La importancia de los espacios públicos con identidad

Es claro que todos y todas queremos ver una ciudad más hermosa y armónica, donde la seguridad,  la convivencia pacífica y el progreso lleguen a todos los barrios y comunidades. Una ciudad habitable, hospitalaria, amable, cálida y tolerante, que permita conciliar los ritmos individuales con los colectivos. Que garantice la accesibilidad de todas las personas a  todos los espacios y servicios públicos, que valore la memoria histórica colectiva y que busque la armonía con su entorno natural, cultural y patrimonial.

El ideal de una ciudad sostenible, es aquella donde se garantice la recuperación y regeneración del sistema natural para satisfacer las necesidades de sus habitantes y de las generaciones futuras. Porque todos queremos una ciudad donde toda la ciudadanía tenga oportunidades para realizarse como personas y buscar la felicidad. Todos deseamos una ciudad que nos permita vivir, cuidar, ser cuidadas, jugar, vivir, trabajar y convivir, soñar y compartir. Una ciudad donde las juventudes puedan expresarse y donde las niñas y las mujeres puedan caminar sin temores, en igualdad de oportunidades y derechos.

Pero si hablar en estos términos le resulta algo ilusorio o imposible de imaginar, quisa debería preguntarse ¿Por qué es tan difícil lograr pensar en una ciudad segura y armónica?

En realidad, no debería ser una respuesta tan complicada, pero es compleja y depende de una gran cantidad de factores. No existen recetas con las cuales construir una ciudad segura y armónica, porque la construcción de la ciudad es una cosa de todos sus habitantes, es una combinación de cuestiones físicas, simbólicas y socio-culturales, una obra colectiva en la que debemos participar todos y todas siendo conscientes de nuestro papel, con actitud positiva y responsable. Y esto es uno de los puntos como talón de Aquiles, no todos estan dispuestos a sacrificarse para lograrlo. El sistema nos ha hecho creer y dejar esta responsabilidad a ciertos grupos de personas que llamamos políticos y gobernantes, seguridad pública, dejando de lado en muchos casos nuestra propia y gran responsabilidad. Claro porque culturalmente, siempre resulta más cómodo relegar la responsabilidad en el otro o los otros, y no asumir la responsabilidad propia.

Cuando una persona se siente cómoda y segura en un espacio urbano, simplemente es evidente, la persona camina más tranquila, alegre, libre y más autónoma, más amable, no limita su territorio, va a cualquier lugar, avanza, explora, saluda, se encuentra con los demás en espacios percibidos como propios, seguros y armónicos.

Si reflexionamos un momento, veremos que una de las condiciones indispensable para que esto ocurra es asumir nuestra responsabilidad y no tener miedo, y es que el miedo nos condiciona, nos limita, nos restringe. Sin querer ser dramáticos, todos vivimos con miedo, pero las juventudes, las niñas y las mujeres viven actualmente en un miedo constante, asediados por los abusos, las agresiones y la violencia en general, que circula precisamente en los espacios públicos y hasta privados.

En este tema es muy importante escuchar a las mujeres, pues en su mayoría, no hablan solo desde su experiencia propia, sino que son la voz de las personas dependientes que están a su cargo; ellas hablan desde las experiencias compartidas en sus hogares y comunidades, porque su conocimiento es compartido con otros muchos colectivos, ellas conocen los miedos y carencias de la niñez, los adolescentes y adultos mayores por ser ellas quienes viven y escuchan sus temores.

Y todo esto ocurre y transcurre en nuestros barrios y comunidades diariamente. Es dentro de esta compleja red de relaciones e intercambios donde debemos centrar nuestra atención, creando y aportando para que haya mejores condiciones. Cuando se conoce un lugar, cuando hay un sentimiento de pertenencia al entorno, la gente lo usa, se encuentra, se conoce y siente que forma parte de una comunidad y se apropia de él. Cuando las historias personales se funden con las del lugar y sus gentes, es más probable que en estos espacios se viva sin miedo.

Los lugares, no son meros espacios con unas características físicas determinadas, su identidad no depende de los acabados arquitectónicos, son escenarios de encuentro, historias, accidentes, fiestas, tropiezos, silencios y gritos… de viento y de cantos, de muchas vidas que pasan y se desarrollan entorno a ellos. Y es en ellos en estos espacios donde nos ocurren las cosas que luego recordamos, los hechos que construyen nuestra historia personal, la memoria histórica y colectiva de nuestra comunidad.

Por eso, es importante trabajar e integrar el concepto de la apropiación e identificación del espacio urbano por parte de la ciudadanía, de manera que las plazas, calles, mercados y parques entre otros no sean “espacios de nadie”, ( y menos de los partidos de turno) sino de todas y todos, para que sigan siendo lugares para el encuentro y la convivencia ciudadana.

Es importante comprender que cuando no hay identificación entre ciudadanía y espacio público, la ciudadanía no se apropia de los lugares y estos se convierten en espacios sin cualidades para generar vida y convivencia, se vuelven anónimos, fríos, oscuros, peligrosos. La mayoría de espacios públicos para la vida en comunidad se reducen a calles, mercados y parques, casas comunales, canchas, y muchos de estos espacios los ocupamos la mayor parte del tiempo para ser transitados a toda prisa.

El espacio público tiene una dimensión social, cultural pero también política. Es un lugar de relación y de identificación, de manifestaciones políticas, de contacto entre la gente de aquí y turistas, de vida urbana y de expresión comunitaria y rural. En este sentido, la calidad e importancia de un espacio público se mide sobre todo por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que este propicia, por su capacidad de acoger y mezclar distintos grupos y comportamientos, y por su capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión popular y la integración cultural de sus habitantes.

Una ciudad con espacios públicos sin identidad puede ser una ciudad potencialmente insegura. Por ello la importancia de cuidar y generar espacios públicos, pero con identidad comunitaria, aunque eso muchas veces signifique sacrificar la modernización arquitectónica de la ciudad. Porque los pocos espacios públicos que tiene la ciudad, son para la ciudadanía. Por eso es importante cuidar lo que se tiene, y/o crear y construir nuevos espacios con identidad generacional, donde todos y todas puedan tener la oportunidad de conectarse y compartir.

Por todo ello es importante asumir la ciudad como nuestra, pero no solo reclamándola, sino también cuidándo y contribuyendo a su aseo, ornato y seguridad. De modo que la posibilidad de lograr una ciudad más segura y armónica será el resultado del compromiso y trabajo participativo de toda la comunidad donde cada uno pueda aportar empatía y solidaridad manifiesta en nuestros espacios públicos, barrios y comunidades.

Serie de tres entregas sobre Ciudad y Territorio.

md/

Sele llama espacio público, al espacio de propiedad pública (estatal), dominio y uso público. Es el lugar donde cualquier persona tiene el derecho a circular en paz y armonía, donde el paso no puede ser restringido por criterios de propiedad privada, y excepcionalmente por reserva gubernamental.

El espacio público abarca, por regla general, las vías de tránsito o circulaciones abiertas como: calles, plazas, carreteras; así como amplias zonas de los edificios públicos, como las bibliotecas, escuelas, hospitales, parques y espacios naturales, cuyo suelo es de propiedad pública.
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