Jutiapa es un distrito del departamento de Cabañas. Cuenta con una población de 7,129 habitantes, según el Censo de Población y Vivienda 2024. Está conformado por 7 cantones y 38 caseríos. Su economía se basa en la producción agrícola.

En este territorio han surgido iniciativas comunitarias lideradas por mujeres que buscan cambiar la realidad de sus comunidades. En esta historia destacan Guadalupe y Marlene, cuyo compromiso y trabajo colectivo reflejan la fuerza transformadora de las mujeres de Jutiapa.

Guadalupe Valencia, de 39 años, es una agricultora y emprendedora de Jutiapa. En el 2012 se organizó en la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Jutiapa (AMEJ), y desde el 2019 asume el cargo de coordinadora general. AMEJ fue fundada en el 2008 con el propósito de acompañar a mujeres sobrevivientes de violencia, muchas de ellas excombatientes o desplazadas tras el conflicto armado en El Salvador.
Crió a sus hijos con los ingresos que obtenía del trabajo en la milpa y de su emprendimiento de venta de pollos, un negocio que sostiene desde hace once años y que comenzó gracias a un fondo semilla de 300 dólares. Ahora tiene más de 200 aves en producción.
Guadalupe es reconocida en Jutiapa por su liderazgo: “He sido una mujer independiente y lideresa no solo para mí, sino para animar a otras. Antes no me veía así. Ahora represento a 140 mujeres organizadas en AMEJ”.

Marlene Lara tiene 46 años, es emprendedora y vive en el Cantón Platanar, de Jutiapa. También forma parte de AMEJ y ocupa el cargo de secretaria de Asuntos Legales. Decidió organizarse hace dos años, convencida de que el empoderamiento de las mujeres es importante.
Estudió hasta bachillerato, un logro que alcanzó caminando largos tramos entre su cantón y el casco urbano, mientras se hacía cargo de las labores domésticas en su hogar. “Nos decían que los varones trabajaban y no tenían por qué hacer los oficios de la casa. A las niñas nos tocaba todo”, recuerda Marlene.
Tanto ella como Guadalupe coinciden en que la autonomía económica es una de las claves para romper con los ciclos de violencia que enfrentan las mujeres, “Si una ya es capaz de generar ingresos, ¿para qué seguir soportando maltrato?”, se pregunta Marlene, segura de que el acceso a un trabajo digno les permite a las mujeres tomar decisiones sobre sus vidas.
Pero emprender en Jutiapa no es tarea fácil. “Las emprendedoras no pueden bajar sus productos por las condiciones de las calles, y muchas apenas reciben agua dos veces por semana”, dice Marlene. La inaccesibilidad vial es uno de los problemas que afecta a las mujeres rurales de Jutiapa.
Organizarse en medio de la desigualdad
La organización AMEJ surgió como respuesta a las múltiples violencias que enfrentan las mujeres de Jutiapa. “Antes ni siquiera sabíamos que tenemos derechos. No conocíamos los tipos de violencia”, agrega Guadalupe. Para muchas, la asociación se ha convertido en un espacio seguro, donde pueden ser escuchadas y acompañadas.
Sin embargo, la violencia sigue estando presente en la vida de las mujeres. Según el Observatorio de Violencia Contra las Mujeres de ORMUSA, de enero a diciembre de 2023, la Unidad Institucional de Atención Especializada para las Mujeres de la Procuraduría General de la República brindó un total de 1,869 atenciones por violencia intrafamiliar.
En las zonas rurales, según las lideresas de Jutiapa, muchas de estas agresiones no se reportan por miedo, dependencia económica o la falta de confianza en las instituciones públicas, que en muchos casos no actúan de la forma pertinente.
“El problema es que, aunque una mujer denuncie, a los días vuelve a sacar al agresor de la cárcel porque no tienen dependencia económica ni emocional. También tenemos casos donde niñas de diez años han sido embarazadas y ni siquiera con órdenes de captura se hace justicia”, lamenta Guadalupe.
Marlene reconoce la importancia de acompañar a mujeres que enfrentan violencia, pero también es consciente de los desafíos que esta labor conlleva. Acompañar no es una decisión sencilla: implica poner el cuerpo, la voz, y muchas veces, la integridad física. “A veces, por ayudar, una puede meterse en problemas”, admite.
La experiencia le ha enseñado que no siempre basta con brindar apoyo emocional o consejos. En ocasiones, las mujeres que son acompañadas terminan regresando con sus agresores. “Una aconseja, habla con la persona, pero si esa mujer cuenta lo que una le dijo, se puede armar un problema”, señala. Esa posibilidad es un riesgo latente que enfrentan las defensoras de derechos humanos y que también puede desanimar el deseo de ayudar.
Marlene cree que esta es una de las razones por las que muchas mujeres dudan en involucrarse directamente en procesos de acompañamiento. Sin embargo, no lo dice desde el miedo, sino que desde el deseo de hacerlo bien.
“Sí me gustaría acompañar, pero me gustaría también aprender cómo hacerlo bien”, y lo dice con convicción, pues sabe que, con formación, herramientas legales, psicosociales y comunitarias, se puede brindar un acompañamiento más seguro y efectivo.
La Iniciativa Mesoamericana de Defensoras documentó en el 2024 un total de 628 agresiones a defensoras y organizaciones que defienden derechos humanos en El Salvador, lo que representa un aumento del 200% en relación a las agresiones cometidas en el 2023.
El 57% de las agresiones se cometieron a través de medios digitales. Las agresiones buscan estigmatizar el trabajo de defensa de derechos humanos: 83 de ellas están vinculadas a la difusión de discursos de odio, 34 son casos de ciberacosos, 38 de hostigamientos digitales, 28 están relacionadas a divulgación de información falsa o manipulada y 23 están dirigidas a cuestionar o poner en duda la ética moral de las defensoras.
De acuerdo con el Registro Mesoamericano de Agresiones contra Defensoras, dos defensoras de derechos humanos fueron asesinadas en El Salvador durante el 2024.

