Repetidamente hemos visto como Suchitoto se identifica como la capital de la cultura en El Salvador, un título que enorgullece a muchos y que, parece bien merecido. Con su rica historia, eventos artísticos y espacios dedicados al arte y la cultura, este pequeño pueblo resurgido después de los años de conflicto armado ha sido un punto de referencia para el turismo cultural y un lugar donde las tradiciones y el arte conviven de manera natural. Sin embargo, algo que debería inquietar a la ciudad ocurrió: el cierre de la biblioteca y la casa de la cultura. Dos espacios culturales que han sido cerrados y que han pasado casi desapercibidos, sin generar mayores reacciones ni preocupación entre la ciudadanía.
Este silencio e indiferencia plantea preguntas profundas sobre el valor y significado que realmente le otorgamos a la cultura y nuestra capacidad para defenderla frente a decisiones que la ponen en peligro. ¿Por qué la ciudadanía no reacciona ante decisiones que afectan directamente el corazón cultural de la ciudad? ¿Cuál es el lugar real que ocupa la cultura en nuestra vida cotidiana?
¿Por qué nos es indiferente el cierre de la biblioteca y casa de la cultura?
Esta indiferencia parece surgir de una desconexión entre la noción idealizada de cultura y el entendimiento real de lo que significa mantener y sostener los espacios que la albergan. Para muchos, la cultura se ha reducido a “algo cool” a una postal, un evento, un festival, una fachada que atrae turistas. En este contexto, las bibliotecas y casas de la cultura se presentan como espacios anticuados que ya no tienen relevancia. Pese a que son símbolos vivos de conocimiento, memoria, creatividad y resistencia. Se cerraron y su cierre debió haber encendido una alarma general en el corazón de la ciudad, pero en lugar de eso, nos encontramos con la indiferencia, la apatía y un profundo silencio.
El cierre de la biblioteca y la casa de la cultura debió haber sido un llamado de alerta para toda la ciudadanía. Estos espacios no solo albergan libros o actividades artísticas; son pilares de la memoria colectiva, refugios para el pensamiento crítico, y baluartes de la identidad comunitaria. Sin embargo, la respuesta ha sido la indiferencia y el silencio. Pareciera que en una ciudad que se enorgullece de su historia artística y cultural, la cultura ha sido relegada a la indiferencia y apatía, frente a espectáculos y eventos masivos que, aunque también necesarios, no cumplen el mismo papel en la preservación del legado de Suchitoto.
¿Qué estamos entendiendo por cultura?
El concepto de cultura en Suchitoto parece haberse reducido a festivales, presentaciones y eventos sociales que, si bien son importantes, no representan toda la riqueza cultural de una ciudad. ¿Será que nos hemos dejado llevar por el espectáculo y la apariencia, perdiendo de vista que la cultura es también crítica, memoria, historia, y educación? Si valoramos más los eventos vistosos que el mantenimiento de espacios dedicados a la formación intelectual y artística, estamos contribuyendo a la superficialidad de lo que significa ser la “capital de la cultura”.
La indiferencia ciudadana: ¿desinterés o adormecimiento?
Este cierre también pone de manifiesto una pregunta más inquietante: ¿por qué la ciudadanía ha guardado silencio? ¿Es un signo de desinterés, apatía o quizá una estrategia del poder para adormecer nuestras preocupaciones? El hecho de que no reaccionemos ante decisiones que erosionan la base cultural de la ciudad indica que tal vez hemos sido condicionados a aceptar lo efímero sobre lo esencial, a priorizar el entretenimiento sobre la reflexión y la memoria. A menospreciar el pasado sobre el presente. A ponderar lo cool sobre la cultura.
¿Por qué debería importarnos?
Debería importarnos porque una ciudad sin espacios de memoria y cultura es una ciudad que se condena a la pérdida de su identidad. Las bibliotecas no son solo lugares donde se almacenan libros; son refugios para el pensamiento crítico, el aprendizaje intergeneracional y la reflexión sobre quiénes somos y de dónde venimos. Las casas de la cultura no solo eran escenarios para talleres, sino espacios de resistencia, donde se protegen y promueve la cultura comunitaria y las raíces culturales que dan forma a nuestras vidas.
Cuando permitimos que estos lugares se cierren sin cuestionar, estamos cediendo terreno a la banalidad. Al final, la pregunta no es solo por qué se cerraron, sino por qué nosotros, como comunidad, lo permitimos sin alzar la voz y decir nada. Nos debería preocupar más invertir en la preservación y promoción de estos espacios que en el simple entretenimiento pasajero. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de convertirnos en una ciudad que, aunque se llame a sí misma «capital de la cultura», no está entendiendo ni defendiendo lo que la cultura realmente significa.
Parece que debemos de tener cuidado de no solo invertir en espectáculos, sino también en mantener los espacios para la memoria y la cultura, y no ser seducidos por la inmediatez y el brillo efímero del entretenimiento y el espectáculo. Porque es precisamente en tiempos de crisis cultural que debemos recordar que la verdadera riqueza de una ciudad no se mide por el número de eventos que organiza, sino por la solidez de sus instituciones culturales y la capacidad de su ciudadanía para defenderlas.
En Suchitoto, debemos reflexionar sobre las decisiones que tomamos y las prioridades que establecemos. Si queremos seguir siendo una ciudad que se enorgullece de su cultura, debemos proteger y revitalizar los espacios que la nutren y la sostienen. De lo contrario, corremos el riesgo de convertirnos en una ciudad vacía, donde la cultura es solo una fachada, sin sustancia ni profundidad. Un escenario para la cultura sin cultura.
El cierre de la biblioteca y la casa de la cultura es un duro golpe a la memoria, a la identidad y a la capacidad de Suchitoto para seguir siendo un faro de cultura y resistencia. Es hora de despertar y defender lo que realmente importa. Recuerde la cultura es mucho más que espectáculos. Es memoria, resistencia, y educación. El silencio es permitir que nuestra historia se diluya en el olvido.
1 comentario en “¿A alguien le importa el cierre de la biblioteca y casa de la cultura?”
Suena duro pero es cierto, a nadie, nadie le importa, recuerdo que protestó mas la gente cuando se llevaron a los chuchos de las calles, que hoy que cerraron la casa de la cultura. Es una vergüenza como el pueblo a perdido sus origines y su esencia, todo por seguir lo que diga un señor.
Muchas personas pasamos por la casa de la cultura y nos beneficiamos o participamos de sus actividades. Doña Aracely a sido una gran persona que siempre anduvo viendo como muchos niños participaran en los talleres que se daban. Luego aparecieron el teatro de las ruinas, el centro arte para la paz, esartes y empezaron a unirse al trabajo de la casa de la cultura. Es una lástima que hoy olvidemos todo eso, y no recordemos como este lugar ayudo al pueblo por muchos años. Hoy como existen esos estupidos teléfonos ya la gente se cree que no necesita de la casa de la cultura ni la biblioteca. Gente mas estupida.