«Una negrura de tiempos difíciles nos hace cosquillas» Gerson Tobar

“Abrí la puerta abrí la puerta” gritaba a las 3 de la mañana el macho ebrio mientras golpeaba con una vara el mesón donde vivía su mujer y sus hijastras,  los vecinos asustados apagaban hasta la luz del rincón temerosos de que les tire alguna piedra a sus casas, una latizon de chuchos ahonda en el pasaje de periquita, unos llorisqueos se escuchan a lo lejos, los inquilinos del lugar tampoco sé atreven a salir y encarar, los conoce perfectamente y no vaya ser tomen venganza, en este lugar recóndito la venganza caza a los delatadores, observadores y reclamistas de “asuntos de pareja”

En este lugar una eterna resaca de violencia se ha quedado como un eco haciendo daño en la madrugada, como un zumbido profundo a rencor o celos, o desenfreno o odio, la policía brilla por su ausencia, le hemos hablado con la voz más baja que se pueda para no enfrentar las inclemencias de la intolerancia, cúspide de un triángulo de violencia perpleja, hasta el más profundo sueño es arrebatado por los gritos, en este pedacito de tierra ya no nos es seguro ni sobrevivir, así se vive la realidad en el país de las santas maravillas.

Este país se ha convertido en una fosa común, en bocas con candados, en sirenas, en malas noticias, en asesinatos robos y desapariciones forzosas, los padres y madres, amigos y colegas, lloran desconsoladamente buscando en cada excavación los cuerpos mutilados, sus huesos, los rasgos de su ropa o de forma inmediata los cuerpos putrefactos semienterrados en planos baldíos, El Salvador atraviesa por uno de los momentos más violentos contra la mujer, la niñez y la adolescencia, olas de corrupción, desempleo inmediato, reprensión. Ni siquiera nosotros nos queremos, odiamos este país y nos destruimos entre todos.  Los días tristes los disimulamos en el sedentarismo de nuestros hogares, engullidos por una rutina vacía y brillosa.

Los contagios aumentan y los militares también, pareciera que ese verde olivo se ha convertido en nuestro traje de presentación, pareciera que una afición a lo violento nos sigue con su hoz, cortando cabezas como quien corta el monte de los maizales y cañales.

Nuestros ríos sucios, la contaminación de nosotros mismos, círculos viciosos, los egos masificados, una ceguera blanca como la de que describe Saramago se ha adueñado de nuestras pupilas sanas y nos impide ver, el caos es virtud, la desconfianza reina en los recónditos territorios.

La ramada se cae con un viento violento, los campos los queman los talan o inundan. Construyen con más cemento y comemos con más condimentos emergentes de químicos calientes, hasta para la comida hay un horario establecido, nos miden el tiempo y por eso nos vamos luego. Contaminamos el aire con malos pensamientos y ahora ni respirar es seguro, el sol quema fuertemente hasta en una sombra. Hasta los pájaros huyen del norte no vaya a ser que los enjaulen y experimenten con ellos. no queremos a ninguna otra especie sólo necesitamos elogios que hacemos lo correcto, me he perdido buscándome, vuelo a las olas azules de los recuerdos.

Un halo de luz toca la noche oscura, una inmensidad se ha quedado a vivir aquí, una braza anaranjada asoma en el valle. El pecho caliente es habitado por el humo ennegrecido y espeso que se levanta de la contaminación, estructuras y estructuras, ataques Inter sociales, métodos oscuros y mediáticos de una sociedad enferma y rápida.

Expulsa cientos de químicos calientes, otros antipáticos qué te hacen flotar en una burbuja de inseguridad, una bola de pensamientos insanos nos acarician las narices, el miedo y la incertidumbre son los mellizos del covid19 desde el 2020

Holladas de oraciones, caceroladas de tweets, quedamos afuera, en el abismo, en los pensamientos positivos. Bien gorditos. Atorados de mentiras pasan los días por los pasillos desolados de mi vida.

Los pájaros de metal cagan artificiosamente por todos los pasajes de las flores, el sol le pega fuerte al lomo del sembrador, al lomo trabajador, al lomo de la señora de 6 a 6, a la chica de largas llamadas, de instrucciones, reclamos, dudas, malas palabras, poco dinero, mucho estrés, el quédate o te vas, da igual, hay otra persona más agradecida.

Una negrura de tiempos difíciles nos hace cosquillas con picahielos en las costillas, nos da besitos de locura, nos hace entrar en un coma profundo de egoísmo y quejas y quejas, el encierro saca a flote un mar de dudas y cuestionamientos, cada quien dispara desde su trinchera, somos muchos los que buscamos el bien, pero una fuerza interminable de corrupción nos sigue, somos sus presas: Les gustan estos tan mansitos dicen, odian a esos que buscan la paz, a los que anhelamos nadar en un mar de equidad, a esos que soñamos con ver un horizonte de oportunidades de desarrollo, de amaneceres sanos, los que odiamos las violencias sistemáticas, nos acorralan, ahora somos nosotros, sus presas más chistosas, que le damos bajito con una bomba nuclear de tweets burlescos, críticas a su visión «princhipesca».

Qué días más arriesgados he pasado viviendo, sangrientos, oculentes, provisionales, astutos, dañinos y llenos de sorpresas qué te dejan mal sabor de boca, los pozos de sangre de las mujeres asesinadas son tan vertientes, más que las irreparables de las epidemias, mueren y mueren por mentalidades vacías, o llenas de locura, de una locura cruel, que no le importa en lo más mínimo la vida, el amor esas cosas bellas de ella, esa satisfacción de estar en paz, las violenta con cada asesinato casi de comedia amarga y detestable. Y así se pasan los días casi muriendo a diario de una cosa o de otra.

Por Gerson Tobar

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