Suchitoto, Gaceta noticias -El Slavador-

Memorias y anécdotas de Suchitoto con Moisés Ramos

La ciudad Pájaro Flor cuenta con varios poetas y narradores que han retratado diferentes momentos y emociones de la vida en la ciudad. Recientemente hemos recibido una colaboración de don Moisés Abraham Ramos, nacido en Aguacayo, Suchitoto en 1965. Don Moisés es un amante de la literatura y el arte, quien desde la distancia nos comparte algunas narraciones, memorias y anécdotas sobre sus años de infancia en el municipio.

Al expresarse sobre su pueblo y los recuerdos vividos nos dice: Como olvidar en mi vida ese pueblo que ha sido una leyenda en la historia de nuestro país, con sus bellas calles empedradas cuna de ciencia, educación y desarrollo que fuese cortado de tajo en los años 80´s por el monstruo de la guerra civil. Este es mi pueblo querido ese que un día me vio caminar por sus calles y que nunca olvidare hasta la eternidad.

A continuación, compartimos 3 narraciones que nos ha compartido don Moisés Abraham Ramos.

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“La cuesta del Terciopelo” (Anécdota de mi niñez).

Cuando yo estudiaba en la Escuela 3 de mayo de mi pueblo querido, me tocaba caminar bastante, para la edad que tenía en esos tiempos ya que aún no llegaba ni a los diez años en los primeros grados de primaria y por ley tenía que irme a pie. A veces cuando me dejaban los vecinos me tocaba irme solo o venirme también desde la escuela hasta la finquita en la que vivía.

Y después de pasar las pocas casas construidas junto al rio Sinacanapa iniciaba una prolongada pendiente que era conocida como «La cuesta del terciopelo” Dicen que hubo en algún tiempo un árbol en ese lugar, de esa clase y por ello le decían así. He de decir que de este lugar se decían varias historias desde amorosas hasta de terror,  se supone que un tío mío en esa cuesta enloqueció.

Dentro de las historias que se contaban esta la una pareja que discutían una madrugada y tuvo un desenlace fatal, y así se contaban muchas historias de ese lugar que estaba en una pequeña finca propiedad dela familia Leiva y en ella habían árboles frutales con un pequeño bosque en el cual se dejaban ver muchas variedades de animales sobre todo aves y pequeños animales como mapaches, tacuacines, ardillas etc.

En fin, pasar por aquel lugar era algo que daba gusto. al oír un coro de animales dándole serenata al creador en pleno mediodía o en otras horas del día. Pero lo que en aquella ocasión me ocurrió fue algo que hasta hoy me cuesta entender. Ese día venía de la escuela ya casi a las seis de la tarde, comenzaba a oscurecer, cuando escuche un sonido muy profundo de algo que me pareció venir de un ser extraño y terrorífico.  Ese día no había ido a traerme mi progenitora y venia en aquella calle polvosa solitario, pero acostumbrado ya a ese trajín. En aquel momento me había dejado ir en el tiempo cantando algunos coritos de la escuela dominical cuando fui sorprendido por dicho sonido que no era otro que el canto del que le decíamos pájaro león y fue tanta la impresión que no sentí a qué horas ya estaba en medio del puente del río Sinacanapa, desde donde podía ver mi rancho allá en la colina. Del susto quizás volé o corrí, pero lo cierto es que siempre que oigo al pájaro león, siempre me acuerdo de esa historia.

Esto no es mentira me ocurrió cuando cursaba el primer grado en la escuela “tres de mayo” era mi maestra la señorita «OLIVIA GALLARDO a quien aprecio mucho.

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“La Calle de La Chila”

La calle de la chila, fue por años el atajo que nos conducía hacia Suchitoto y nunca he podido olvidar ese sendero en el que caminábamos con toda tranquilidad allá por los años 70´s. Este atajo estaba comprendido entre el pueblo de Suchitoto exactamente a la par de lo que fue la gasolinera y la entrada del pueblito llamado cantón Aguacayo.

Po allí vivía la familia Cisneros y cuando pasábamos, veía siempre aquel señor amable, en una mecedora saludando a los que por ahí cruzábamos, su nombre era don «Clero» si no mal recuerdo.  Yo por lo general solo por ahí caminaba porque mi escuela «tres de mayo€ me quedaba bien cerca, y mucha gente usaba este atajo por su abundante naturaleza de árboles frutales ,sombra que lo hacían un camino agradable.

Se atravesaban dos riachuelos difíciles de olvidar «los Plátanos» y el «Sinacanapa» que cuando se nos crecían costaba atravesarlos.  Aun no se porque el nombre de la calle era “La Chila”, pero nunca la voy a olvidar.  Este camino pasaba cerca de la finca de la familia Rodríguez en la que crecí y ahí se daba gusto la gente con las frutas de temporada. Que tiempos aquellos.

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“Una masacre ignorada”

Sucedió en los primeros meses de 1980 cuando la situación en nuestros cantones ya estaba poniéndose dura, la gente iba ya en desbandada y comenzaban a respirarse cánticos de guerra.

Esa tarde, yo como de costumbre salía a ishpiar a las cipotas con la esperanza de que pasaría mi dulcinea, cuando de repente aparecieron dos carros doble cabina con hombres de civil fuertemente armados.

Se detuvieron antes de atravesar el puente del Sinacanapa a distribuirse bien y continuaron su rumbo hacia los cantones de arriba, lo que me extraño fue que se taparon los rostros.

Como media hora después escuche la balacera había sido entre Estanzuela y Aguacayo. Se había asesinado a un grupo de muchachos que cortaban mangos y nances, entre ellos estaba un amigo musico de nombre «Cornelio» los demás no los conocía. Pero era gente humilde. alguien les había puesto el dedo. Un grupo de jóvenes, habían sido asesinados, así sucedió aquella masacre, luego en un camión de la basura bajaron sus cuerpos, ese día pude ver la cara de la muerte, que se adueñó de nuestros lugares de origen.

Narraciones de: Moisés Abraham Ramos

Fotografías: Gerson Tobar y Moisés A. Ramos

 

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