Arnold y las deudas utópicas de la cultura en Suchitoto.

«Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia» José Saramago

En el 2009 el Centro Arte para la Paz, dio inicio a la creación del primer museo comunitario en Suchitoto. Este esfuerzo fue encomendado a Museológika quienes junto a un grupo de más de 60 jóvenes provenientes de diferentes comunidades dieron vida a lo que en aquel momento solo era un proyecto.

La creación del Museo fue un proceso maravilloso de varios años que nos permitió un encuentro especial con los mundos, preocupaciones y visiones de las juventudes de Suchitoto y la memoria de la población.

Si bien es cierto que fue La AIF (Fundación Interamericana) la que financió el inicio del proyecto, los verdaderos protagonistas y constructores del Museo Comunitario La Memoria Vive, fueron las y los jóvenes. Pero decir que fueron las juventudes aun suena vacio si este no tiene sus nombres.

Y este ejercicio de reconocimiento es motivado hoy por la noticia de la muerte* de Arnold Portillo un joven originario de Marianela, que acompaño tramo a tramo todo el proceso de creación del Museo.

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Arnold y su aporte al Museo Comunitario la Memoria Vive.

Dentro del proceso de creación del Museo se tuvo que seleccionar a un grupo pequeño. De entre más 100 jóvenes Arnoldo fue uno de los jóvenes que destaco desde el inicio, su entusiasmo y carisma nos demostraron que no nos equivocamos en su selección, y él se gano muy pronto el reconocimiento entre sus compañeras y compañeros.

Y es que Arnold era un joven inquieto y con muchos talentos fruto del aprendizaje de participar de talleres de formación en audiovisuales que le permitían sobresalir.

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Cuando lo conocimos Arnold había concluido su bachillerato y uno de sus sueños era lograr una beca para estudiar en la Universidad. Su interés en aprender y formarse académicamente era notable en el proceso de aprendizaje del Museo.

Lo recuerdo como uno de los jóvenes más dinámicos y participativos que al final de los talleres, siempre estaba en la fila de los que habían discutido y tenían que cumplir una penitencia y disculparse con un abrazo. Lo recuerdo fundido en muchos abrazos  y es que tenía la característica de discutir, pero el don de reconocer su error y pedir disculpas, lo que lo convertía en un joven común entre las personas que entienden que la vida es un error constante. Tempestivo, alegre, impulsivo, comprometido y conversador fue uno de los líderes del grupo del Museo. Creo que se peleo con todas y todos, pero nadie le negó su amistad sincera, porque tenía calidad humana, cualidades y defectos como todas, todos y cualquiera que desea vivir la juventud y la vida intensamente.

Para todas y todos los que participamos del Museo, recordarán que uno de los momentos más memorables eran los días, -bueno las noches- de montajes previas a las inauguraciones de las exposiciones. Eran noches memorables llenas de trabajo, música, compañerismo y  mucha alegría. Era impresionante ver como al final de las jornadas de trabajo cerrábamos la noche con un pequeño baile y él era el alma de la fiesta. Cómo no recordar el rostro de Arnold lleno de orgullo y satisfacción los días de inauguración, donde desvelado pero con gran entusiasmo era guía y explicaba los contenidos de las exposiciones junto a los demás compañeros y compañeras.

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Lo recuerdo en jornadas de campo, visitando las comunidades con cámara, trípode y micrófono en mano, buscando en las entrevistas la mejor toma, cortando mangos, cruzando un cerco, retando al mundo que al final le quedo pequeño. No sé cuántas horas paso en el laboratorio del CAP editando videos, transcribiendo entrevistas, tejiendo e hilvanando memorias y testimonios, ordenando objetos construyendo en silencio y  quizá sin saber el gran valor de su trabajo por la memoria de Suchitoto.

Y es que detrás de cada exposición había muchas horas de trabajo colectivo entre los jóvenes y Arnold fue uno de los jóvenes que siempre fue un voluntario de primera fila, presto  para los retos, los viajes, el trabajo y la aventura.

En una de las últimas conversaciones con él y Meme Guillen, -al calor de un chocolate caliente y unas pupusas de ajo, en el lugar de siempre-, Arnold me confesó su desconcierto y frustración con la ciudad, donde la falta de oportunidades limitaba sus sueños y los sueños de muchos otros y otras jóvenes.  Donde la falta de oportunidades los condenaba a ser agricultores o meseros de algún restaurante, expuestos a la necesidad de migrar. Me decía en tono de reclamo –hoy de reflexión- de que le había servido saber tanto de audiovisuales y de museos, si nunca podría trabajar de eso en Suchitoto.

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Cerrando el círculo.

Arnold se fue el pasado 17 de diciembre del 2017, decir que su recuerdo queda en la memoria de los que fuimos sus amigas y amigos, será muy poco si no aprovechamos este suceso para reflexionar sobre que estamos haciendo desde las instituciones por nuestras juventudes.

La muerte de Arnoldo Portillo, la quiero poner en contexto de una de las deudas más grandes de las entidades, organizaciones e instituciones: “la creación de oportunidades laborales”.

Después del discurso bonito de que el arte y la cultura puede servirnos y nos sirve para concienciarnos, ser más sensibles, humanos y mejores personas, olvidamos una de las necesidades fundamentales de las juventudes: vivir o mejor dicho sobrevivir.

