“Porque no dejaras mi alma en el sepulcro, ni permitirás que tu santo vea corrupción” Salmo 16.
Cada quien con su fe y tradiciones acude el dos de noviembre a coronar a sus difuntos. Esta fecha es precedida por el vuelo al sur de manadas de azacuanes que anuncia que el invierno está finalizando y en muchos hogares manos artesanas preparan artísticamente coronas y cruces de flores, las cuales serán colocadas como ofrenda sobre tumbas, lapidas y monumentos a los deudos que reposan en el cementerio (del griego dormitorio; los cuerpos duermen hasta el día de la resurrección).
Las calles aledañas al cementerio de Suchitoto se llenan de un comercio propio de esa fecha, ahí parroquianos ofrecen coloridas flores parafinadas y naturales, coronas, publicidad de funerarias, empiñadas y hojuelas cuya olorosa miel se mezclan con el penetrante aroma de las coronas de ciprés y nardos. Y entre un murmullo de saludos va entrando al camposanto una camándula de pobladores que año con año llegan a rendir tributo a sus deudos.
Mientras uno se acerca a las tumbas que va a enflorar escucha en una lápida que rezan “La Salve”, sobre otra recitan algún Salmo, frente a una cruz interpretan canciones populares. “Amor eterno”, “Un puño de tierra”, “Cuál d ellos dos amantes sufre más pena” y mirando al cielo más de alguien exclama: “Más allá del sol yo tengo un hogar, hogar dulce hogar, más allá del sol” todo esto como parte de la esperanza e idiosincrasia de nuestra gente, creándose en ese lugar un ambiente que mezcla risas, lagrimas, suspiros, recuerdos y silencio.
La caridad cristiana incluye la obra de misericordia de enterrar a los muertos. La fe cristiana refuerza la dignidad de los difuntos que han sido templo de Dios y que Él les resucitara al final de los tiempos.
Por ello al hacer un recorrido entre coloridas cruces, mausoleos modernos, tumbas abandonadas y lapidas recién pintadas se encuentran variedad de epitafios desde: “QDDG”, “QEPD”; hasta tributos de agradecimiento y fe como: “Gracias por darnos la vida”, “Vivirás en nuestro corazón”, “Madre que la tierra te sea leve”, muchos teniendo en cuenta lo que dice 1-Te 4.13 “Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con El a los que durmieron en Jesús”
La fe y devoción llevan a cientos de personas a decorar las tumbas de familiares y amigos, esto como un recuerdo, un agradecimiento o una ofrenda de caridad a quienes independiente de su edad han trascendido de la vida terrenal. Plutarco decía: “La muerte de los jóvenes constituye un naufragio; la de los viejos es un atracar en el puerto”.
Ahí se ve a Imelda Artiga que con primor lleva a colocar flores en la tumba de su madre y hermanos, a doña Lina Escobar de Martínez con un guacal lleno de “flores de jardín” que trae desde el cantón Palo Grande como tributo a la lápida donde moran sus padres, su esposo, hijos y sobrinos. De igual manera llega la familia Alas a dar un toque de distinción a la tumba de su familia o don Alfredo Pérez con su tradicional ramo de narcisos a colocarlos a la tumba de su esposa y don Orlando Rodríguez con un manojo de mirto y recedo a poner en la tumba de su madre. Séneca dijo: “No han hecho más que adelantarse en el camino”
En el 2010 la alcaldía construyó a la entrada del cementero un monumento para honrar a los desaparecidos durante el conflicto armado – independiente víctimas de que bando fueran – para que sus familias tengan donde colocar una flor o elevar una oración en su memoria. “Juan Ramón, el carbonero, como único capital tuvo dos hijos varones. Uno se volvió artillero de la unidad de cañones de la Guardia Nacional. El otro se hizo guerrillero. Dos cruces en la neblina. Todos, todos duermen en la colina” (Waldo Chávez poeta salvadoreño)
Es estos días el panteón luce colorido -aun a pesar de una que otra tradicional llovizna- está por así decirlo, vestido de fiesta. Una festividad que genera comercio para muchas familias a través de los adornos, y los servicios que un racimo de jóvenes y adultos con pintura, brocha y escoba en mano, ofrecen para renovar cruces y lapidas y epitafios a cambio de unos dólares.
Para muchos desde su creencia religiosa, este día de Finados les permitirá en el cementerio rendir un homenaje o realizar un rito que en tiempos de pandemia no pudieron hacer a sus seres queridos al momento de su muerte. San Agustín decía: “Una flor sobre la tumba se marchita, una lagrima se evapora, pero una oración por su alma la recibe Dios”.
Desde el periódico La Gaceta hago el llamado a quienes asistan a enflorar al cementerio, tener presente las medidas preventivas como no dejar floreros con agua para evitar criaderos de zancudos, así como los protocolos de higiene que se deben de cumplir. La municipalidad ha hecho la buena labor de renovar la pintura y una limpieza general, hay que contribuir al cuido del patrimonio edificado suchitotense como es el cementerio.
Cuando uno se despide del panteón viene a la mente aquel verso cantado por Chavela Vargas: “No sé qué tienen las flores del camposanto, que cuando las mueve el viento parece que están rezando, parece que están llorando”
Que el alma de nuestros fieles difuntos descanse en paz. Así sea.
Por Elmer Martínez.
1 comentario en “Día de los fieles difuntos: tradición, fe y comercio”
Muy interesante reseña del campo Santo de Suchitoto y tú muy bien lo describe que hace que uno que está lejos sienta que está en este momento compartiendo un momento de oración. Felicitaciones y una oración por todos los que se han adelantado en el camino que todos caminaremos un día.