegerle de los embates del demonio.

 

Era costumbre que a partir del Jueves Santo día que se acostaba la cruz para crucificar al hijo de Dios, toda actividad se suspendía para no mancillar simbólicamente a la santa cruz y respetar de esa manera las costumbres del pueblo, tanto así que los santos en la iglesia se cubrían con un manto morado o púrpura como señal de duelo y las campanas por la misma razón, no eran usadas para repicar y llamar a los servicios religiosos, sino que se usaban dos grandes tablones de madera con piezas de metal, para causar un gran ruido y eso, era el llamado para asistir al  templo; a esos tablones se les conocía como “matracas”. Y en cada traqueteo de las matracas, era un sobresalto y angustia para Don Roberto por lo que estaba a punto de suceder.

 

Faltaban treinta minutos para las doce de la noche de ese fatídico Viernes y Don Roberto se preparó para llegar temprano al cementerio; y para allá se dirigió decidido, no sin antes pasar a la  cantina  “El Ñurdo” para comprarse una pacha de medio litro de guarón; la noche estaba calurosa; sería porque habían caído unas pocas gotas de lluvia o porque el ambiente se estaba preparando para recibir con honores al diablo; los dos amates del cementerio estaban erguidos elevándose hacia el cielo y Don Roberto impaciente, quería saber cuál de los dos amates echaría la flor, pero no lograba ver nada entre sus ramajes porque solo los mudos y los ciegos la pueden ver, según la creencia de la gente.

 

Impaciente, tembloroso y sudando a mares, se  acomodó los  primeros dos tragos en las tripas para agarrar  valor y a medida que se acercaba más y más la hora, el corazón se le quería salir del pecho y Don Roberto por momentos, quería salir corriendo pero agarraba valor, con otro farolazo de guaro.

 

Se soltó en ese momento un calor insoportable y se escuchaban gritos aterradores y maldiciones y lamentos en el aire y fuertes vientos que sacudían el ramaje de los árboles del lugar y al escucharse la primera campanada del reloj de la parroquia de Santa Lucia indicando que ya eran las doce de la noche, uno de los árboles se sacudió de una forma espantosa por un largo rato y lanzó al suelo y con gran estruendo una bella y olorosa  flor blanca, momento en el cual Don Roberto se abalanzó con ansias a ella, para tomarla en sus propias manos;  ya era suya.

 

Don Roberto que toma la flor, y el diablo que se aparece; venía renqueando y agarrándose la pata de gallina; venía herido por las espinas de izcanal benditas; y endemoniado por la tardanza y al ver a Roberto que ya tenía la flor en su poder, se enfureció  de tal manera que lo primero que hizo fue descargar su ira contra los arboles de Amate; se orinó en el tronco de ambos para secarlos y las raíces saltaron a flor de tierra; los agarró por las ramas y las retorció junto a sus troncos, brincó encima de la copa y las aplastó con tal furia, que los árboles que antes eran altos y hermosos, quedaron aplastados de una estatura pequeña y su tronco retorcido y desfigurado, como cables de acero enrollados; y desde entonces, todos los arboles de  amates quedaron de esa forma, como testimonio de la ira de satanás cuando no consigue lo que quiere y que considera suyo.

 

Inmediatamente después de destrozar a los árboles, se abalanzó contra Roberto para quitarle la flor que le correspondía, pero al intentarlo, se entabló una feróz  lucha y comprobó entonces el diablo, que Roberto ya tenía ciertos poderes que la flor le había transmitido. Lucharon a muerte como luchan los demonios y nadie salía victorioso; el diablo en ese momento vió su reloj y comprobó con angustia que ya faltaban solo quince minutos para la una de la mañana del día Sábado de Gloria y se acobardó de tal manera que le invadió un miedo terrible al darse cuenta que ya solo le quedaban pocos minutos para andar  fuera del infierno, pues es sabido que el Chamuco solo tiene permiso para andar  por las calles, de las doce de la noche hasta la una de la mañana.

 

En ese momento y para no dar su brazo a torcer y haciéndose el valiente, le dijo a Roberto que pararan la pelea porque se acababa de acordar que tenía un compromiso serio de vida o muerte con otro cliente que le estaba esperando;  le dijo que quería negociar la entrega de la flor, a cambio de otras concesiones que él le daría,  sabedor el diablo que para él, no hay ninguna dificultad y todo lo puede lograr.  Don Roberto que ya andaba más borracho y mareado y mirando doble,  aceptó parar el combate y comenzaron a negociar.

 

—¡Mirá mi estimado Roberto, mi hermano del alma! siempre nos hemos entendido y te tengo mucho aprecio; y hoy como caballeros que somos, lleguemos a un acuerdo; tú me entregas la flor y yo te concedo un deseo; si yo no logro cumplirlo, te quedas con la flor y te entrego el contrato  y serás libre para toda tu vida. Lo de la pelea, dejémoslo para otro día pues hay más tiempo que vida.