Guadalupe también realiza la valiente labor de acompañar. Lo ha hecho durante años desde su rol como lideresa. Pero también ha tenido que enfrentar amenazas. “He sido amenazada al menos tres veces”.
A pesar del miedo, Guadalupe no ha dejado de acompañar. “Si dejo de ayudar, me vuelvo cómplice de lo que esa mujer está viviendo”.
También cree que, para esta labor, las defensoras necesitan más que voluntad: requieren formación adecuada, redes de apoyo y protección para quienes defienden la vida y los derechos de otras.
“Necesitamos capacitaciones, saber cómo actuar y qué medidas tomar en cada situación. Porque nos enfrentamos a casos bien difíciles, y una no siempre sabe cómo proceder”. Añade que la falta de herramientas puede dejar a las acompañantes en una situación vulnerable frente al agresor.
Por su parte, Marlene explica que quienes acompañan también necesitan ser acompañadas, cuidadas y formadas porque acompañar en contextos de violencia no solo es un acto de sororidad, sino que también una forma de resistencia que requiere de cuidados colectivos.
El cambio se construye desde la organización comunitaria de las mujeres
Para Marlene, la organización comunitaria ha sido una oportunidad para transformar su vida. Desde que se integró a AMEJ, su experiencia ha sido, como ella dice, “bonita”. En la asociación ha encontrado respaldo, confianza y la posibilidad de aprender junto a otras mujeres.
“A través de la asociación hemos podido acceder a programas donde nos enseñan sobre nuestros derechos y el empoderamiento”, cuenta.
Marlene ha participado en procesos de formación desarrollados por la Colectiva Feminista, lo que ha fortalecido su voz como mujer organizada.
“Algunas piensan que por estar organizadas andan haciendo cosas malas, porque eso les dicen sus esposos. Pero la verdad es que aquí una encuentra apoyo. No siempre es económico, pero sí emocional. Una puede hablar con otra mujer y compartir lo que está viviendo, incluso situaciones de violencia”.

Marlene sabe que para que más mujeres se integren hace falta sensibilización. Cree que si se les explica qué es la asociación, qué se hace y para qué sirve, muchas más mujeres se animaran a organizarse. Ella misma llegó motivada por Guadalupe, quien le habló de AMEJ. “Yo le dije que me quería inscribir, que me gusta la organización. Un día vine y ahora soy parte de la directiva.

Recientemente, las mujeres organizadas en AMEJ participaron en una escuela de formación impulsada por la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local. Esta experiencia sirvió para fortalecer su liderazgo, ampliar su conciencia crítica y profundizar su compromiso con la defensa de los derechos humanos de las mujeres.
Durante el proceso, las participantes conocieron sobre desigualdades de género, feminismo y derechos. Reflexionaron también sobre la importancia del liderazgo, la solidaridad entre mujeres y las relaciones de poder en los espacios públicos y privados.


Uno de los temas más significativos fue sobre el derecho a tener una vida libre de violencia. A través de trabajos grupales, las mujeres analizaron las múltiples formas en que la violencia se manifiesta en sus vidas, y cómo el acompañamiento, la denuncia y la organización pueden convertirse en herramientas de protección.
Además, la escuela abordó conceptos importantes para la autonomía de las mujeres, como el Estado Laico, los derechos sexuales y reproductivos, y la toma de decisiones sobre sus propios cuerpos. Para muchas, fue la primera vez escuchando estos temas.
“Aquí una no está sola. Aquí una aprende y se fortalece”, finaliza Marlene.