Por años hemos visto como centenares de jóvenes pasan por los diferentes talleres de artes que son ofrecidos con mucho esfuerzo por el Centro Arte para la Paz, EsArtes, La Alcaldía, Casa Clementina y la Casa de la Cultura entre otras organizaciones. Muchos de estos jóvenes han sido constantes y han ido puliendo su aprendizaje hasta lograr ser reconocidas y reconocidos en el municipio por sus habilidades, pero y ¿Qué? Después de una actuación, un concierto o una exposición, solo les queda un aplauso, un refrigerio y una felicitación. Luego deben de volver a sus realidades, sus tristes realidades donde los espera la milpa, la casa, las necesidades económicas del hogar y su enorme vulnerabilidad a la violencia.

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Esta situación nos debe de poner ante el compromiso y la necesidad de cerrar el círculo de los procesos de formación en Suchitoto. Trascender el asistencialismo, el arte como pasatiempo y pasar a verdaderos procesos de creación de emprendimientos culturales que les permitan a las y los jóvenes construir nuevas y creativas formas de trabajo con pequeñas empresas y negocios, para aspirar a ser independientes.

Las organizaciones, instituciones y fundaciones de Suchitoto deben de comprender que ya termino la época del asistencialismo, que los retos y necesidades actuales exigen nuevas formas de construir el futuro. Recuerdo como luche porque este tema fuera comprendido en una organización cultural, pero prefirieron evadir esta responsabilidad y justificar que esto es responsabilidad de cada joven.

Debemos comprender que no basta con enseñar un oficio, debemos cerrar el círculo del aprendizaje ayudando a nuestros jóvenes no solo a sentir y vivir el arte, si no a vivir del arte y la cultura con dignidad. De otra manera los procesos artísticos, culturales y formativos en Suchitoto estarán condenados a convertirse en simples pasatiempos y un montón de frustraciones acumuladas.

Desde este periódico en repetidas ocasiones hemos insistido en la importancia que las organizaciones deben sentarse a discutir y dialogar sobre lo que se está haciendo por las juventudes en Suchitoto. No se puede seguir trabajando cada quien por su lado, como si esto fuera un mercado de competencia donde el que acapara más fondos o tiene mayor publicidad en los medios es el mejor. Hablamos de nuestras juventudes, del presente y futuro de Suchitoto.

Aunque suene duro, no se puede seguir utilizando a las juventudes de comodín para que algunos cuantos y cuantas tengan un salario en las organizaciones, mientras no estamos cumpliendo a cabalidad los cometidos escritos en bonitas “visiones y misiones” de las organizaciones e instituciones.

Pero este también es un llamado para las y los jóvenes, quienes deben organizarse mejor entre sí, ser más serios, propositivos y construir consensos y propuestas, fuera de ideologías y proponer proyectos, estando dispuestos a trabajar juntas y juntos, unidos y entender que para ver frutos hay que trabajar duro.

Un nuevo año esta a las puertas, una nueva oportunidad por construir mejores relaciones de trabajo y entendimiento entre las organizaciones y nuestras juventudes. Que el 2018 sea un año con tiempos y espacios participativos  donde sean posibles todos los diálogos y todos los mundos.

*El propósito de esta nota y del periódico no es informar sobre los sucesos o razones de la muerte de Arnoldo Portillo. Según se nos informó, Arnoldo fue asesinado en Santa Ana el pasado 17 de diciembre del 2017).

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Compartimos algunos comentarios de quienes le conocieron como parte del Museo:

«A Arnold lo recuerdo como  un jóven con toda la energía para defender sus pensamientos aunque estos algunas veces estuvieran equivocados o fueran el polo opuesto a lo que el grupo pensaba.  Me enseñó a debatir y argumentar en cada sesión en la que estuvimos juntos. Un jóven lleno de sueños con ganas de cambiar el mundo, quien unos días se frustraba hasta por el más mínimo detalle y otros días tenía toda la fortaleza para hacerle frente a los retos que construir la memoria requería, pasando noches y días enteros sin dormir y aún así tener todas las ganas de planificar el cierre de cada expo del museo, en la que sin lugar a dudas era un momento victorioso, un momento para recoger los frutos y abrazar el éxito.

Tan sensible como para llorar en mi hombro cuando la ansiedad lo correia y tan radical como dejar de hablarme por una tontería… Por eso y más considero que Arnold fue una víctima más de este sistema que los llena de esperanzas y habilidades para luego abandonarlos y esperar a que ocurra un milagro… Cosa que en nuestro entorno tan violento solamente lleva a los jóvenes a cometer errores y pagarlos no solo con la vida, sino con el desprestigio y el desprecio de la sociedad.

Aunque a veces no estaba de acuerdo con su accionar, muchas veces me sentí orgullosa de ser parte del equipo de personas que ayudamos a formarlo, de ver su crecimiento personal y profesional. Escuchar como la experiencia del museo cambiaba su vida era increíble, me llenaba de esperanza y alegría. Lastimosamente el tiempo se encargó de demostrar a que se enfrentan los jóvenes y nos invita a reflexionar y evaluar porque un joven con tantas cualidades terminó de esta manera, pero hacerlo desde una perspectiva objetiva, sin criminalizar o estigmatizar». Yanira Cano.

Si deseas compartir tu recuerdos o comentarios sobre  Arnold nos puedes escribir y con gusto los publicaremos.

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