En los años previos al conflicto bélico de nuestro país, fuimos obligados a salir de nuestro amado Suchitoto, por amenazas recibidas de los escuadrones de la muerte que operaban en la ciudad. Los motivos eran por nuestro apoyo ideológico y colaboración económica al movimiento social-revolucionario en sus inicios. Es así, como tuvimos que abandonar nuestro pueblo, para preservar la vida de nuestra familia, trasladándonos a San Salvador.
Algunos meses después salimos definitivamente de nuestro país al exilio, a iniciar una nueva vida en otro país.
Terminado el conflicto, años después regresamos a nuestro pueblo en cuatro ocasiones. Fue en nuestra última visita -en noviembre de 2016- cuando vivimos nuestra muy agradable experiencia, recorriendo en lancha, algunas partes del lago Suchitlán. Ocasión en la cual, escribí este segmento de nuestras vidas, visitando La isla de los pájaros. Relato en el cual pongo a volar mi imaginación, esperando que sea del agrado de los lectores y tomen en cuenta que mi relato, solamente es eso… Un relato y nada más.
«La Isla de los pájaros»
En nuestro reciente viaje a Suchitoto, el día miércoles 28 de diciembre de 2016, mi esposa Almira o Milita Herrera y yo, decidimos visitar el puerto San Juan; y con el deseo de descubrir nuevas tierras en las lejanías del Lago Suchitlán. Rumbo a la aventura, nos embarcamos en una Carabela llamada «La Santa Lucia» y zarpamos del puerto, con solamente la guía de un capitán que conducía aquella Carabela.
—Navegamos no sé cuánto tiempo, con suficientes provisiones para varios días, hasta llegar al umbral de un túnel que nos condujo al pasado… divisando a lo lejos nada más los cerros de lo que fueran las fértiles tierras del Valle San Juan, Platanares, Las Peñas, y el Cerro San Pablo en el cantón El Tablón… Más hacia el Nor-oriente de nuestra ruta, sobresalían los cerros de Chalatenango, los pueblos de San Francisco Lempa, Areneros, Azacualpa y los cantones nuestros de Copapayo, Trinidad, y el bello pueblo San Luis del Carmen.
—De repente mientras navegábamos y ante nuestros asombrados ojos, las aguas comenzaron a agitarse de una forma salvaje, peligrosa y atemorizante, que ladeaban de un lado a otro nuestra embarcación y amenazaba con hundirla en aquel mar de aguas turbulentas y dulces de un fino cristal.
-Luego, escuchamos un fuerte estruendo, como un trueno o retumbo que venía de las entrañas de la tierra bajo el agua; y sorpresivamente pudimos ver que de las profundidades de aquellas enfurecidas aguas, comenzó a surgir una gran isla cubierta de toda clase de vegetación; infinidad de árboles frutales, mangos, nísperos, marañones, nacaspilos, pepetos, paternas, anonas, cincullas, guanabas, guindas, zapotes colorados, sunzapotes, zapotillos amarillos, caimitos, copinoles, higos de piña, motates, tapaculos, jocotes, matasanos, mamones, aguacates, aceitunas blancas y moradas, nances, pitahayas, caragos, ujushtes, güisamperes, manzanitas pedorras, matas de guineos manzanos, morados, de seda, majonchos, granadillas, sandias, melones y no sé cuántas variedades más.
-Al poco tiempo de surgir aquella bella isla, del azul cielo bajaron en bandadas miles y miles de aves de todas las especies y se posaron sobre aquella inmensa vegetación, águilas, azacuanes, ruiseñores, chios «Cristo fué», querques, guacalchias, chereques o pájaros carpinteros, urracas, clarineros, zanates, pijuyos, arroceros, zopilotes, zonchiches, loras, pericos, patos, patos cuches, gansos, garzas, flamencos, Martin pescador, gavilanes, codornices, chiltotas, tortolitas, torogoces y miles más.
-De pronto, de forma sorpresiva y con toda pompa de un rey, bajó de los vientos y se posó sobre una inmensa playa, orgulloso, elegante, erguido e imponente, un Rey Zopilote con todo su séquito de seguidores y de su oscura corte imperial, acompañado de su harén o harem de bellas, elegantes, piernudas y curvilíneas Zopilotas, cubiertas con finas y transparentes telas, que dejaban a la vista y a la perversa imaginación, aquellas bellas, y delicadas figuras corporales de femeninas zopilotas.
-Fue un espectáculo maravilloso jamás visto por ojos humanos; y por aquella inmensa alegría y gran cantidad de aves que llegaron, bajadas del cielo, por sus grandes bellezas naturales, creímos que ese lugar debería ser llamado LA ISLA DE LOS PAJAROS, nombre que con el pasar de los años aún perdura, y perdurará, por los siglos de los siglos, Amén.
–Por J. Raúl González. Ciudad de Northridge, Los Angeles CA.
Fotografías: Nelson Melgar