—Mirá mi querido y estimadísimo Satán; no te puedo responder hoy porque me has agarrado bolo y en curva  y algo zurumbo; dame tiempo para mañana a la misma hora y entonces decidiremos tu propuesta aquí mismo.

— ¡Sale Roberto!  ¡Aceptada tu propuesta! nos vemos mañana a la misma hora. ¡Que tengas muy buenas noches!… aaah! y que no se te olvide traer la flor.

— ¡Ni tú el documento, mi estimado Chamuco. Buenas Noches!

 

La cita quedó pactada para el Sábado de Gloria mismo día en que vencía el contrato; el diablo salió espantado para el infierno, pues ya solo le quedaban tres minutos y tenía que reportarse, firmar el libro de entradas y salidas, saludar al portero, lisonjear a algunas diablas Secretarias del establecimiento y tantos otros protocolos que hay en esos lugares, pero se fue confiado en sus poderes y contento de haber engañado a Roberto y este a la vez, iba preocupado y con miedo, pensando en que quizá la Negra Adela, después de lo que él le hizo de quitarle las tres talegas de dinero, tal vez ya no quisiera ayudarle y esto lo atormentaba.

 

No hubiera habido necesidad de llegar a estos extremos, pero por no haber comulgado Don Roberto antes de la cita y en vez de tomar licor, hubiera tomado el agua bendita,  todo hubiera salido como lo planeó la Negra Adela; lástima que a ella, se le olvidó decirle lo de la comunión.

 

A penas comenzaba a clarear el sábado de Gloria y Don Roberto decidió enfrentar la situación dirigiéndose donde la Negra Adela, quien al no más verlo se le encendió la sangre y le reprendió amargamente.

