Por Luis Castillo.
El Salvador, según la OMS, está ubicado en lo más alto del ranking de países con mayor número de muertes por alcohol en el mundo. El mismo informe de este organismo detalla que el alcoholismo cobra la vida de 18.54 de cada 100 mil habitantes en el país, siendo otra epidemia en materia de salud pública. En este sentido, una problemática gravísima, enraizada y poco atendida en Suchitoto es la de los expendios de aguardiente.
Visibilizar e intervenir este fenómeno en nuestro municipio es vital por dos simples razones: mejorar la calidad de vida de los habitantes y fortalecer la imagen de Suchitoto como referente nacional e internacional de turismo. Abordar lo anterior, sin embargo, no es sencillo debido a una serie de factores culturales que están ligados directamente a la educación y patrones de conducta en los salvadoreños: intolerancia, machismo, malas costumbres, desconocimiento e irrespeto de leyes de convivencia, etcétera. Además, la apatía de las autoridades estatales y municipales abona a que sea una fórmula perfecta para el caos.
Testimonios que validan la intranquilidad, insalubridad y ruido que provocan las cantinas son muchos, especialmente, los expresados por los vecinos de estos negocios. Hemos podido rescatar algunos de ellos, por ejemplo, el de una adolescente que fue víctima de acoso por parte de ebrios. “La verdad no me gusta pasar por esas calles, muchos hombres bolos se nos quedan viendo y diciendo cosas a una”, nos decía la joven. Otros testimonios denuncian el ruido y la suciedad que causan borrachos en las aceras, perjudicando notablemente la calidad de vida de los vecinos. “No nos dejan descansar en nuestros propios hogares, y cuando uno les dice que vayan a sus casas a beber, nos agreden verbalmente diciendo que la calle es libre y que somos unos delicados”, señala una habitante del municipio. Además, un joven también nos expresó que ha recibido amenazas de muerte de estos sujetos por tratar de evitar que su zona habitacional sea centro de reunión e inodoro público de ebrios e indigentes. Podríamos exponer más testimonios, incluso de turistas, pero no nos alcanzarían las páginas para detallarlos, aunque siguen la misma dirección: ruido, acoso, insultos, inseguridad.
Los barrios El Calvario, La Cruz y Santa Lucía son los epicentros de estas denuncias, y cuya atención ha sido mínima. Aquí es necesario preguntarse: ¿qué imagen estamos dando al turista extranjero y nacional? En el barrio La Cruz, lo primero que ve un visitante son grupos de ebrios departiendo en las calles, diciendo palabras soeces y perjudicando la armonía vecinal. En el barrio El Calvario y Santa Lucía, más de lo mismo, hombres tirados en las aceras y embriagándose sin ningún pudor frente a niños y adolescentes. Ninguna de estas cantinas ofrece servicio para consumir bebidas dentro de sus instalaciones, así que los ebrios se reúnen en espacios públicos dedicados exclusivamente al peatón para transitar tranquilamente. En Suchitoto es mal visto reclamar derechos, pero no que borrachos hagan desórdenes en la vía pública. Así de absurdo es. Esto sumado al agravante de que la plusvalía de las casas es perjudicada por estos establecimientos ubicados en zonas altamente transitadas.
De este modo, ¿cómo hemos podido normalizar este tipo de espectáculos en nuestras calles si ellas son uno de nuestros principales atractivos? ¿En serio creemos que forma parte del folklore salvadoreño? Más allá de todo esto, está el hecho de reeducarnos como ciudadanos, de tener plena certeza de que el alcoholismo es una adicción desastrosa no solo para quien la padece, sino también para quien soporta sus consecuencias en el entorno. Esto conlleva a pensar: ¿qué papel han jugado las autoridades encargadas de que estos problemas no se produzcan? La respuesta es clara: escaso. Este aspecto es terrible porque existe toda una normativa que regula y encarga este trabajo a la PNC, CAM y, por supuesto, la misma Alcaldía Municipal. No obstante, y como dijimos, este fenómeno se vive casi en todo el país, exceptuando algunos municipios que han tomado en serio resolver esta enfermedad social.
Cabe aclarar, además, que este problema ha sido heredado en Suchitoto por administraciones anteriores que, en su incompetencia, dieron vía libre a la apertura de bares, expendios y centros nocturnos sin consultar en ningún momento la opinión de los vecinos. Aunque, hemos podido constatar en estos últimos meses una mejoría en las zonas que presentan estos conflictos, específicamente en relación con la regulación de ruidos. Sin embargo, falta una verdadera ley que priorice el bienestar de los habitantes y no el de los negocios como se ha venido haciendo en todos estos años.
Por tanto, es urgente pensar en estrategias para resolverlo de manera integral y eficaz. Una de ellas es la reubicación de este tipo de negocios a zonas no habitacionales, es decir, donde no perjudiquen a terceros ni dañen la imagen del pueblo. Sin olvidar, claro está, centros de recuperación para alcohólicos que deseen superar su adicción y reintegrarse a la sociedad. Todo enfocado en una cultura de paz.
Si se quiere revitalizar a Suchitoto como eje de desarrollo turístico, debemos pensar primero en qué tipo de turismo vamos a ofrecer: ¿turismo cultural o nocturno? ¿Hacia qué apostarle? Esa es la clave. Por consiguiente, no se puede hablar de “capital cultural” de El Salvador cuando seguimos normalizando ver ebrios consuetudinarios en las calles, usando aceras y parques como bares, inodoros y basureros; cuando se quiere atraer turismo con vida nocturna sin regulaciones; cuando no se le da el protagonismo a centros culturales como el Centro Arte para la Paz, a organizaciones de derechos humanos, al colectivo de mujeres, a gente que está comprometida con una visión distinta de Suchitoto, una visión encaminada hacia el desarrollo humano a través del arte, la cultura y la inclusión.
¿Por qué no apostarle a ser la primera ciudad de El Salvador en superar el período de posguerra? Entendiendo la posguerra como un período donde reinan crisis sociales, políticas, económicas, culturales y educativas después de un conflicto armado. Llevamos casi 30 años sin rumbo, ¿hasta cuándo esperaremos dárselo a este sufrido país? ¿Por qué no concebir una idea propia de desarrollo humano y turístico? Tal vez, deberíamos dejar de pensar como salvadoreños, sino como suchitotenses, como la esperanza de que la sangre derramada en la guerra tuvo sentido.
Luis Castillo: es egresado con honores de la Licenciatura en Letras de la Universidad de El Salvador.
4 comentarios en “Cantinas en Suchitoto: cuando se normaliza el desorden y el alcoholismo”
Solo son mentiras
Busquen trabjo que hacer
Estas personas que molestan con estas cosas
Hola Mundo