Este primer año de gestión de los nuevos 44 municipios —resultado de las transformaciones impulsadas por el gobierno central en el mapa municipal de El Salvador— han dejado más interrogantes que respuestas sobre el rumbo que están tomando las alcaldías y el verdadero futuro de la autonomía local.
La reducción y creación de nuevos municipios, como Cuscatlán Norte, trajo consigo promesas de mayor eficiencia y desarrollo para los territorios. Sin embargo, la realidad muestra una cara diferente: un preocupante debilitamiento de las capacidades municipales para atender a las comunidades, producto de una constante y sistemática reducción de recursos y competencias.
La reducción del Fondo para el Desarrollo Económico y Social de los Municipios de El Salvador (FODES) al 1.5% fue solo el inicio de una estrategia más amplia de recentralización del poder y de los recursos públicos. A esto se sumó la eliminación de otros fondos claves, como el FAM, y la creación de nuevas estructuras paralelas que, aunque se presentan como soluciones, en realidad disminuyen aún más la capacidad de las alcaldías para decidir y actuar.
La Dirección de Obras Municipales (DOM) centraliza ahora la ejecución de muchos proyectos que antes eran gestionados directamente por los gobiernos locales. Aunque la DOM promete obras visibles y rápidas, esta práctica elimina la posibilidad de que las comunidades decidan sus prioridades y tengan incidencia real en la planificación del territorio. Del mismo modo, la creación de la Autoridad Nacional de Residuos Sólidos (ANDRES), que cobrará el 50% de lo recaudado por el servicio de recolección de desechos, asfixia aún más los ya limitados ingresos municipales.
Y por si fuera poco, una nueva ley obliga a los municipios a ceder en comodato, por 50 años, mercados, plazas, parques y espacios públicos que sean intervenidos o rehabilitados, consolidando así un modelo donde las alcaldías pierden control sobre los bienes comunales que deberían administrar en beneficio de sus habitantes. Todo esto deja a las municipalidades con menos herramientas financieras y espacios de decisión.
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Por eso, a un año de gestión, es legítimo preguntar: ¿han cumplido las actuales administraciones con su misión de velar por los intereses de los distritos? ¿Qué medidas han tomado los alcaldes para defender los recursos, los espacios públicos y, sobre todo, la participación comunitaria?
Hasta ahora, la falta de pronunciamientos claros por parte de los gobiernos locales ante esta realidad resulta alarmante. No existen pronunciamientos ni posicionamientos de alcaldes defendiendo la autonomía municipal, ni se escuchan las voces exigiendo se tomen en cuenta la opinión ciudadana, ni respeto por las decisiones de las comunidades. La ausencia de liderazgo alzando la voz en este contexto es tan grave como la concentración misma del poder: donde sin resistencia, ni discusiones se normaliza la subordinación y el desmantelamiento progresivo de las municipalidades.
En Cuscatlán Norte, en particular, la ciudadanía enfrenta además el desafío de un gobierno local que aún no ha demostrado capacidad para articular una estrategia clara de desarrollo municipal, ni ha transparentado de manera efectiva el rumbo de su gestión. El municipio va día a día, sin norte fijo. A un año de labores ¿Dónde están los planes de desarrollo? ¿Cuáles son las prioridades de la presente administración? ¿Cómo están siendo defendidos los intereses de los distritos y las comunidades frente a los cambios?
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La concentración de recursos y poder en estructuras nacionales no resolverá por sí misma los problemas históricos de nuestros territorios. Por el contrario, se corre el riesgo de burocratizar aún más los procesos, alejando las soluciones de las realidades concretas de cada comunidad. Sin autonomía, sin recursos y sin participación ciudadana, los municipios se convierten en figuras decorativas, simples administrativos, incapaces de decidir y responder a las necesidades locales.
Si no hay un punto de inflexión, un cambio de rumbo, si los alcaldes no asumen un papel más activo y proactivo en la defensa de sus municipios, si la ciudadanía no exige transparencia, participación y respeto a la autonomía local, lo que está en juego es mucho más que un presupuesto: es el derecho de los territorios a decidir su propio destino.
Cuscatlán Norte, como los otros municipios del país, enfrenta hoy un futuro incierto. Con recursos reducidos, autonomía limitada y decisiones impuestas desde arriba, el reto para las autoridades locales es mayor que nunca. Pero también lo es su responsabilidad: o asumen un rol activo en la defensa de los intereses de su gente, o se convierten en simples administradores de la pobreza y el descontento.
A un año de la supuesta promesa de un mejor municipalismo; hoy más que nunca, la ciudadanía debe preguntarse: ¿Qué tipo de municipio queremos construir? La pasividad no puede ser la respuesta. Cuscatlán Norte necesita un gobierno local comprometido -no con las decisiones del gobierno central-, sino con la ciudadanía que representa y lo eligió para defender los intereses de sus distritos. Pero se necesita también una ciudadanía despierta, informada y activa en la defensa de sus derechos. Porque la verdadera transformación empieza por reconocer que el poder, el futuro y la esperanza de los municipios reside en su gente, no en la concentración de recursos en estructuras lejanas.
Frente a la opacidad y falta de información pública de parte de la municipalidad y la negativa a rendir cuentas sobre la labor, metas o proyectos ejecutados, queda poco por evaluar durante un año de gestión municipal. Solo queda por esperar las nuevas decisiones y disposiciones del gobierno central, para saber hacia dónde va el norte de la municipalidad.