Cada día que pasa nos acercamos a la muerte… si, suena trágico, salvo que esta vez no me refiero a nuestro infalible destino, sino a una que podemos evitar: la del Rio Lempa.
Al paso del tiempo, y con tristeza hemos visto como desertificamos nuestro País, empobrecemos nuestros bosques en nombre del progreso y al paso, contaminamos todo lo que tocamos, así somos. Olvidamos que nuestros recursos son limitados y no estamos haciendo nada para buscar un equilibrio que permita la sostenibilidad.
Ya en un informe que hemos ignorado, se estableció que “…si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento…” The Limits to Growth, 1972.
Ese texto olvidado solo se ha confirmado en las diferentes escalas según nuestra demanda por país. En nuestro caso, la situación es más caótica si consideramos que nuestras principales fuentes de agua son exiguas, y el Rio Lempa es el que más carga hídrica tiene en su recorrido. Lo contaminamos desde su nacimiento en Guatemala con la explotación minera, siguiendo su recorrido con los vertidos industriales, agroindustriales, aguas negras y aguas servidas, ya sea directamente o a través de sus afluentes, convirtiendo los lagos de las represas en un riesgo para la biodiversidad.
El río Lempa nace al Sur-Este de Guatemala, recorre el Sur-Oeste de Honduras, a unos 1,500 metros de altura (msnm), haciendo su principal recorrido en el Océano Pacífico, está en El Salvador. La cuenca, tiene unos 18,240 km2, de los cuales 10,215 km2 (56%) están en El Salvador, siendo sus afluentes importantes el río Suquiapa, río Sucio, río Acelhuate y el río Metayate, conocidos como alto Lempa.
Otros afluentes del río Lempa son El Grande, Quezalapa, Sumpul, Titihuapa, Mocal, Guarajambala y Torola, estos tres últimos son afluentes provenientes de Honduras. El río Lempa fluye hacia el Sur por unos 105 km en nuestro territorio
Al sur la cuenca contiene el 35% de la población de El Salvador, concentrada principalmente a lo largo de los ríos Suquiapa, Sucio y Acelhuate.
Hace algunos años hubo un esfuerzo importante por el Ministerio del Medioambiente por limpiar el Rio Acelhuate, sin embargo, fuera de ese esfuerzo y otros atomizados, no existe un esfuerzo serio para descontaminar los afluentes y prevenir que la contaminación continúe.
Nuestra legislación ambiental se queda corta en lo que a la protección del medioambiente respecta, y es comprensible, se ha legislado de cara los intereses de los grupos de poder a quienes han representado los Diputados, por lo que son leyes que cumplen el requisito de existir, mas no de ser enforzables y menos aún, punibles con los infractores.
En nuestra desesperación por detener abusos (como el caso de la Granja Avícola Galdámez) hacemos esfuerzos con lo que tenemos a mano en un intento por suplir el vacío de autoridad ambiental, tal es el caso de la participación del Comités ajenos (aunque relacionados) al tema medioambiental, que ordinariamente correspondería a otra organización o autoridad como la municipalidad, y es comprensible dada la creciente demanda de propiedades para granjas de tipo industrial que funcionan en nuestras comunidades.
Se debe encontrar un equilibrio entre progreso y desarrollo versus medioambiente, ya que la experiencia nos muestra como la contaminación, el uso de semillas transgénicas, monocultivos, uso de productos químicos tóxicos, deforestación para preparación de tierras productivas, explotación han empobrecido los recursos en muy poco tiempo y se contamina las cuencas de los ríos afluentes y el mismo río Lempa, sumado a la basura no degradable (plásticos) que se acumula en el río en su tránsito hacia el bajo lempa y luego al mar.
Se debe hacer un justiprecie entre la depredación de los recursos y el beneficio que pueda significar empleos para 100 o 200 familias a costa del bienestar de toda la población que depende de nuestros ríos. No se puede progresar a costa del medioambiente ni se puede pretender un modelo exitoso de negocios que en el corto plazo nos empobrezca a todos en el tema del agua.
A esto se suma que no existe un instrumento que regule el uso del agua como recurso limitado y ese vacío legal permite los abusos y excesos ante la inoperancia del Ministerio de Agricultura y Ganadería, Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y Alcaldía Municipal, cuyas acciones son insuficientes y resultan incompetentes para frenar el daño ambiental, como el caso enunciado de la contaminación del Rio El Molino.
Sigue el clamor por la protección de nuestro río Lempa y el llamado a las autoridades para que retomen y se vistan de defensores de nuestro principal río, antes que tengamos que lamentarlo. No podemos ser apáticos ante esta situación y debemos participar activamente en defensa del río.
Por Alejandro Gómez Lara