A orillas del lago Suchitlán encontramos una pequeña colonia, Santa Fe se llama, donde residen aproximadamente 36 familias, en su mayoría mujeres y niños. Para llegar al lugar, desde el centro de Suchitoto, es necesario transportarse en una mototaxi, bicicleta o vehículo, pues haciéndolo a pie el trayecto es largo. En esta colonia el incandescente sol abraza a sus habitantes bajo los techos de láminas de las viviendas improvisadas que cada familia ha construido. Quienes la visitan la han mal apodado “el maldeorín”, y es que para entender las razones del por qué es llamada así solo es necesario estar en el sitio unos cuantos minutos.
Santa Fe está marcada por la pobreza, sin viviendas dignas, mal estado de sus calles y lo más preocupante: sin derecho humano al agua potable y saneamiento. Esta es una de las colonias de Suchitoto donde nunca sus habitantes han tenido acceso domiciliar al bien líquido, una evidente desigualdad social que limita una vida digna para la población que ahí reside.
La Gaceta Suchitoto visitó esta colonia para conocer las condiciones de vida de sus habitantes, ahí nos recibieron Angélica, Esperanza y Beatriz. Las mujeres han sido las principales afectadas por la falta de agua potable en sus viviendas, al ser ellas, por las desigualdades de género, las responsables de las labores domésticas y de cuidado no remuneradas; expresaron las dificultades por las que han tenido que atravesar durante años por no tener agua en sus hogares y las alternativas que han encontrado para que el vital líquido no le falte a sus familias.
Una de las soluciones inmediatas que las mismas mujeres han dado al problema ha sido el uso del agua del lago Suchitlán para cumplir con los trabajos del hogar, mientras que para consumo, se desplazan a traerla hasta el centro turístico San Juan. “Nos afecta bastante no tener agua. A las mujeres nos toca halarla en lancha”, dice Esperanza. Buscar quien les regale agua e ir a traerla ocupa gran parte de las jornadas diarias de las mujeres lo que les impide realizar otras actividades. “A veces nos quedamos sin agua para tomar porque no nos queda chance de ir a traerla porque nos queda lejos”, agrega.
La situación ha obligado a que los niños y niñas también tengan que asumir una responsabilidad que no les corresponde y hasta han tenido que sufrir humillaciones en la búsqueda de agua para consumo, “los niños vienen de la escuela y les toca ir a halar el agua para tomar hasta el turicentro (…) anterior nos negaban el agua, hoy ya no, pero hubo personas que no querían que llenáramos las botellas, si hay mangueras puestas se enojan que las quitemos y a los niños los han tratado mal cuando llegan porque prácticamente todos los días vamos a traer agua. Viera que difícil no tener agua, a veces no hay ni para el café es triste tener las cuchumbitas desocupadas y no tener donde ir a traer”, señala Esperanza.
Esa recolección de agua es solo para su consumo, pero recordemos que tiene diferentes usos en el hogar. Durante la época de invierno utilizan el agua lluvia para bañarse, lavar ropa, trastes, etcétera; en verano han tenido resolver sus actividades domésticas con agua del lago, lo que pareciera ser una buena opción, sin embargo, es conocido por todos de su contaminación por basura, malos olores y que por temporadas se torna de un color verdoso que hace imposible que se pueda utilizar siquiera para lavar platos, mucho menos para el aseo personal pues ya han tenido complicaciones de salud y enfermedades en la piel.
“El agua del lago ahorita está muy verde, eso nos afecta a nosotras como mujeres, no se puede usar porque hasta nos puede hacer daño y da picazón el agua así y nosotras de mujeres ya no queremos estar así”, menciona Beatriz.
Nuestra visita coincidió con el momento en el que las mujeres se encontraban recolectando agua. Desde sus viviendas y con cántaros en mano caminaron hasta la orilla del lago para acarrearla, procurando no moverla tanto para evitar que esta llevara una gran cantidad de musgo. En sus casas usan un colador como filtro para “purificar” el agua que han llevado.
Bajo el sol de la tarde, Esperanza se preparaba para ir a lavar ropa, llevaba cinco guacales, todos de diferentes tamaños, jabón, detergente, lejía y varias prendas de vestir. Salió de su casa con los guacales en su cabeza y era acompañada por sus dos perros. En la orilla del lago hay una base de madera que es usada como lavadero. Ella dice que le resulta más fácil lavar directamente sobre las aguas del Suchitlán a estar llevando agua en un cántaro hasta llenar su pila.
La falta de acceso al agua potable domiciliar, en los sectores más vulnerables y marginados de la población, elimina los servicios básicos del derecho humano al saneamiento, es decir, de este depende la salud y bienestar de las personas, independientemente de los ingresos económicos; no gozar de este derecho implica enfermedades de la piel, parásitos y otros.
Por ahora las mujeres de la Colonia Santa Fe están a la espera de que el gobierno local, instituciones gubernamentales u organizaciones sociales les ayuden a resolver el problema de la falta de acceso al agua potable domiciliar, a través de un proyecto que ayude a disminuir las desigualdades sociales y de género que giran en torno al derecho humano al agua y al saneamiento. Una verdadera deuda histórica para las habitantes del lugar.