Querido pueblo, hace muchos años ya, que quería escribirte esta carta y darte mis razones por todos estos años de ausencia, de destierro emocional, pero no me atrevía, no había razones. Y no es que no lo haya intentado, en muchas ocasiones cogía lápiz y papel y comenzaba a escribir, pero al final rompía las cartas. Me faltaba valor, coraje para enfrentarme a los recuerdos. Al final, me he armado de valor y he decidido afrontar la realidad y llegar con esta carta hasta el final.
En primer lugar, quiero explicarte porque abandone y abandonamos muchas personas el pueblo. Como sabrás el país vivió una cruenta guerra que obligó a muchos como yo, a decidir entre quedarse o huir del pueblo, no por voluntad sino obligados por defender nuestra vida y la vida de nuestros seres queridos. Aquellos fueron años muy difíciles de encierro, miedo, bombas, desaparecidos y muertos, muchos muertos.
Recordar aquellos años, todavía nos causa cierto escalofrío, para quienes vimos la muerte muy cerca. Quizás las jóvenes generaciones de hoy apenas sepan de aquellos sucesos que agobiaron a sus padres y abuelos, si a los viejos como yo.
Pero te escribo porque encontré una razón para vencer mi distancia, al ver lo que hoy está ocurriendo en Suchitoto, El Salvador y el mundo, con esta gran pandemia del coronavirus. Veo con mucha preocupación como la gente corre y se encierra en sus casas, y apenas sale por unos víveres, las escuelas cerradas, las calles vacías, militares, incertidumbre y el miedo corriendo libre por las ciudades.
Se muy bien, que al ser esta una alarma que amenaza nuestras vidas, no nos dejan tiempo para digerir bien todo lo que está pasando, pero no tenemos opciones y debemos atender las indicaciones mundiales de volver como en el tiempo de la montaña a las cuevas, a nuestras casas, al refugio que nos protegió como hace muchos años de la guerra.
La cuarentena, el encierro, el distanciamiento social es por hoy la orden y la gran solución. Afuera hay militares y policías. Afuera anda suelto un virus y la amenaza de que los portadores somos nosotros mismos, entonces debemos huir de nosotros y distanciarnos. No hay abrazos ni apretón de manos. Solo gestos, muecas y mensajes electrónicos en esas cajitas virtuales del nuevo mundo que viviremos hoy.
Encerrado en un apartamento que no tiene un patio, como el patio y jardín que un día tuve en mi casita de Suchitoto, quiero decirte lo que le dije a mi familia en aquellos años de miedo y encierro, aferrémonos a la vida, a la fe en Dios. Sigamos y mantengamos todas las precauciones posibles. Defendamos lo más primordial de todo: la vida. Aunque son días muy confusos, no perdamos la fe en la humanidad, en la solidaridad. Que nadie te robe el derecho de tener esperanza. Me acuerdo que entre los bombardeos y balaceras siempre nos animábamos y encontrábamos una excusa para volver a creer que todo pasaría. Y quizás esta es mi pena, porque yo cedí al miedo y salí huyendo. No tengas miedo, solo seamos vigilantes y sigamos las recomendaciones y cuidemos a nuestras familias. Pueblo mío no te angusties, juntos en la distancia vamos a salir a delante.
Con cariño G.H.M. desde Nueva York, USA. (Gracias por invitarme a escribir esta carta a mi Suchitoto querido).
Foto: Edwyn Guzmán
"Cartas a Suchitoto en tiempos de coronavirus" Invitamos a un grupo de personas a compartir sus opiniones y pensamientos sobre la pandemia del coronavirus que atravesamos con el objetivo de exteriorizar sus emociones, y construir esperanza y fortaleza para ver con fe hacia el futuro.