Organizarse o desconectarse: el dilema de estos tiempos

Vivimos tiempos difíciles, complejos, llenos de incertidumbres. Tiempos en que la desigualdad, la violencia estructural, la crisis ambiental y el vaciamiento de lo público se intensifican. Tiempos en que los gobiernos concentran cada vez más poder, los territorios se mercantilizan y el tejido comunitario se rompe lentamente. Frente a este panorama, una verdad se vuelve urgente: es necesario recuperar la unión y organización, esos motores vitales que permitan actuar a las comunidades desde la resistencia.

Sin embargo, pese a esta urgencia, existe un panorama diferente en las comunidades: una preocupante desmovilización social, una especie de parálisis colectiva que se extiende como una sombra entre jóvenes y personas adultas. Las asociaciones comunitarias, Adescos, comités barriales, colectivos culturales y espacios ciudadanos están cada vez más ausentes. ¿Qué está pasando?

Muchas personas sienten que ya no vale la pena participar. Que no sirve de nada organizarse porque “todo está arreglado”, porque “nada va a cambiar”. Se ha instalado la idea de que involucrarse en lo colectivo es una pérdida de tiempo. Otros simplemente están agotados, decepcionados o atrapados en la lucha diaria por sobrevivir. Pero también hay otro factor que no se puede ignorar: las redes sociales.

Hoy, una buena parte de nuestra energía, creatividad e indignación termina atrapada en pantallas que dan la ilusión de participación. Cada día miles de personas dan clic en “me gusta”, compartiendo una historia o una publicación, escribiendo un comentario, y creen que con esto han hecho algo importante, pero muchas veces eso no se traduce en acción concreta, ni en procesos de transformación de la realidad. La virtualidad del mundo, y el mal uso de las redes sociales parece están distrayendo, dividiendo, y a veces hasta aislando a las personas. Sigilosamente las redes sociales acostumbran a lo inmediato, a lo individual, a lo selectivo, a la ilusión, a la queja sin compromiso. Mientras tanto, quienes realmente ejercen el poder, se organizan, planifican y avanzan sin resistencia.

es necesario cuidar y no permitir que roben la esperanza ni la posibilidad de actuar juntos en colectividad. En tiempos donde todo parece girar en torno a la imagen individualista y engañosa que se proyecta en redes sociales, la urgencia de construir comunidad pasa desapercibida. Es necesario tener cuidado de no ser arrastrados por esa corriente, que poco a poco, lleva al individualismo que glorifica el “yo” por encima del “nosotros o nosotras” por encima de la colectividad. Hay que cuidar de no perderse en filtros, hashtags, reels, TikTok, influencer´s y seguidores, mientras afuera —en las comunidades reales— las necesidades crecen, los derechos se debilitan y el tejido social se va rompiendo.

¿Dónde está la juventud organizada? ¿Dónde están las personas adultas que antes lideraban las organizaciones comunitarias, los comités de agua, las cooperativas, los espacios culturales y de resistencia barrial? ¿Por qué hoy cuesta tanto reunirse para pensar el futuro común?

Estamos viviendo una crisis silenciosa: la desmovilización social. Una crisis alimentada por la saturación de información, el entretenimiento sin pausa y el culto a la imagen que nos ofrecen las redes sociales. Se nos ha vendido la idea de que la realización personal está en lograr seguidores, éxito individual y visibilidad digital. Pero esa ruta solo aleja y aísla a las personas, y lo que es peor, debilita lo más poderoso que tiene una sociedad: el sentido de pertenencia, la solidaridad y la capacidad de transformar desde lo colectivo.

No se trata de demonizar las redes sociales, sino de entender que han sido diseñadas para distraer a los incautos, para para entretener y enajenar a las personas del mundo real. Las redes sociales ofrecen una ilusión de conexión con todo el mundo en medio de la soledad, mientras las comunidades están solas y vacías de participación, de liderazgo, de lucha común.

Hoy, más que nunca, es necesario recuperar la unidad y organización comunitaria. Los tiempos que se viven —con sus crisis políticas, sociales y ecológicas— exigen un despertar, exigen quitar la vista del celular y volver a mirar hacia el rostro del vecino, la vecina, los amigos reales y la comunidad. No hay futuro posible sin organización. El mundo no cambiará solo desde la conexión virtual. No habrá justicia, dignidad ni esperanza si la apuesta sigue siendo por la salvación individual.

Es hora de volver a los espacios colectivos y organizativos. Es hora de recuperar las asambleas, las tertulias de grupos de jóvenes, las asociaciones comunales, los espacios artísticos, culturales y educativos. De volver a creer en lo colectivo, de confiar en el poder de la unidad y la comunidad.

Si no se logra volver a la organización social, el sistema devorará uno a uno, a los miembros de la comunidad, hasta convertirlos en extraños habitando un mismo territorio, en silencio. Pero si se recupera el camino del encuentro, del reconocimiento entre vecinos y hermanos si hay organización desde el barrio, la calle, la escuela, la comunidad… entonces se podrá defender lo que realmente importa: construir un mundo mejor y sembrar esperanza.

Organizarse y ser parte de un grupo en el barrio, en la escuela, en el caserio o en el cantón, es un acto profundamente político y necesario. Significa tejer redes de apoyo, construir alternativas, resistir juntos, soñar juntos y juntas. Es ahí donde la verdadera fuerza de un pueblo se revela.

Invitamos a las juventudes y adultos a dejar un rato el teléfono, a levantar la cabeza y mirar alrededor. ¿Qué se puede hacer en nuestros territorios? ¿Qué voces necesitan ser escuchadas? ¿Qué problemas podemos enfrentar y resolver en colectividad? Recuerde la organización nunca surge grande y fuerte, la organización se construye grande y fuerte con la participación, voluntad, confianza y compromiso de todos y todas.

El futuro no se espera, se construye. Y para construirlo, es necesaria comunidad y menos algoritmo, más diálogo y menos TikTok, más encuentros y menos pantallas. Porque el cambio real no viene solo con un hashtag, sino con la decisión firme de caminar juntos y juntas en comunidad.

¿Qué significa Desmovilización social?

La desmovilización social se refiere al proceso de disolver o reducir la actividad, participación o compromiso de grupos, organizaciones o fuerzas que estaban previamente activas, especialmente en el ámbito político o social. Puede involucrar la desactivación de movimientos sociales o la disolución de organizaciones.

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