Vivir a la orilla del lago es el único consuelo que tienen tras haber dejado su tierra prometida y sus años más felices. Son parte de los miles de desplazados hace más de 40 años por la construcción de la presa hidroeléctrica Cerrón Grande, la más grande del país. Les ofrecieron alternativas: ser reubicados y poblar tres colonias contiguas al embalse que inundó sus cantones o tomar una cantidad monetaria por la compra de sus terrenos y construir en otro lugar una nueva vivienda. No hubo opción de quedarse. El agua subió hasta desaparecer todo.
La inundación a causa de la construcción de una nueva central hidroeléctrica en El Salvador generó nuevas dinámicas de vida para los habitantes del sur del departamento de Chalatenango y norte del departamento de Cuscatlán. Convergen nuevos elementos que reconfiguraron sus estilos de vida y relaciones sociales con los demás afectados por la “llena”, término que usan los desplazados para referirse al suceso que marcó el nuevo rumbo de sus caminos.
El maíz estaba en su punto ideal para ser cortado, pero se malogró. Se pudrió. 40 años después, aquella milpa perdida bajo el agua es un cuadro que se ha conservado en la memoria de quienes lo sembraron. Dionisia y José Landaverde, hermanos de 57 y 49 años respectivamente. Cuentan aquel momento mientras descansan de su jornada laboral. Dionisia desde su hamaca y José sentado a la orilla de una cama que está junto a la pared de ladrillos rojo. Es la casa que recibieron cuando, en contra de su voluntad, abandonaron el anhelado cantón Areneros, en Chalatenango, uno de los tantos pueblos inundados.
-Nos salimos de nuestras casas allá en Areneros porque los de la CEL pasaban todos los días en un carro con parlantes diciendo que era mejor que negociáramos y recibiéramos unos centavitos por los terrenos, pues el agua iba a subir y todo se nos iba a perder. Nos obligaron a vender, aunque nuestra familia salió beneficiada – habla Dionisia mientras jala un mecate que cuelga desde el techo para mecerse su hamaca.
Los expertos dicen que el maíz necesita de lluvia y constante humedad en la tierra donde está plantado, pero en el terreno de los Landaverde el agua subió demasiado. El cantón Areneros fue sepultado por un cúmulo impresionante de agua proveniente del río Lempa, Tamulasco, Grande de El Paraíso, Azambio y Sumpul. La proporción de agua es mayor al lago de Ilopango en San Salvador, convirtiendo al Cerrón Grande en el cuerpo de agua más grande de El Salvador.
Según la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), en total fueron afectados 11 municipios, 9 de Chalatenango: Tejutla, El Paraíso, San Rafael, Santa Rita, Chalatenango, Azacualpa, San Francisco Lempa, San Luis del Carmen y Potonico; uno de Cuscatlán: Suchitoto; y uno de San Salvador: El Paisnal.
Dionisia y José sólo son dos de las miles… ¡Miles! de personas que resultaron afectadas por la mayor reubicación en la historia de la CEL. En la actualidad continúan habitando la casa que, no muy convencidos, aceptaron tomar. La vivienda está en una de las tres colonias “Reubicación”, nombre poco acorde a la revolucionaria arquitectura urbanística con que construyeron dicha área. Son tres colonias en forma de círculo. Desde el cielo parecen tres enormes ruedas de carreta que con el paso del tiempo quedaron abandonadas junto al lago.
-Nomás vinimos aquí nada nos gustaba. Pensábamos que nunca nos íbamos a acostumbrar a estas casas- dice José luego de abrir una lata de Coca Cola- extrañábamos mucho Areneros, y aún seguíamos sin creer que de nuestras tierras ya no quedaba nada, sólo aquel recuerdo de infancia y juventud. Su hermana lo interrumpe y agrega “hasta Suchitoto ya nos quedó bien lejos, allá atrás de este montón de agua”.
Uno de las remembranzas más significativas de los vecinos de las colonias “Reubicación” fue la visita que hizo a la zona Anastasio Somoza, dictador nicaragüense. “En el 77 la represa fue inaugurada oficialmente, y hasta un presidente vino, era el de Nicaragua porque decían que le interesaba conocer el proyecto”, agrega Dionisia.
Cada vivienda fue valorada según el número de terrenos o inmuebles que tenían en las áreas que fueron inundadas. Los precios tenían variaciones, algunos iban desde los 200, 4200 y hasta 6000 colones los terrenos más caros, según la CEL. Pueden parecer impresionante los precios por los que fueron movidas las personas que habitan Reubicación, y a otros les parecerá risible o difícil de creer. Hoy nadie imaginaría comprar un inmueble por la cantidad de 500 dólares o más, que es aproximadamente la equivalencia de colones a dólares. Es por ese motivo que muchos califican la acción del gobierno en turno como un “despojo” de sus pertenencias. Literalmente un robo que estuvo muy bien sustentado bajo argumento de generar electricidad a bajo costo, cuestión que beneficiaría a todos los salvadoreños.
Cada Reubicación posee un enorme y redondo parque central, donde cabe una cancha de fútbol, la escuela y la iglesia católica. Desde allí surgen 16 pasajes que terminan en otra calle más amplia que completa una circunferencia de 1,571 metros exactos de longitud. Las casas y los terrenos adquieren una dimensión mayor a medida que se alejan del centro, y varía el precio por el que fueron adquiridos. “Aquí no se pierde uno. Si usted camina para allá viene a salir otra vez acá”, bromea José. Las calles no tienen nombres, pero todos se conocen, pues fueron ubicados según el sector o cantón al que pertenecían.
