La familia del militar y la convulsión social. Embalse Cerrón Grande

La inundación de los pueblos causaría graves problemas sociales en El Salvador. Estallaron las huelgas, las protestas y surgieron con más fuerza los grupos revolucionarios que conformarían la extinta guerrilla.

La población desplazada inconforme y despojada se organizó para exigir que se detuviera la construcción de la presa y la posterior inundación. La respuesta de la CEL y del gobierno de Adalberto Rivera fue clara: nadie puede detener el proceso de desarrollo para el país. Los protestantes empezaron a ser tachados de comunistas, guerrilleros, subversivos que querían sólo buscaban desestabilizar al gobierno. La represión fue un hecho, muchos desaparecieron, otros torturados y, lo peor del caso, asesinados. Los que sobrevivieron se unieron a las filas de la guerrilla.

Rosa Navarrete es una anciana que habita San Francisco Lempa, al sur de la ciudad de Chalatenango. Al igual que el resto también fue reubicada y obligada a salir. Con su esposo perdió todo lo que tenían. No les pagaron ni la mitad de lo que tenían. “No nos quisimos ir para Reubicación porque sentíamos que no iba a ser lo mismo y quedaba muy lejos. Mi esposo y yo nos queríamos quedar más cerca nuestra casita que quedó bajo de agua”, cuenta Rosa mientras su voz se corta.

-Sabe, mi esposo tuvo que irse a sembrar hasta el otro lado de Copapayo, de lado de Suchitoto. Sembró frijol porque ni para comer nos quedó a nosotros. Sólo para venirnos para acá (San Francisco Lempa). Luego todo se puso feo pues empezaron a desaparecer muchachos y personas que nosotros conocimos porque decían que eran guerrilleros que estaban en contra del gobierno- cuenta Rosa mientras está sentada a la orilla de su cama.

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Navarrete fue una de las que protestó frente a la CEL en 1973, justo cuando empezó a llenarse la primera etapa que comprendió desde Potonico hasta San Juan del Hoyo en San Luis del Carmen. Creyeron que aún podían hacer algo para frenar aquella devastadora pesadilla. Rosa Navarrete habitó el cantón Los Zepeda, recuerda aquella tarde de diciembre cuando camiones con soldados del Destacamento Militar N1 de la ciudad de Chalatenango llegaron para ayudarlos a sacar sus pertenencias y evacuar la zona. Existe en su mente la imagen de personas que fueron a sacar de sus sepulturas a sus seres queridos para ir a enterrarlos a un lugar que no quedara bajo de agua. En San Francisco Lempa el cementerio quedó inundado, la única posibilidad de ver la cúspide de los mausoleos y lápidas es en veranos cuando el agua ya ha bajado, lo mismo sucedió con el campo santo de Santa Teresa en San Luis del Carmen.

El cantón Los Zepeda estaba conformado por personas que en su mayoría eran familiares. De esta localidad era el general retirado y miembro de la muy famosa “Tandona” Juan Orlando Zepeda. Sus sobrinos que aún habitan Chalatenango comentaron que el general se opuso a la inundación, pues todo su patrimonio familiar se iba a quedar bajo el agua.

Jorge y Eduardo Zepeda son primos. Vivieron su infancia y parte de juventud en el cantón Los Zepeda, como el resto de personas, también recuerdan y describen la zona como un lugar único y encantador. Eran muy jóvenes, pero entendían lo que sucedía.

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-Muchos no creían que todo se iba a inundar. Ni nosotros, pues sabíamos que estaban construyendo una presa, pero quedaba muy lejos. Pocos se imaginaron que el agua iba a llegar hasta acá, pues de Potoníco hasta San Francisco Lempa hay como 20 kilómetros de distancia. Pero todos se equivocaron, Los Zepeda quedó inundado y el agua llegó muchísimo más lejos, hasta las zonas de Los Chilamates en Nueva Concepción- Cuenta Jorge mientras da un sorbo de cerveza. Su primo Eduardo lo interrumpe- ¿Te acordás, Jorge, que pasaban perifoneando que todos tenían que salir de las casa? Nosotros hasta chiste hicimos de eso. Perdónenme, pero lo que el gobierno hizo fue robar las tierras, las mejores de todo el país- concluye mientras se quita sus lentes y los limpia en la parte inferior de su camisa.

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El instituto público de Reubicación 2 tiene el nombre del general “Juan Orlando Zepeda”. La vieja estructura que ahora alberga a cientos de jóvenes un día funcionó como la base de la Guardia Nacional en Chalatenango. Los sobrinos de Zepeda comentan  que su tío contribuyó a que el Estado trasladara la base del cuerpo de seguridad y funcionara en dicha instalación el centro de educación media. “Nuestro tío sentía una deuda con todos los habitantes desplazados. Él creía que no pudo hacer nada para evitar la inundación, pero podía hacer algo que beneficiara a la comunidad desplazada, y esa idea era la del funcionamiento del instituto”, comenta Jorge Zepeda.  Nombraron la institución en honor de aquel hombre que hizo posible el acercamiento del bachillerato a las zonas que recién habían sido pobladas.

Actualmente Jorge Zepeda vive en uno de los terrenos que su familia adquirió con el dinero que la CEL les dio luego de la venta de sus terrenos en el cantón Los Zepeda. Contenta que la inundación y desplazamiento de habitantes originó una diáspora, pues muchos de sus familiares optaron por ir a vivir a la capital u otras ciudades, o incluso migrar al extranjero.

-Eduardo, ¿te acordás que Conchita y Raúl se fueron para Australia con el pisto que le dieron a mis tíos?- le dice Jorge a su primo, mientras entusiasmado sigue narrando sus memorias del Cerrón Grande.

Respondió Eduardo: -Parte de la desintegración de la familia fue a causa del despojo y desplazamiento. Lastimosamente, Jorge, estábamos muy bichos para entender la magnitud del suceso que nos vino a desgraciar por completo la vida.

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Todo falló para los que abandonaron su vida y se acoplaron a una nueva. Todo quedó atrás, como un tormento que los seguirá por el resto de sus días. Recordarán por siempre el suceso que determinó el nuevo camino a seguir, el sendero por el cual jamás quisieron pasar. Para los pobladores de los sectores inundados todo fue una trampa, una mentira de la cual participaron muchos y tejieron redes para que todos cayeran y cedieran al proceso que, según argumentó el gobierno, les favorecería. Aún lamentan la manera tan cruel que los obligaron a vender sus casas, sus terrenos. Extrañan esos días donde todo era difícil, pero vivían mejor. Pueblos completos quedaron bajo el agua, junto con sus cementerios, escuelas, viviendas y animalitos.

Los reubicados aún tiene una discusión en su mente: ¿valió la pena? Sin duda será una pregunta que por el resto de su vida tratarán de aclarar.

Por Luis Barrientos ( 2015).

Luis Barrientos Escobar, (Chalatenango, 1993). Graduado de la licenciatura en Comunicación Social, de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) 2016; máster en Alta Dirección de Empresas, de la Universidad Internacional de la Integración Latinoamericana, Managua, Nicaragua, 2019. A publicado para El Diario de Hoy, La Prensa Gráfica, Revista VoxBox y Revista Distintas Latitudes. Actualmente es docente y administrativo escolar.

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