La importancia de mantener y fortalecer la unidad comunitaria

 

Vivimos en una sociedad que nos ha convencido de que la independencia es el ideal supremo, que la autosuficiencia es sinónimo de éxito y que la unidad es un concepto del pasado. Sin embargo, esta fragmentación de la vida en pequeños grupos aislados ha tenido un costo emocional, social y cultural incalculable. Nos han hecho creer que la pareja o la familia nuclear son suficientes para sostenernos, o peor aún que tu solo puedes y no necesitas de nadie; mientras nos despojan de la verdadera esencia de la supervivencia: el sentido de comunidad y unidad.

El concepto de comunidad va más allá del parentesco o de los vínculos de sangre o convivencia territorial. La comunidad es la pertenencia espiritual a una hermandad que sostiene y nos invita a sostener a otras y otros. Es el espacio donde los roles naturales de la vida se comparten y se rotan, donde los dones individuales encuentran un propósito colectivo, y donde el apoyo y colaboración mutua no son una carga, sino la base de la existencia.

Hoy en día, las madres crían solas, los niños y niñas juegan en solitario y los ancianos son relegados y marginados a la periferia de la sociedad. Nos hemos separado en pequeñas propiedades privadas, persiguiendo la ilusión de la autosuficiencia mientras el sistema económico nos exprime y vende espejitos de colores. Lo natural es agruparnos, compartir responsabilidades y construir juntas y juntos. Mientras unos siembran, otros educan, otros construyen y otros cocinan. En la comunidad la vida es un ciclo de colaboración, reciprocidad y solidaridad continua.

Sin darnos cuenta el individualismo extremo nos ha hecho sobrecargar las expectativas de la pareja y la familia. Creemos que todo el amor que necesitamos debe provenir de estos vínculos, pero sin comunidad, el amor se vuelve escaso, limitado y condicionado. En una comunidad viva, el amor se practica de múltiples maneras: en la crianza colectiva, en la amistad sincera, en el aprendizaje intergeneracional, en la ayuda mutua sin la necesidad de transacciones económicas. En las luchas comunitarias en defensa de los bienes naturales. La comunidad permite que el amor se exprese en todas sus formas, enseñándonos que en la unidad y el apoyo mutuo el peso del mundo y los ataques del sistema son más llevaderos.

El sistema que nos rige ha trabajado sigilosamente para separarnos y desmembrarnos, para hacernos creer que la colectividad es una debilidad, un obstáculo y no una fortaleza. Su discurso nos hace creer que todo lo que tenemos lo hemos logrado solos, que nadie más merece el éxito que tú. Tu primero, y tu después de después. Nos ha sumido en un comercio deshumanizante, en la mercantilización de las relaciones, en la creencia de que la propiedad privada es más valiosa que la conexión humana. Nos ha convertido en consumidores solitarios en lugar de creadores comunitarios. Nos quieren vender un mundo de lucecitas de colores, mientras en nuestras comunidades tenemos un hermoso cielo estrellado. Nos ofrecen progreso y desarrollo mientras nos dividen y despojan de nuestras tierras y bienes naturales.

No olvidemos que el sistema nos quiere divididos y separados. Por eso, cada vez nos lanza motivos y temas para que nos entretengamos en discusiones vacías e intensas que dividen y distraen, mientras ellos avanzan en su voraz  ruta del poder y enriquecimiento.

Es momento de recuperar la tribu, la comunidad. Devolver a las abuelas y abuelos su dignidad como sabios guías, integrar a las niñas y niños en una red donde puedan aprender de múltiples referentes, compartir la vida con hermanos y hermanas más allá de la sangre. Es el tiempo de las juventudes organizadas. No se trata de un retorno romántico o idílico al pasado, sino de una necesidad urgente para enfrentar el futuro con resiliencia y esperanza.

Es de vital importancia recordar que se deben de seguir fortaleciendo la convivencia, desde comunidades rurales y urbanas, organizaciones y redes de apoyo solidarias. Es importante seguir compartiendo, reparando, construyendo y aprendiendo juntas y juntos, criando y cuidando nuestras niñas y niños en entornos colectivos, y sobre todo generando y fortaleciendo los espacios de dialogo. Debemos continuar nuestras luchas colectivas y comunitarias por recuperar la agro ecología, la economía local colaborativa y solidaria. Estas son fortalezas con las que debemos resistir, pues aunque el sistema intente dividirnos, la esencia de la comunidad seguirá sobreviviendo y resistiendo ante los ataques por separarnos y dividirnos.

El desafío es resistir los ataques y la fragmentación impuesta y construir nuevas formas de comunidad. La comunidad no es solo una estructura social, es una forma de vida, un acto de amor continuo. Y en un mundo que nos quiere divididos, separados y aislados, recuperar el sentido de comunidad es un acto revolucionario y de resistencia necesario y urgente.

En tal sentido debemos de volver nuestra mirada en aquello que nos une y no en aquello que nos separa. Los tiempos exigen unidad comunitaria. Necesitamos fortalecer nuestras comunidades y su sentido organizativo que nuestros abuelos y abuelas nos enseñaron. Es momento de unir fuerzas, talentos, habilidades y conocimientos para ser resilientes y enfrentar los avatares del mundo en unidad en comunidad.

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