El desafío de seguir la escuela en casa desde las comunidades

Una cosa es tener teléfono celular y otra diferente es tener datos de internet. La mayoría de compañías de celulares lo que ofrecen son una cantidad de datos por cada dólar, y tener una cuenta ilimitada no es para todos los bolsillos. Eso aplica para los servicios de internet en los hogares. Y una cosa es comprar los datos de internet y otra muy diferente es tener señal donde usted vive, porque la compañía le vende los datos, pero no le interesa si donde los usará tiene o no acceso a la señal. Este es el panorama con el cual muchos jóvenes estudiantes de las comunidades de Suchitoto han llevado sus días de escuela a distancia producto de las medidas sanitarias de cuarentena y distanciamiento social.

Siendo realistas el COVID-19 ha venido a poner en evidencia la precaria situación de acceso a la tecnología de las comunidades. Porque la realidad es que no es fácil dar clases en línea o supervisar tareas escolares, cuando ni la mitad de las familias tienen un celular con datos, ya ni se diga una computadora o acceso a internet. Cuando, antes de toda esta pandemia, los niños y jóvenes trabajaban y aportaban a la economía familiar colaborando en las tareas del campo, vendiendo o trabajando medio tiempo en algún lugar para cubrir sus necesidades.

Esta pandemia del COVID-19 ha dejado claro que el municipio, conocido en el mundo como «la capital cultural de El Salvador», no cuenta con infraestructura digital para que los estudiantes de la zona rural puedan recibir clases desde su domicilio. Porque una cosa es tener celular, “feisbukear” y “WhatsAppear” y otra muy distinta acceder a programas y plataformas de streaming. La niñez y adolescencia de las comunidades de Suchi, no solo enfrentan el reto de seguir la escuela, y el monstruo de la tecnología, sino la precariedad de recursos y condiciones para estudiar en los hogares, así como su vulnerabilidad a los abusos y violencia intrafamiliar, agravada por semanas de estrés por la cuarentena.

Carlitos es un estudiante de séptimo grado de la escuela El Bario en Suchitoto, sus papas -dice él- son buenos porque desde hace un año le compraron una computadora usada de una amiga de la familia. La computadora no es muy buena -dice-, pero le ha servido a él y sus otros 3 hermanos para hacer sus tareas y jugar videojuegos.  Pero la felicidad se terminó un día, cuando metieron una memoria infestada con virus y dejó de funsionar. Sus padres no volvieron a comprarles otra. Hoy se conforma con jugar en el celular de su hermano. Porque él está ahorrando para comprar el suyo, y esta preocupado porque afuera hay otro virus que amenaza su vida.

Sin embargo y pese a la precariedad de equipos electrónicos y acceso a las tecnologías, muchos docentes y alumnos han enfrentado la suspensión de clases presenciales con creatividad y buen ánimo, a través de guías escolares impresas y otros recursos.

La pandemia del COVID-19 parece que hará más pronunciada la brecha entre los que tienen y los que no tienen acceso a las tecnologías. Porque los que menos tienen al parecer hoy están siendo excluidos. Como siempre la brecha de la desigualdad económica aísla por partida doble. Sin acceso a la educación presencial y sin los recursos apropiados para dar continuidad a la educación a distancia, la niñez y juventud vive sus días con incertidumbre, sin saber cuando volverán a los salones de clases para continuar.

Muchos padres y madres de familia intentan y se esfuerzan por hacer su parte, pero reconocen que no están preparados para mantener el hogar, atenderles y dedicarse a estudiar con ellos y ellas y atender tareas de 2, 3 o 4 niveles de grados diferentes. Y la cosa se agrava, cuando la preocupación y prioridad de los padres y madres de familia es que comerán el siguiente día.

El #QuédateEnCasa no es cosa fácil para todos y todas. No solo se trata de no salir de casa, si no de lidiar, proveer, vigilar y organizar las actividades de la familia y los pequeños. La mayoría de hogares en las comunidades dependían del tiempo libre que tenían para hacer tareas laborales al estar sus hijos e hijas en la escuela. Hoy todos están en casa, y exigen atención.

El actual sistema educativo ya tenia sus problemas antes del COVID-19, pero hoy las exigencias de llevar la educación desde casa se ha convertido en todo un desafío para estudiantes, docentes, padres y madres de familia. Es claro que esta situación ha afectado negativamente al sector educativo, al poner en evidencia que se necesitan acceder a las tecnologías de comunicación, más publicaciones y libros de texto guías para los estudiantes, y crear redes que fortalezcan el acompañamiento de los padres y madres de familia y prepararse para situaciones de crisis.

Foto: Edwyn Guzmán

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