Compartimos la segunda parte del ensayo: “Suchitoto, un patrimonio que se transforma: ¿para quién? ¿Para qué? ¿Y sus herederos? Hacia una reflexión del valor humano del patrimonio edificado” del doctor Ramón Rivas.
II parte. Con los pocos datos que he mostrado anteriormente, podemos interpretar que la necesidad de desarrollo económico de Suchitoto impulsa a las autoridades locales a ceder espacios que de una u otra forma atentan o afectan el patrimonio edificado de los pueblos. Debo aclarar que no estoy en contra del desarrollo de los pueblos; pero si de todo aquello que de una u otra forma atenta contra los valores y principios culturales que dieron forma a nuestra identidad como personas, como ciudadanos y como miembros de una comunidad.
Esta realidad planteada no es un fenómeno que solo se vive en El Salvador. Estoy más que seguro que está ocurriendo en diferentes partes del mundo. Por ello mi interés en reflexionar sobre la problemática, ya que el patrimonio cultural de nuestros pueblos cada vez se ve amenazado, no por el desarrollo turístico; más bien, por personas que llegan a estos inmuebles, desconocedores de las tradiciones, costumbres y valor histórico que ha conservado por décadas.
Es lógico pensar que el patrimonio edificado se ve amenazado por privados, ya sea individuales y colectivos, que buscan modernizar la infraestructura sin ponerse a pensar del daño que causan a la cultura y a la misma identidad de los pueblos.
Si partimos del concepto que patrimonio cultural es todo aquello que nuestros antepasados nos legaron, convirtiéndose en evidencia que identifica y distingue a la cultura propia de la ajena, dándole sentido y pertenencia a los diversos componentes de nuestro acervo cultural; debemos entonces poner una luz de emergencia que llame la atención a la academia, hacedores de políticas públicas y gobernantes ante el deterioro que están sufriendo nuestros lugares más emblemáticos de nuestra cultura.
Es triste mirar cómo viviendas con gran valor histórico de Suchitoto son ahora ocupadas por personas que muy poco o nada saben del aporte identitario que brindan a la comunidad, al pueblo o país mismo. No importa si los habitantes de ese inmueble sean nietos o bisnietos de los propietarios originales del lugar o la zona. El valor cultural se pierde cada día por la misma transculturización o globalización de la cual habla el filósofo Héctor Samour al señalar que el consumismo es tan poderoso que ha permeado hasta en la cultura misma de los seres humanos
Aquí estoy planteando dos dimensiones del problema: la pérdida de valor al patrimonio cultural con la llegada de nuevas formas de consumo y relaciones; así como el daño que sufre nuestra herencia o creación con la llegada de propietarios foráneos a los lugares que han dado forma a nuestra identidad. En el primero de los casos, tomo como ejemplo Suchitoto, un pueblo que su patrimonio cultural pierde sentido para las nuevas generaciones, controladas por una cultura globalizada, en donde la tecnología ha desplazado hasta las formas de relacionarnos y comunicarnos, no logran valorizar la riqueza cultural que se les ha heredado y que, con los años transcurridos, su valor se ha incrementado para beneficio propio y de todo un país. Pero este valor no se le está otorgando por causa de las nuevas formas de ver nuestro mundo por medio de las tecnologías.
De ahí que no resulta extraño ver cómo los actuales propietarios de valiosos inmuebles de gran valor histórico que hay en Suchitoto, entregan a foráneos su patrimonio, muchas veces para migrar a otros países con el dinero conseguido, o involucrarse en actividades comerciales a costa de su identidad y su cultura.
No es posible concebir que en nombre de la modernidad y por el deseo de un desarrollo económico de una microregión, el patrimonio cultural sea el primero en verse afectado, mercadeado o tranzado para lograr objetivos más que colectivos, son de carácter privado. Y, aunque fuesen colectivos, no se puede tirar al olvido, una herencia forjada por hombres y mujeres que construyeron una identidad basada en valores y costumbres que de una u otra formas los hicieron grandes.
Si dejamos que esto siga creciendo, entonces estaremos enterrando nuestro pasado como referente de experiencias y argumentos que son importantes para saber quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos. Además, se pondría aún más en peligro el sentido de identidad, de pertenencia y una razón más para vivir y trabajar por nuestra familia, nuestra localidad, nuestra región, nuestra Nación. Pueblos como El Salvador se debaten en un conflicto social que no encuentra sentido. Esa es una causa de la falta de identidad y de no saber quiénes somos los salvadoreños.
La segunda dimensión, relacionada con la llegada de personas extrañas o desconocedoras del patrimonio de Suchitoto, la explicaré partiendo de una reflexión hecha por Alain Touraine, en su libro “El fin de las sociedades”, en el cual explica: “los antiguos mundos colonizados y conquistados tienden a rechazar la modernidad con su unidad, porque prefieren la idea de una pluralidad de los modos de modernización, debido, en parte, a su historia y al recuerdo de supremacía, así como, en parte, a su fidelidad a un universalismo cuya expresión política es la democracia”.