(La negra Adela ya encachimbada, dirigiendose a Don Roberto, le dijo lo siguiente…
— ¿A que vení’ tu a eta’ casa desgracia’o? Eta’ negra te lo dijo sinvergüenza, ladrón y descarao; yo no puedo hace’ya’ naá’ por ti…El que da y quita tiene que enfrentarse a la justicia de La Corcobita y eso es lo único que te queda.
—Negrita preciosa, por lo que más quieras, aunque sea lo último que hagas por mí, dime dónde puedo encontrar a La Corcobita.
— ¡Mirá desgraciao! Agarrá el camino que va pal’ rio San Juan y allá encontrara’j tres pilitas o tres pozos; en el barranco pue’, y allí la encontrara’j, po’que ella cuida esos tres pocitos, los cuales guardan muchos mi’terios y secretos que yo no te puedo revelá’.
Era cuestión de vida o muerte y hacia el río agarró camino Don Roberto y efectivamente al llegar, en ese lugar, sentada en una piedra y bordando con hilo de lana, estaba una señora con el pelo suelto, blanco como la nieve; vestía también un vestido blanco largo y sandalias finas de cuero; sus facciones faciales y corporales hacían adivinar que en su juventud, había sido una mujer fina, bella y elegante; por sus dotes de nobleza, sabiduría, generosidad y de justicia que tuvo en vida, le había sido encomendado velar por conservar todas esas virtudes; y en las tres pilitas se guardaban grandes secretos que solo ella —La Corcobita— conocía; era un alma buena que por sus virtudes, logro ser enviada como un Ada buena para proteger los bienes de la naturaleza en todos los bosques y ríos de Suchitoto.
Al notar la presencia del desconocido, La Corcobita se levantó de donde estaba sentada y dirigiéndose a él, le dijo:
— ¿Que hace por estos lugares tan distinguido caballero y que es lo que le trae por aquí?
—Mi querida, bella y delicada señora: He venido en busca de Usted para suplicarle me ayude en un terrible problema en que me encuentro; he cometido dos grandes errores y deseo enmendarlos para seguir por el camino del bien; sucede que yo…
— ¡No digas más! Ya sabía que vendrías; ya sé toda tu historia y los dos errores cometidos y que hoy te atormentan; hiciste un pacto a cambio de riquezas, que al final de la vida no tienen ningún valor, pues nada te llevas y la misma tierra que cubre a un rico o a un pobre, se encarga de hacer la misma justicia para convertirte en lo que eres… ¡un gusano y nada más!
— Es muy cierto bella Señora; y mi vergüenza y mi arrepentimiento son tan grandes, que daría todo lo que tengo, por conseguir el perdón.
— La justicia debe ser pareja y racional para todos y si en realidad estás arrepentido, te voy a dar una última oportunidad de encaminar tu vida por el bien; lo primero que harás lo más pronto posible porque el tiempo se te acaba, antes que se llegue la hora de tu cita de esta noche, vete para el pueblo, devuélvele las tres talegas que le robaste a la Negra Adela y el resto de tus propiedades y dinero, dónalas a los pobres de tu pueblo, a los grupos de caridad, a los hospitales, a los hospicios, a las escuelas y tantos más que necesitan de ayuda; vete pronto porque tienes pocas horas; y en el camino, lee las indicaciones que te doy en este sobre para que lo pongas en práctica a la hora de tu encuentro con el que es el dueño de tu podrida alma; ve y cumple, y si no lo haces, tu último destino será el infierno y ya nadie podrá hacer nada por ti y hasta Dios te desconocerá dentro de su rebaño.
Y así lo hizo Don Roberto, como lo había prometido a La Corcobita; llegando al pueblo lo primero que hizo fue devolverle a la Negra Adela su dinero, luego entregó a obras de caridad y a los pobres su riqueza y apartó para sí, una buena parte de su fortuna para comenzar de nuevo y por las buenas una nueva vida; y esto, fue bien visto por La Corcobita que se lo permitió, como una prueba de justicia, sabiduría y generosidad.
SABADO DE GLORIA: 12.45 DE LA NOCHE
LUGAR: PORTON DEL CEMENTERIO GENERAL DEL PUEBLO DE SUCHITOTO.
Comenzó a soplar un fuerte viento que poco a poco se fue convirtiendo en huracán; en el ambiente se sentía un penetrante olor a cacho quemado; los árboles se doblaban y se estremecían de un lado a otro con gran furia; caían del cielo, rayos y pedazos de carbón encendidos; en ese momento y por indicaciones de La Corcobita, Don Roberto lanzó al suelo unos granos de incienso en el preciso momento en que el diablo puso sus pies en la tierra; con el golpe de sus patas y con el fuego que el mismo diablo traía, los granos de incienso se encendieron y se esparció por todos lados ese característico olor a sacristía, a sacristán y a cura de pueblo; el diablo no pudo soportar aquel olor y comenzó a vomitar; se puso pálido y débil y comenzó a maldecir a Roberto por la mala jugada que le había hecho y para no estar mucho tiempo en el lugar, apuró las cosas y le dijo:
—Tu presencia me causa vómitos y quiero terminar esto de una buena vez; quedamos en que tú me pedirías un deseo y si no te lo cumplo, te puedes quedar con la flor y el documento, pero si te lo cumplo me llevaré todo, incluida tu alma. ¡Vamos, dime cuál es tu deseo porque quiero terminar esto lo más pronto posible!
—Mirá Satanás: mi deseo es muy sencillo y no creo que para ti sea problema, nada más lo hago porque quiero comprobar hasta donde llegan tus poderes. ¡Pura curiosidad mi estimado Chamuco!
Y Don Roberto, arrancándose uno de los pelos más largos que tenía en su casi pelona cabellera, se lo dio al diablo y le dijo:
—He empeñado mi palabra de honor que de aquí en adelante, actuaré como un hombre de bien y te prometo aceptar tus condiciones y tú, corresponderás de igual manera a las mías y si no cumples, seguiré regando más incienso; el deseo que me vas a cumplir es este: toma este cabello y quiero que lo dejes rígido y bien derecho; que no se doble para ningún lado.
El diablo entonces se tiró una carcajada de burla por lo que consideraba algo tan fácil, pues cosas más difíciles le han pedido y las ha cumplido; a ese momento, ya faltaban solamente diez minutos para la una de la mañana.
— Jajajajajajaja… ¡A ver, dame ese pelo y haré lo que tú quieres; yo creí que pedirías algo más difícil, pero veo que eres más estúpido de lo que te creía!
Y tomó el diablo el pelo y le pegó el primer sobón hacia arriba para dejarlo parado; y el pelo se dobló, como se dobla cualquier pelo cuando lo jalan para arriba; otro sobón, y se volvió a doblar; y otro, y otro, y otro más. Y entre más lo jalaba hacia arriba queriéndolo dejar rígido, más se le doblaba y se enroscaba y al diablo no se le paraba ni poniéndole viagra; el diablo desesperado vió con angustia que todos sus intentos fallaban y ante la impotencia y ver en su reloj que solo faltaba un minuto para la una de la mañana del día Domingo de Resurrección, furioso y endemoniado le tiró por la cara a Don Roberto, el pelo y el documento del pacto contraído, y desapareció corriendo por los montes del cementerio y del Hospital, lanzando maldiciones y escupiendo fuego.
De esa manera terminó esta historia como un ejemplo para todos los vivientes, que es preferible tener poco y bien ganado en la vida, pero viviendo en paz y armonía y no acudir a las malas acciones por aparentar ser rico, por querer gozar de las riquezas, que no siempre dan la felicidad.
El diablo en su desesperada y arrebatada huida, no se acordó ni de esperar a que Don Roberto le entregara la flor; y hoy, obligadamente tendrá que esperar un año más en un Viernes Santo para recoger su tan ansiado tesoro, porque la flor sólo da poderes por un año y se deben refrendar al año siguiente…
(Del libro: «Suchitoto en el principio» de J. Raúl González).

 

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  • Por Raúl González (Escritor suchitotense radicado en California, Estados Unidos. Es autor de los libros: «Suchitoto en el principio» y «Suchitoto historia y leyenda»).

 

 

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