Existe un proverbio hebreo que reza: «No es un hombre completo el que no sea propietario de tierra». Una verdad que podemos extrapolar a nuestro contexto para sostener el hecho de que hoy es, prácticamente, imposible comprar una casa en el casco urbano de Suchitoto sin contraer una deuda impagable para un profesional y, no digamos, un obrero con salario mínimo. Esa es la realidad no solo de este municipio, sino de El Salvador en general.
En esta nota, sin embargo, nos enfocaremos en la «causa-efecto» desde una perspectiva crítica que ha producido la desmesurada alza de precios en el sector inmobiliario de Suchitoto, cuyas repercusiones atacan con mayor énfasis a jóvenes profesionales que buscan una oportunidad de hacerse con un pedazo de tierra en el pueblo que los ha visto crecer y desarrollarse.
Durante los últimos años, hemos sido testigos del crecimiento exponencial de la ciudad en el rubro turístico, siendo un referente a nivel nacional, en especial de la zona central, para quienes quieran vacacionar sin recorrer enormes distancias y hacerlo en un solo día. Es una realidad que nadie niega: por posición geográfica, historia y arquitectura, Suchitoto es un bastión del turismo salvadoreño. No obstante, todo crecimiento tiene un costo que no siempre es visible y que, a veces, es digerido en silencio por quienes lo sufren. En este caso, los mismos habitantes de Suchitoto. Según datos del Fondo Social para la Vivienda, los precios de las casas en El Salvador se han triplicado en los últimos diez años, especialmente, en zonas consideradas «seguras» y donde hay cierto desarrollo económico. Y es aquí donde Suchitoto entra en escena.
Nuestro municipio, para bien o mal, ha experimentado un boom comercial y turístico nunca visto en la desgastada memoria colectiva de sus habitantes. No solo ha aumentado la oferta hotelera, también lo ha hecho el ocio nocturno y, como muchos sabemos, los bares que causan cientos de problemas en las zonas donde son absurdamente autorizados. Pero ¿qué tiene que ver esto con el aumento desproporcionado del valor de las casas en Suchitoto? La respuesta es sencilla si lo analizamos con el criterio suficiente, además de la óptica adecuada: Suchitoto ya no es para la cultura, es para el negocio.
Esta afirmación se sostiene, básicamente, a través un único punto clave:
La ineficiente, torpe y miope manera de administrar a Suchitoto por parte de los encargados de dirigir a la ciudad hacia un desarrollo sostenible.
¿Qué hace el Estado cuando no tiene dinero debido a malversación de fondos o mala gestión económica? Exacto, cobra impuestos. Estos impuestos provienen, por lógica, de negocios y contribuyentes comunes, siendo los primeros los que mayor prioridad han tenido para las distintas administraciones de la Alcaldía. Aquí es válido, claro está, preguntarse cuál es el problema, y una vez más la respuesta es simple: la inhabitabilidad del pueblo. En otras palabras, Suchitoto está enfocado para el comercio, no para ser habitable. ¿Y en dónde reside el capital cultural de una ciudad o país? En su gente, por supuesto. Así que deberíamos reconsiderar decir que Suchitoto es la capital cultural de El Salvador. Un título romántico, pero alejado de la realidad.
Esto conlleva a ver casas emblemáticas en manos de gente que no es suchitotense y no tiene ningún compromiso social o emocional con el desarrollo integral del municipio, y están en su derecho, pues son sus propiedades. Es verdad que la creación de nuevos negocios ayudan a la obtención de empleo, pero con 10 dólares al día no te haces de una casa digna. La dificultad radica en que cuando alguien ajeno al municipio compra una casa o terreno por cientos de miles de dólares para convertirlo en un hotel o restaurante, infla el mercado y produce un efecto cascada que no solo afecta a quienes desean adquirir o alquilar un hogar en su pueblo (como muchos jóvenes), sino también el costo de vida al mismo tiempo. En síntesis, están empujando a las personas originarias a irse y aportar en otros puntos del país.
En este sentido, los parámetros que están utilizando los vendedores para ofertar casas en Suchitoto son tan curiosos como increíbles. Algunos anuncios le otorgan precios a la propiedad de 300 a 400 mil dólares porque está en medio de un hostal y un restaurante, aunque las paredes de la casa se caigan con una patada y no tenga servicios básicos. Las casas en este municipio cuestan igual o más que una en Santa Elena o la Colonia Escalón. Lo nunca visto, teniendo en cuenta que la calidad de vida en esas zonas no tiene ninguna comparación posible. ¿Después dirán que el calor aquí ayuda a broncearse como en la playa para venderlas?
En Canadá, por ejemplo, este año aprobó una ley que prohíbe la compra de bienes inmuebles a personas no canadienses para reducir los precios de las casas y ayudar a sus ciudadanos a tener la oportunidad de adquirir una. Entonces, regular este fenómeno está en manos de las autoridades, pero como todos sabemos, nuestro país no se caracteriza por tener autoridades con visión y sentido integral de desarrollo para su gente. Por tanto, no es un tema que veremos resuelto a corto plazo, provocando que Suchitoto corra el riesgo de convertirse en el nuevo Cojutepeque (desorden, ruido, suciedad) de la zona norte de Cuscatlán. Porque sin identidad, no hay cultura, y sin cultura, no hay futuro.
Por Luis Castillo.