No cabe duda que la modernidad es importante en nuestros países. Pero, ¿debe la modernidad desplazar el patrimonio edificado de nuestros pueblos? Mi respuesta es un rotundo no. Creo que modernidad y antigüedad deben subsistir ambas, entremezclarse, fomentarse una con otra y sobre todo, promoverse turísticamente una a la otra sin romper con su particularidad.
Pero esto no ocurre en la actualidad. Una quiere sustituir a la otra, y si ambas tienen ese derecho a la existencia, entonces, sobre la base de una democracia, debemos respetar y permitir que pasado y presente patrimonial caminen juntos para beneficio de toda la humanidad.
Hay países que ya han caminado sobre esta idea, fomentando el turismo cultural sin dañar el patrimonio de los pueblos. La base de esta buena relación ha sido que los tomadores de decisiones se han acercado al patrimonio para observarlo y comprenderlo como un producto de la sociedad misma, en su estado permanente de cambio. No somos lo que hoy pensamos ser, más bien, somos lo que otros quisieron que fuésemos. Esto es un proceso de cambio mediado por la cultura, responsable de moldear a las nuevas generaciones que habitan un sector de nuestro planeta. Por ello, considero que la modernidad no debe desplazar nada de nuestro patrimonio, debe aprender a convivir con el pasado.
Entonces, ¿a quién corresponde proteger nuestro patrimonio cultural? ¿El gobierno? ¿El heredero? o ¿los antropólogos? La respuesta creo que está en todos, pero al asignarse la responsabilidad a la generalidad, es cuando nadie es responsable de nada. De ahí que debemos impulsar desde estos foros de reflexión, un acuerdo que nos lleve a ser más proactivos en estos temas para liderar políticas de protección al patrimonio cultural de nuestros pueblos, ya que la modernidad, el turismo, la indiferencia de sus herederos y hasta la poca visión del estado en estos temas, nos podría llevar a contemplar un desastre cultural en nuestros días.
Para finalizar, quiero enfatizar que la ciudad de Suchitoto, ubicado en el departamento de Cuscatlán, es un lugar rico en historia, calzado por un patrimonio que fue heredado desde los primeros años de la república, con un impresiónante legado histórico, tanto en tradiciones y arquitectura, la cual ha resistido el paso de los tiempos, permitiendo a sus actuales dueños, ser disfrutado por visitantes nacionales e internacionales.
Es una herencia que identifica y da pertenencia a todos sus pobladores. Es parte de la identidad de los salvadoreños. Pero la migración de sus herederos pone en peligro ese patrimonio lleno de riqueza histórica e identitaria con la llegada de nuevos inquilinos que están atrapados por la modernidad y las nuevas tecnologías.
Por eso cuando uno se hace la pregunta ¿Qué sucede cuando el patrimonio es intervenido por el comercio y los factores de desarrollo? ¿Qué pasa con aquellos que dejaron su patrimonio cultural, tangible e intangible, para incorporarse a otros nichos sociales fuera de sus fronteras? ¿Cómo se transforma esa cultura?, se hace necesario reaccionar de forma inmediata para proponer alternativas de solución o medidas que ayuden a frenar un eventual deterioro del patrimonio edificado e intangible de nuestros pueblos.
Sin duda alguna, patrimonios valiosos como Suchitoto se están transformado sin el verdadero valor humano con la cual fueron construidos por sus ancestros; y sus más recientes pobladores dejan una riqueza cultural que es poco valorada por los nuevos inquilinos.
Recordemos que la cultura nos da identidad, y si la identidad se destruye, tendremos personas que no encontrarán sentido de pertenencia para su tierra, sus semejantes y su vida misma.
Fotografías tomadas del facebook de Elton Beltrán.
Ramón D. Rivas. Es antropólogo social y cultural, autor y coautor de varios estudios antropológicos referentes a pueblos indígenas, campesinos, cultura, sociedad y desarrollo. En la actualidad es Decano y Director del Museo Universitario de Antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador.
Dr. Ramón D. Rivas Dirección de Cultura-Museo Universitario de Antropología. Universidad Tecnológica de El Salvador ramon.rivas@utec.edu.sv Revista de Museología KÓOT, 2017 Año 7, n. º 8,
2 comentarios en “¿Para quién se transforma Suchitoto? Dr. Ramón Rivas”
Más claro no canta el gallo.
Pero quién, cómo bien lo menciona el artículo proteje el patrimonio? Donde quedaron sobre todo lo anterior las ordenanzas, a quien le compete se respeten, y que de patrimonio cultural que duerme el sueño profundo.
Suchitoto es de sus ciudadanos, se dan cuenta ellos que Suchitoto es uno de las muy pocas ciudades que se han preservado en su historia y estilo!
Un pueblo que olvida su identidad, que olvida sus raíces, costumbres e historia. Esta Condenado a que cualquiera le diga que hacer, y cometerá errores grandes.
Muy de acuerdo con usted Dr. Me encanta y me llena de orgullo que todavia exciste personas como usted con valores muy humanos y con sentido de razon. Felicidades, abrazos.