Osiris Flores: música, resistencia y el legado de un maestro en Suchitoto

Nació dos veces, primero en 1968 como Marvin Antonio Flores y luego como Osiris Flores en medio de un combate en 1984. Es originario del cantón Montepeque, de Suchitoto. Su vida ha sido una sinfonía de luchas, aprendizajes y dedicación. Su historia es la de un trovador que encontró en la música un camino para sanar y compartir.

Trabajar en la enseñanza de la música ha sido para mí algo que siempre me ha gustado, porque una de las grandes convicciones que yo aprendí en el proceso de la guerra fue el hecho de compartir”, Osiris Flores.

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Aunque en un principio no pensaba en enseñar, el destino lo llevó a compartir sus conocimientos. No fue hasta que conoció a Hermana Peggy O’Neill y a Fabiola Bernardo que encontró su verdadero hogar en la enseñanza musical. Desde el año 2011 trabaja como maestro de guitarra y canto en el Centro Arte para la Paz. “No sé si lo que yo buscaba me buscaba, porque todo se dio de una manera muy coincidente”, dice Osiris con la serenidad de quien ha encontrado su camino. 

Su método de enseñanza es tan sencillo como profundo. Evita usar los tecnicismos y prefiere conectar con las emociones de sus alumnos. Sabe muy bien que la música es un refugio y un medio de expresión para quienes buscan ser escuchados. Osiris ha aprendido a escuchar antes de enseñar: “Aquí tuve muchos niños que tenían problemas”, recuerda con la sensibilidad que lo caracteriza. 

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Pero su enseñanza va más allá de la música. Para Osiris, el arte y la música misma son herramientas para lograr la transformación social. Sus canciones no solo hablan de amor, sino de ternura, solidaridad y cambio. “El aprendizaje es un proceso largo, hay que sudar para ver resultados, pero lo importante es que cada uno camine en su propio viaje”, agrega. 

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Una de las historias que más lo ha marcado fue la de una mujer que, tras perder a su hijo a consecuencia de la violencia, encontró en las clases y las palabras de Osiris un refugio. “Nunca aprendiste a tocar guitarra, pero estás bien, sana. Eso es lo importante”, fueron las palabras que le dijo cuando la vio años después. En ese momento comprendió que su misión va más allá de la música. 

En un mundo que va de prisa, Osiris ha aprendido que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino también acompañar, escuchar y sembrar semillas. “Al final, no sé si aprendieron a cantar o tocar, pero sé que algo se llevaron y cuando algo pasa, seguramente hay vida”. Él no solo es un maestro de música, es un testimonio de resistencia y convicción de que, a través del arte, se pueden transformar vidas. 

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La música ha sido su canal para llegar a las juventudes dentro y fuera de Suchitoto. Según Osiris, los jóvenes necesitan aprender a escuchar, leer con conciencia, a sentir el mundo con sensibilidad. Su labor ha dejado una marca imborrable en muchos de sus alumnos, como Karen Hernández, una joven multi instrumentista que ha encontrado en la música su voz y su identidad. 

Yo nunca les digo qué deben cantar”, afirma. “Les enseño a usar la herramienta, y ellos construyen con lo que más les parezca, lo que más entiendan”.

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Para él, la función de la música es dignificar, sensibilizar y transformar. Recuerda con emoción las veces que ha llevado su música a comunidades como Zacamil, donde sobrevivientes de masacres lo han escuchado cantar en un acto de memoria y sanación. “Ir a cantar a ese lugar ha sido significativo para mí”, confiesa. Su sueño es cantar en el cantón San José Palo Grande. 

A sus 56 años, reflexiona sobre el papel de las artes en la lucha social. “La música convoca a sentir, a cambiar, a luchar”, dice. 

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También, regala libros a los jóvenes con la esperanza de que aprendan a leer con conciencia. Uno de los proyectos que más le entusiasma es la Mediateca del Centro Arte para la Paz, pues es una iniciativa que busca acercar el conocimiento a las juventudes a través del acceso a recursos culturales. “Si logramos que un joven lea un libro con pasión, ya hemos ganado mucho”. 

Osiris sueña con grabar un disco con algunas canciones que hablen sobre memoria histórica; y terminar su libro llamado ‘Guazapa en la mirada de un niño’, el cual recoge las historias de los niños de la época de la guerra. “Como legado pienso dejar que alguien en el futuro diga: ‘esta canción me la enseñó aquel señor que había sido guerrillero pero que después se volvió bien pacífico’”. 

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La música es resistencia y memoria. “Reconstruir, reparar, restaurar, reconciliar… todo eso es difícil, pero es lo que realmente importa”. Con su guitarra, su voz y su pasión por la enseñanza, Osiris ha sembrado semillas de arte con conciencia en Suchitoto. 

Por Carolina Mena

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