Santa Bárbara ¿Qué fue de los cañales…?
Santa Bárbara actualmente es un cantón perteneciente al municipio de El Paraíso. El pequeño pueblito está ubicado justo a la orilla del embalse Cerrón Grande. Las personas que hoy lo habitan son desplazados por la inundación. Vivían en los sectores aledaños al ingenio Santa Bárbara y el casco de la hacienda que lleva el mismo nombre. Este cantón lo conforman personas que trabajaron en el ingenio, el cual dice que era uno de los más importantes a nivel nacional. A 100 metros de “la casona” Santa Bárbara, lugar que era el centro administrativo del ingenio, pasa la antigua calle que conduce a Chalatenango, medio kilómetro después desaparece entre canoas, ninfas y sobre todo mucha agua. Cabe señalar que la principal fuente de producción e ingresos económicos luego de la construcción del embalse fue la pesca. El 80% de pobladores mantiene su hogar a base de la pesca artesanal.
40 años después de la llena total, el panorama es idéntico al resto de territorios afectados. Muchos sólo alcanzaron a salir de sus casas con lo que llevaban puesto. Algunos sacaron su ganado, muebles y electrodomésticos, y a otros les fue un poco mejor porque lograron la cosecha en sus terrenos.
-La mejor tierra del país se perdió. Quedó cubierta de agua y bajo el agua quedaron los cañales, las milpas, sandillales y la fuente de trabajo: el ingenio- cuenta Rafael mientras pierde su mirada en el paisaje – La familia Bustamante administraba todos los bienes y la producción de Santa Bárbara. Mucho dejamos toda la vida en el ingenio y en esas tierras que ahora ya no existen. Después de la llena los dueños se llevaron el ingenio para Nejapa.
La nostalgia es recurrente en las personas desplazadas. Recuerdan lo sucedido como si hubiera sido ayer. Algunos se atreven a decir que si toda el agua bajara regresarían a poblar las tierras que fueron suyas y se las quitaron para construir el embalse. Imposible. Saben que jamás volverán sus días felices y productivos.
Aún existen vestigios del Ingenio Santa Bárbara, quedan las plataformas donde estaban ubicados los motores generadores de energía para la planta procesadora, están intactos los pilares de la entrada, las pilas, parte de las chimeneas y bodegas. Todo el trabajo se perdió. Los dueños de la hacienda fueron beneficiados por la enorme cantidad que la CEL pagó por todas sus tierras, los afectados fueron todos los pobladores: se quedaron sin viviendas, sin trabajo, sin cultivos y sin ánimo de continuar habitando la zona.
Al recorrer el sector donde estaba ubicado el ingenio es difícil notar dónde está ubicada cada parte, pues el nivel de agua y ninfas es mucho que se observa poco. Rafael entre risas considera que todo fue una manipulación para vender las tierras, dejarlos fuera del proyecto de reubicación y no darles indemnización. Una escuela funcionaba a la orilla de la antigua carretera que conducía a Chalatenango, hoy está habitada por una familia. En los muros de la estructura aún están conservados distintos mapas que fueron pintados para ambientas las aulas. En dichos mapas aún no estaba pintado el cúmulo de agua más grande de El Salvador, el Cerrón Grande.
Victor Manuel Lemus Torres es otro habitante de Santa Bárbara recuerda que el día que los sacaron les prometieron darles un lugar donde vivir. “Mintieron. Nos prometieron una casa y no nos dieron nada. Muchos sólo salimos con nuestros padres y hermanos. Ahí quedó hundido todo: casas, iglesia, cementerio clínica y caminos”, manifiesta mientras recuerda más elementos de los ocurrido.
Según datos de la CEL, un 20% de los pobladores de los sectores inundados decidieron no negociar y no vender los terrenos y casas. Los que no aceptaron las ofertas de la CEL se quedaron sin nada, sin dinero por indemnización y sin terrenos. Era evidente que el agua no iba a perdonar a nadie, seguiría subiendo cubriendo todo lo que estaba a su paso.
Algo tienen en común todos los pueblos y cantones inundados: el anhelo de su tranquilidad, estabilidad y todas sus estructuras hundidas. Santa Bárbara, Colima, La Coyotera, El Trozo, San Francisco, El Dorado, Areneros, San Juan del Hoyo, Los Zepeda, Santa Teresa, Los Hernádez, Copapayo y Santa Cruz son apenas unos cuantos cantones y caseríos que conforman la lista de pueblos inundados. Muchos de estos lugares estaban ubicados en las planicies del río Lempa y otro en las cúspides de los cerros, que hoy son isletas que sobresalen entre el enorme cúmulo de agua y que únicamente están habitadas por aves migratorias y reptiles que lograron sobrevivir a la inundación.
Por Luis Barrientos (2015). Fotografías tomadas de internet.
Luis Barrientos Escobar, (Chalatenango, 1993). Graduado de la licenciatura en Comunicación Social, de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) 2016; máster en Alta Dirección de Empresas, de la Universidad Internacional de la Integración Latinoamericana, Managua, Nicaragua, 2019. A publicado para El Diario de Hoy, La Prensa Gráfica, Revista VoxBox y Revista Distintas Latitudes. Actualmente es docente y administrativo escolar.
1 comentario en “Testimonios de inundación, desplazamiento y reubicación”
Muy interesantes los testimonios de Chalate pero y de Suchitoto no tienen historias, no hay testimonios de como también afecto a la gente de este lado?