Por Pedro Antonio Escalante Arce. (Academia Salvadoreña de la Historia).
En el cálido y pedregoso valle de La Bermuda, a unos 10 kilómetros al sur de Suchitoto, se encuentra el sitio arqueológico Ciudad Vieja, el lugar donde se estableció la primera ciudad de San Salvador en 1528. Los restos arqueológicos comprenden un área de 45 hectáreas de las cuales 35 forman el trazo urbano consistente en una cuadrícula donde se puede apreciar la Plaza Mayor y de donde surgen las calles principales. También, son visibles en la superficie lo que fueron solares de españoles así como impresionantes rasgos arquitectónicos que incluyen el cabildo de la ciudad, algunas garitas, plataformas elevadas y un puesto de vigilancia ubicado en un lugar estratégico. Este primogénito San Salvador en el valle de La Bermuda fue la primera ciudad hispanoamericana en lo que ahora es El Salvador y su importancia actual radica en su excelente estado de conservación y el corto período que fue habitada (1528 – 1545), por lo que se convierte en el sitio histórico más importante en nuestro país y con un potencial arqueológico sin precedentes para conocer nuestro pasado.
La fundación de este San Salvador del siglo XVI fue el resultado del expansionismo imperial español en América. Los españoles veían a la ciudad como una llave del Imperio, por lo tanto empezaron a fundar nuevos pueblos y ciudades en una escala inimaginable por europeos desde la disolución del Imperio Romano. En menos de cien años, se fundaron más de doscientas ciudades en el Nuevo Mundo, extendiéndose desde México hasta Patagonia (Solano 1990). San Salvador fue parte de este proceso de colonización.
Mientras duró su ocupación, la villa tenía una población multiétnica y la relación entre los diferentes grupos humanos fue un proceso complejo que amerita estudios profundos. Hasta ahora los documentos históricos y la arqueología nos demuestran que en esta ciudad la habitaron unos pocos cientos de españoles probablemente en su mayoría originarios de Andalucía y Extremadura. Sin duda, el grupo más numeroso y variado culturalmente estuvo compuesto por nativos americanos que acompañaron y ayudaron a los españoles en la conquista. Cuando Alvarado dejó Tenochtitlan en 1523, sus tropas estaban compuestas por cholutecas, xochimilcos, texcocanos y huejotzingas, aunque en este punto la mayoría eran tlaxcaltecas y mexicas. Al pasar por Guatemala, los cakchiqueles se unieron al ejército español. La población en San Salvador probablemente incluía a todas estas etnias, que se diversificó más con la inclusión del grupo local: los pipiles, quienes sin duda jugaron un papel importante en el ambiente urbano. Los negros africanos también estaban presentes en San Salvador. Según el historiador Robert Chamberlain (1956) cuadrillas compuestas de nativos y esclavos negros viajaban de San Salvador hasta Honduras para explotar las minas de oro.
Si consideramos a la arqueología y la historia como ciencias sociales que ayudan a reforzar nuestra identidad, se hace evidente la importancia de estudiar la forma en que se fundamenta el origen de la identidad salvadoreña en Ciudad Vieja. Aunque muchos investigadores intentan sobredimensionar la influencia prehispánica presente en nuestra identidad actual, la gran mayoría de salvadoreños somos el resultado de una hibridación étnica, no solamente biológica sino también material. Este proceso inicia en el siglo XVI con Ciudad Vieja como el punto focal y generador de esta hibridación (o mestizaje si se prefiere llamar así).
El colonialismo es un fenómeno donde predomina la imposición cultural, creando un marco de relaciones desiguales en el que muchas veces el conflicto es el resultado. Actualmente, es bien aceptado que el colonialismo español fue una negociación de poder continua y dinámica entre los muchos grupos que conformaban la población colonial española (Jamieson, 2000). La relación entre españoles e indígenas era una posición extrema de relaciones de poder ya que involucra conflictos en muchos aspectos de la vida colonial. La estructura en las ciudades coloniales involucró un claro establecimiento de una sociedad jerarquizada con dominación diaria, así como imposiciones por el grupo dominante dentro de un marco de significado dinámico y cambiante con el objetivo de “legitimación” ideológica y aceptación (Hodder, 1986).
Para la arqueología, las ciudades como Ciudad Vieja son los mejores objetos de estudio para entender las interacciones entre conquistadores y conquistados. La ciudad colonial se convierte en un elemento importante debido a que sus políticas en la toma de decisiones son más transparentes que en otras ciudades y los elementos estructurales están claramente definidos. Esto es especialmente cierto en los asentamientos hispanoamericanos durante los primeros años de la colonización ya que tenían fuertes objetivos políticos y sociales, siendo elementos ideales para estudiar las expresiones de dominio.
Las políticas de decisión por parte del grupo controlador llegaron a ser fuertes, directas y más transparentes cuando la ciudad y sus instituciones se ven amenazadas por un grupo mayor de una etnia diferente, como fue el caso de los nahua-pipiles. El despliegue de poder necesita ser fuerte y claro para mantener influencia y control sobre los grupos subordinados. Aunque el contacto entre españoles y nativos fue un proceso transcultural de dos vías en que los españoles influenciaron a los indígenas y viceversa, la arqueología ha demostrado el establecimiento de fronteras sociales como resultado del conflicto entre grupos con diferentes orígenes, y el predominio de la cultura material española es evidente en la mayoría de los casos como son: arquitectura, urbanismo, lenguaje, religión, tecnología, etc.
En el último siglo, ha predominado la corriente hacia la efectiva y definitiva descolonización, pero a pesar de esto, la ramificación y pensamientos de prácticas coloniales están tan arraigados que ameritan continuas y futuras interpretaciones. Esto es especialmente cierto si consideramos que la arqueología y la historia son dos disciplinas sociales que ayudan a formar nuestra identidad.
En América Latina, el respeto al pasado debe incluir aceptar y comprender la etapa del colonialismo. La posibilidad de resolver nuestros conflictos sociales actuales dependerá de nuestra comprensión de cómo la semilla colonizadora fue plantada y la influencia que ha tenido en la formación de nuestra identidad salvadoreña.
Texto cortesía de la Academia Salvadoreña de la Historia
Pedro Antonio Escalante Arce. Abogado, ensayista e historiador salvadoreño. Gran parte de su vida la ha dedicado a investigaciones históricas como Ciudad Vieja.
Tomado de: http://www.laprensagrafica.com/el-salvador/social/174379-ciudad-vieja-arqueologia-e… 25/02/2011