Todos los días con una sonrisa y entusiasta camina por las calles empedradas, acompañada de su cesta gris una señora que con más de 60 años porta mucha historia y experiencia en el área del comercio porque ha dedicado toda su vida al emprendedurismo. Viene de una familia también comerciante, su papá Juan Quintanilla tenía un almacén en Chalatenango y su mamá Irene Gil vendía carnes y verduras en canasto. Ella es Julia Gil y hoy nos cuenta como ha sido este caminar durante más de 40 años de ser comerciante.
Allá por los años 70, Julia era una joven que vivía con su pareja en una casa cerca de la primera gasolinera de Suchitoto, en ese momento ella se encargaba de las tareas del hogar, pero con el tiempo deseaba de alguna manera colaborar con los gastos de su casa. Es así como don Jorge Padilla esposo de doña Julia le llevo materiales para que elaborara atole shuco y pudiera vender con los vecinos “Yo me acuerdo que le dije que no podía a hacerlo, pero él me dijo que la mamá de él me enseñaría y yo rápido aprendí” comenta Julia tras recordar como inicio con la venta. De esta manera es como la elaboración de atole de shuco se vuelve su primer producto elaborado por ella, lo cual comenta que fue todo un éxito, ya que cada día debía hacer más cantidad porque la demanda crecía.
Gracias a la venta de atole shuco Julia relata que pudo comprarse su primer cocina de gas, “un señor andaba vendiendo en la calle y yo siempre había querido una cocinita, pero me faltaban 5 colones, fui donde una vecina para que me lo prestara yo le dije que de la venta del siguiente día se los iba a dar, ella muy amablemente me los regalo, y así tuve mi primer cocina” relata Julia.
Años después se convierte en mamá de una niña de piel blanca y rizos castaños quien hoy es su hija mayor Sandra Padilla quien recuerda que su mamá vendía mango picado y naranja pelada en una mesita que colocaba cerca de donde hoy es Arte Añil, mientras ella se entretenía en una caja de cartón.
Julia y su esposo anduvieron por muchos años alquilando casas, una de muchas fue cerca del Hospital Nacional de Suchitoto y el cementerio, en ese tiempo estaban dando lotes para poder hacer sus casitas y ellos construyeron ahí una casita modesta de un cuarto y un corredor pequeño gracias a un dinero que les dio un familiar y al poco dinero que entre ambos habían obtenido del trabajo. Fueron la primera familia en ese lugar en mandar a poner electricidad. “Yo le pedía al Santísimo que me ayudara a tener mi casita propia y gracias a Dios se me concedió” exclama Julia en tono de agradecimiento.
Tras las tareas del hogar y cuidar a su pequeña hija a ella ya no le quedaba tiempo de salir a vender es así como se ve en la necesidad de tener un a venta en su casa para poder generar ingresos y se le ocurre la idea de vender huevos, “yo comencé mi tienda con medio ciento de huevos” recuerda Julia con mucha nostalgia. Su esposo le consiguió medio ciento de huevos y fue su primer producto de tienda que tuvo. Poco a poco los vecinos le fueron pidiendo más cosas y es así como luego vendía también azúcar, arroz, sal. La tiendita fue haciéndose cada vez grande que tuvo que comprar un estante porque su mesa no le era suficiente.
Años más tarde Julia se convierte en madre por segunda vez de otra niña a quien llamó Ana Claribel Padilla quien lamentablemente muere a sus 42 años a causa de una enfermedad crónica que sufría desde los 12 años.
En los años 80 cuando estaba la guerra en su mayor etapa Julia y su pequeña familia se vieron obligados a abandonar su casita, ya que estaban atacando a civiles y esa zona estaba siendo afectada, por lo cual don Arnulfo Padilla, tío del esposo los lleva a vivir en la casa donde él residía que es donde hasta la fecha vive Julia, en una casa frente al amate en el Barrio Concepción.
Su pequeña tienda también se traslada con ellos y cuenta que en el árbol de amate sacaba la mesa y el pequeño estante todos los días, su tienda creció aún más, en esa zona era una calle principal y había más fluidez de personas. Tiempo después quien era dueño de la casa le permitió que pusiera su tienda en una sala que estaba a la orilla de la calle, frente al amate. Y es aquí donde Julia hizo crecer y multiplicar muchísimo su tienda paso de tener una mesa y un estante a tener estantes grandes, mesas, vitrinas y más. Ella vendía verduras y todo tipo de productos de primera necesidad, durante la guerra ella vendía muchísimo, ya que las tiendas de mayoreo se fueron para San Salvador; ella y su esposo viajaban a traer los productos a la capital para tener surtida la tienda.
“Un día primero Dios estaré allí don José”
Julia Gil
Tenía clientes muy frecuentes de varias comunidades del municipio entre ellos Aguacayo. El Barío, Copapayo, El Caulote entre otros, pero había un cliente llamado José Cordero quien le decía que se fuera para el centro del pueblo porque hasta Concepción le quedaba muy retirado y ella en respuesta le decía “Un día primero Dios estaré allí don José”.
En esa casa mantuvo su tienda por muchos años y es en 1992 cuando don Nelson Melgar le avisa a Julia que estaban vendiendo una casa en el centro donde en aquel entonces estaba el comedor colonial y que era una buena oportunidad para su tienda. Julia sin pensarlo dijo que sí que ella la compraría, tenía dinero ahorrado de sus ventas y con un pequeño préstamo pudo comprarse la casa. Luego su venta ya quedaba muy pequeña en este nuevo local e invirtió aún más en mercadería, por la ubicación de la casa le llamo “Tienda La Central” donde aún se llama así tras sus 29 años de establecida.
El camino sin lugar a dudas no fue fácil estuvo lleno de muchos obstáculos, cuestas, y bajadas, Julia se siente orgullosa de todo lo que con mucho esfuerzo y trabajo ha logrado. Ya que este esfuerzo y dedicación a su negocio le permitieron poder viajar y conocer otros lugares como EEUU, Las vegas, Costa Rica, México, Honduras, Panamá entre otros países. Ahora ella descansa de las tareas de la tienda porque sus nietos mayores son quienes se encargan de administrar y trabajar esta herencia, pero si visitas la tienda la central siempre la encontrarás allí a doña Julia Gil quien si te descuidas ya te quedaste 5 minutos hablando con ella, ya que gusta hablar con los clientes y más si tiene días de no verlos.
Julia Gil una mujer devota, luchadora por alcanzar sus sueños, por creer y confiar en ella misma, por tener fe y ser positiva ella cree fielmente que lo se propone se cumple con trabajo y dedicación y que de esta manera los sueños se hacen realidad.
Por Julissa Padilla