Hace poco más de un año, Gricelda y yo empezamos a vivir la experiencia con el Covid-19. Ella es salubrista, una sub especialidad médica que estudia la planeación de los servicios de salud según las necesidades de la población, dicho rápido. Su amplia experiencia como directora de Unidades Médicas y hospitales en el ISSS a lo largo de sus 33 años de servicio, le permitió junto con su equipo de trabajo, adelantar en tomar algunas medidas frente a lo que en aquel momento aún estaba lejos: un brote de COVID-19 en Wuhan, una distante ciudad en China.
Empezamos a leer noticias sobre el avance de la enfermedad. Ya antes se había tenido experiencias con otros coronavirus, el que ahora enfrentamos es parte de una ‘familia’ de coronavirus. En los humanos, se sabe que varios coronavirus causan infecciones respiratorias que pueden ir desde el resfriado común hasta enfermedades más graves como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS). El coronavirus que se ha descubierto más recientemente causa la enfermedad por coronavirus COVID-19. Ahora sabemos que el COVID-19 no es una sentencia de muerte para todos los infectados. La evidencia internacional demuestra que el 80% de los contagios presentarán síntomas leves, solo un 20 % de los casos requerirá atención médica y cerca del 2 % llegará a presentar cuadros de gravedad y/o muerte. La protección especial para personas de alto riesgo, como los adultos mayores, y el tratamiento temprano y oportuno, inciden positivamente en la reducción de la letalidad. Los gobiernos ordenaron la fabricación a gran escala de respiradores e insumos de bio seguridad.
Mientras esto sucedió Gricelda trabajaba como Gerente de Servicios Médicos en un hospital y junto con el equipo gerencial, tomaron las primeras medidas anticipadas para preparar al personal en el tema y empezaron a buscar un abordaje del problema y planificar las diferentes necesidades, era el momento. Un salubrista se prepara toda su vida para este momento y son los llamados a administrar la pandemia, junto a otras especialidades afines como la epidemiología, medicina interna, neumología, pediatría, infectología, etc. Ya antes Gricelda había tenido experiencias por anticipar este tipo de epidemias, cuando el Sika apareció, y ella empezó a reportarlo en su informe epidemiológico, las autoridades superiores incluso le prohibieron hacerlo, ya que el Ministerio de Salud de la época no había reconocido que teníamos un problema y por lo tanto “no lo había autorizado”…
La epidemia del COVID-19 sucedió como ella con su equipo lo habían anticipado, no obstante, no era previsible, en un mundo tan globalizado: la enfermedad se salió de control y al igual que otras, viajó y se convirtió en pandemia. La OMS tardó mucho en declararla como tal, independiente de las razones, el virus ya se había expandido más rápido de lo que las autoridades habrían previsto, y para cuando el Ministerio de Salud y el ISSS, empezaron a tomar medidas, ya el virus estaba a puertas. Entre las medidas importantes que se tomaron en aquel momento en el hospital, se designó un área para atender a los pacientes que buscarían atención por problemas respiratorios (IRAs), separada de la emergencia, se habilitó una bodega y se convirtió en un “Gripario”. Se organizó jornadas de capacitación para el personal en el uso del equipo de bio seguridad en los diferentes niveles de riesgo. Fueron largas horas cada día.
La crónica de los primeros días con Covid-19
“Al principio, debo decirlo, algunos compañeros veían estas medidas como exageradas, ‘disparatadas’, y había resistencia para recibir las capacitaciones por la incertidumbre hacia lo que nos enfrentábamos. Pero era en serio, y el miedo se vestía de escepticismo, todos teníamos temor. El protocolo para vestirse/ desvestirse tomaba tiempo y las rutinas debían aprenderse bien. No era fácil y para muchos era frustrante repetirlas (aún más complejas que vestirse para el quirófano), algunos trabajadores se incomodaban por la necesidad de repetir las rutinas con monitoreo. Lo mismo sucedió con el personal de enfermería.
El Administrador y el Jefe de Mantenimiento estaban de cabeza con tantos y tan rápidos cambios para adecuar y equipar el área designada con los cambios una y otra vez y se insistía que había que avanzar con las capacitaciones y las modificaciones y hasta el personal de vigilancia debía conocer sobre el riesgo y las medidas para enfrentarse a la enfermedad.
