Alrededor de la creación del embalse Cerrón Grande convergen grandes historias de vida, unas dolorosas, llenas de rencor, resignación y otras con tonos claros de esperanza ante un hecho trascendental que marcó la vida de toda una generación y época. Los fragmentos históricos proporcionados por los habitantes desplazados, y posteriormente reubicados configuran un lienzo tejido por memorias perdidas, que ayudan a conocer cómo sucedió y afectó la inundación en 11 municipios al norte del país.
Por Luis Barrientos
Heredó parte de los terrenos que la Comisión Ejecutiva del Río Lempa (CEL) negoció con sus padres para reubicarlos en 1974. Jorge Zepeda vive en una modesta casa que construyó con su esfuerzo, luego de trabajar como periodista en los años 80s. Habitó el cantón Los Zepeda, que el 1974 se inundó por completo. San Francisco Lempa, municipio de Chalatenango lo vio nacer. Entre las anécdotas más significativas de su vida siempre estará el día que tuvo que salir con su familia en un camión del ejercito que proporcionó el Destacamento Militar número 1 de la ciudad de Chalatenango.
La historia de Jorge es una de las tantas que pueden recuperarse, pues fueron más de 13 mil desplazados. Ahora sólo quedan memorias rezagadas en lo más profundo de las mentes de todos los pobladores. Pocos se atreven a dar un punto de vista que explique qué sucedió en realidad antes, durante y después de la inundación. La mayoría de personas desplazadas callan por temor a recordar sus años más felices. Es irónico, pero cierto. El temor yace en encontrar sus sentimientos sobre aquel triste recuerdo. Nunca se pudo medir el impacto que el fenómeno “modernista” causaría. Y 40 años después los efectos aún son visibles, pero están cubiertos por un velo que nadie se atreve a descubrir.
-Mirá, ¿vos te acordás de aquella broma que hacíamos cuando dijeron que el agua iba a empezar a subir?
-¡Sí! Mirá, Jorge, yo le decía a Atilio que desde la cama íbamos a sacar las cañas y empezar a pescar. La verdad pocos estaban seguros que el agua si llegaría a ese nivel, o más allá de lo que habían dicho.
– Yo no sé. Sólo creo que nos quitaron lo mejor de nuestra infancia y nos obligaron a vivir la juventud lejos de nuestro cantoncito- Conversan Jorge y su primo Eduardo. Ambos reflejan el rostro oscuro de la historia del Cerrón Grande.
No existen datos oficiales, según la respuesta de la Oficia de Información y Respuesta de la CEL, que refleje el dato exacto de personas desplazadas. Es en ese sentido, por el cual varía el valor numérico que sea certero sobre la cantidad de personas que abandonaron sus hogares. “No sé qué fue lo que pasó. Los gobiernos del PCN estaban en su pleno apogeo y nosotros algo teníamos que hacer para detener la construcción de la presa, pero fue imposible. La respuesta fue única y clara: dejen de joder y mejor vendan sus terrenos para que no se queden sin nada”, expresa Jorge, mientras toma sus lentes con la mano derecha y con la izquierda aprieta sus ojos.
Es evidente que los pobladores del Cerrón Grande iniciaron hasta lo imposible para que no los obligaran a salir de sus casas. Todos coinciden en un punto: fue un despojo, fue un robo. En un periódico de enero de 1977, año de inauguración de la Central Hidroeléctrica Cerrón Grande aparece un enorme banner con el discurso del presidente Armando Molina, en el cual expresa su punto de vista reformistas y mordenista: “Es un hecho que debo aprobar, pues está a favor del progreso de todo El Salvador. No pueden oponerse los salvadoreños a su propio beneficio y estabilidad. La decisión está tomada y ya no hay marcha atrás. El Salvador hoy está en pleno desarrollo”. En un sentido común, según Zepeda, el presidente Molina debió considerar como eje principal de dicha obra “magnífica”, dicho con todo el sarcasmo posible que impregna a Jorge, a los habitantes reubicados, pues fueron ellos quienes estaban en el limbo de asumir las consecuencias que la inundación iba a causarles.
Convergen elementos sociales, históricos, filosóficos, demográficos, políticos; una gama completa que configura un sentido lógico al suceso, y que según Zepeda hasta causó que la misma dirigencia militar se opusiera, pues tenían familiares que sería despojados de sus tierras. Se basa en ese argumento porque su tío fue uno de esos militares.
-Mirá, Eduardo, mi tío Jorge decía que estaba con el corazón roto y no de amor. Era porque a mi tía Matilde le tocaba salirse también del cantón, y mencionaba que se iban a tener que tomar menos de la mitad de lo que tenían. ¿Te acordás?
-Pero al final siempre terminó cediendo, a él no le convenía estar en contra del juramento militar que hizo, porque estaba quedando como traidor de la patria- agrega Eduardo Zepeda, entre risas.
Lo cierto es que sobre la historia del Cerrón Grande hay una cantidad de historias que pueden ser narradas y plasmadas. “Me gustaría que hicieran una recopilación de historias sobre lo que pasó. Nosotros hasta nos fuimos a protestar allá a la CEL. Nos fuimos con todo y carteles, megáfonos y todo para que nos escucharan, pero ya fue imposible. Iban a decir que éramos subversivos”, agrega Jorge durante su tendida plática con su primo.
Otro de los resultados de este proceso fue la migración a otros países y a la capital. “Fue una diáspora, nuestros amigos y familiares tuvieron que irse, ya no veían futuro acá”, concluye, el ex periodista y ahora administrativo de la Departamental de Educación de Chalatenango.
La recopilación de datos e historias se torna difícil, sobre todo cuando a las personas aún les continúa doliendo aquel 1973, cuando oficialmente empezó a subir el agua. Cantones, caseríos; iglesias, escuelas, unidades de salud, casas, cultivos y sueños aún permanecen bajo las apacibles aguas del lago Suchitlán.
Por Luis Barrientos (2015).
Luis Barrientos Escobar, (Chalatenango, 1993). Graduado de la licenciatura en Comunicación Social, de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) 2016; máster en Alta Dirección de Empresas, de la Universidad Internacional de la Integración Latinoamericana, Managua, Nicaragua, 2019. A publicado para El Diario de Hoy, La Prensa Gráfica, Revista VoxBox y Revista Distintas Latitudes. Actualmente es docente y administrativo escolar.