Fueron días largos de preparación y previsión de los insumos necesarios de bio seguridad para enfrentar la pandemia que se avecinaba. A esto se sumó que el hospital es “Cabeza de Red”, es decir, tiene bajo su responsabilidad Clínicas Comunales y Clínicas Empresariales adscritas a su jurisdicción, personal con el cual también se debía trabajar y capacitar, ya que ellos son quienes atienden a los pacientes y según nivel complejidad derivan o refieren pacientes al hospital” Gricelda.
El virus avanzó vertiginosamente en el mundo y obligó a las autoridades a tomar medidas drásticas. Para marzo 18 de 2020, El Salvador reportó el primer caso. El virus está aquí; a diferencia de gobiernos anteriores que negaban la existencia de las epidemias hasta que el gremio médico lo denunciaba, ahora el gobierno se había adelantado; había decretado emergencia nacional y se había cerrado el aeropuerto. Las disposiciones incluyeron el confinamiento, las calles se quedaron vacías, era como una ciudad fantasma y así lo fue en muchos países, la Gran Vía en Madrid, Londres, París, Frankurt, San Salvador y otras ciudades importantes con sus calles desiertas, ¡impensable!, y solo se permitió a las empresas de servicios que se consideró esenciales operar (supermercados, farmacias, bancos y otros) y se permitió la circulación de las personas que con cartas de autorización podían justificar estar fuera de sus casas, ya sea para trabajar en las empresas autorizadas o para buscar medicamentos, alimentos, gasolina o dinero. Se organizó las salidas por número de DUI para escalonar las salidas en los días de la semana. Había retenes policiales verificando el cumplimiento de las medidas, estabamos en un estado de excepción, algo que no veíamos desde la guerra. En los supermercados y bancos se pedía el DUI para verificar que efectivamente estaba autorizado. Hubo fuertes críticas de los detractores del gobierno y se tomaron medidas limitándose la circulación y se cerró la economía. El mundo había cambiado.
Los casos aumentaron dramáticamente. En poco tiempo el hospital donde trabajaba Gricelda cambió, se suponía que dentro de la red organizada por el ministerio de salud ese hospital de segundo nivel sería uno de “transfer”, es decir, solo para recibir, diagnosticar y luego transferir a los pacientes a los centros designados para atención de “pacientes COVID”. Fue vertiginoso. Se suponía que esperarían pacientes el lunes de la semana siguiente; pero la realidad no esperó. Era viernes por la tarde y los pacientes inundaron el Gripario el sábado, literalmente. Para el lunes ya estaban en real emergencia, el Gripario se saturó.
A pesar de las capacitaciones, aun había miedo, había dudas sobre el uso de los diferentes equipos de protección, hubo un esfuerzo importante por parte de las jefaturas y epidemiologia para hacer tiempo y explicar una y otra vez personalmente a cada médico, enfermera, personal de limpieza, motoristas, etc. sobre las medidas de bio seguridad. Pero el temor prevalecía, nadie había enfrentado una situación como esta. Eran largas horas, el personal de atención de la emergencia COVID hacía grandes esfuerzos y casi se ahogaban en sus trajes de protección; el de nivel III (EPP3) puede ser asfixiante y no se puede ir al sanitario a cada rato, es un sacrificio.
Un internista muy dedicado, con un alto sentido de compromiso con su juramento y especial trato con sus pacientes y quien había sido Sub Director de Salud del ISSS, escribía en su Tweeter: “…todos los días toca vivir con la frustración, el miedo, la angustia, la resignación, la adrenalina en medio de todos los pacientes. Cuando esta tragedia acabe, tendré tantas historias que contar a los míos, y podré sacar las lágrimas que contengo ahora…” , y Facebook en sus anécdotas de la epidemia escribió también:
“…Viernes 10 de julio. Hoy fue un día oscuro y lluvioso. Fue el día en que despedimos a Roberto Romualdo. Y a pesar de que no estuve allí, el trabajo en el hospital no me lo permitió, mi corazón y mi mente estuvieron con él. Es tan grande el dolor entre tanta gente que le conocimos, que hasta el cielo lloró su partida. Puedes ir en paz, amigo. Nos has mostrado el camino. Tu legado es imborrable. Y cuando todo esto acabe, y cuando estas autoridades del ISSS al fin se hayan ido, volveremos a intentar reconstruir lo destruido. Como lo soñamos, por lo que luchamos tantas veces, por nuestros ideales compartidos. Hasta siempre, chavo”.
Por Alejandro Gómez Lara
(2/5 partes) Espere en la tercera parte la continuidad del relato desde el principal campo de batalla: los hospitales.