Siguiendo recto el camino empedrado llegas a la casa blanca sin puertas, con 5 balcones y un enorme portón de madera antigua, con una mano de acero que retumba jilgueros y flores al golpearla.
Mamá dijo que nunca deberíamos entrar en aquella casa blanca, de la cual salía un señor misterioso con bastón y pelo entre canoso. Dicen que es un loco cuerdo, de esos locos lindos que no tiran piedras sino versos. Otros dicen que les roba la virtud a los jóvenes, otros que es un viejo amargado y solitario.
Dicen que era un buen muchacho, que le gustaba vestir elegante los domingos y no faltaba nunca a misa de seis. Dicen que era extraño, porque leía muchos libros y escribía versos y poesías. Que hablaba refinado y rebonito, y que se sabía los cantos gregorianos. Dicen que era muy extraño y se volvió loco cuando compró de su mesada un piano para el coro de la Iglesia porque se aburrió de las guitarras. Dicen que habla con los ancianos de cosas ya pasadas y le ha escrito cartas al presidente de la República. Dicen que está enfermo, que no pertenece a este pueblo, que no es un muchacho normal. Pero la abuela decía que solo era el soñador del pueblo.
No tiene muchos amigos en el pueblo, nadie lo entiende habla raro, de grandezas: filarmónicas, conciertos, de un tal Mozart, Schacosky, Handel, Giacometti, Modigliany, y un tal Stanivlasky, habla de estrellas y palacios, de cosas inentendibles en el pueblo. Nadie lo entiende siempre va y viene, cargado con libros, papeles, discos y sueños. Está loco dice la gente, está loco, no pertenece a este mundo.
Hasta que un día su entusiasta locura lo llevó a otros mundos, a tierras lejanas donde hablaban de sus raras cosas y leían sus libros. Dicen que salió del pueblo aquel día, hace muchos años. Que enviaba cartas rechulas a su madre, a quien adoraba en la distancia.
Dicen que estuvo con María Félix, y que almorzaba con famosas actrices mexicanas y era amigo íntimo de un tal Julio Bracho, quien le enseñó a dirigir y hacer películas. Que bebía coñac, caviar y vinos. Que sus pies anduvieron por la alfombra roja de la farándula y las estrellas. Que conoció la exquisitez de los lujos y la fineza.
Dicen que un día volvió, alucinado de tantas luces, quienes fueron las culpables de todo y cegaron su razón, cuando al pasar de los años volvió al pueblo y quiso cambiarlo todo. La abuela decía: es el soñador del pueblo.
Dicen que traía un prendedor de luz en el pecho, tres maletas de fotos, libros, papeles, películas y muchos sueños. Dicen que le cambio el gesto, que se volvió más agraciado y un poco bebedor. Que mandó a comprar piedras finas para empedrar el patio, y que los culos de las botellas de finos licores besan los pies de sus visitas cuando miran desde el mirador el lago que de paso el nombró. Dicen que dibujó sueños de delicada figura, que los jardines interiores son dignos de cualquier alteza de Europa. Que en su cocina hay un bar con exquisitas bebidas y finos licores, que son servidos en plata en reuniones privadas. Dicen que hay copas de oro y santísimos relicarios, alguna Virgen y un Cristo crucificado. La abuela reza cada noche por el soñador del pueblo.
Dicen que hizo unas películas y ganó laureles y premios internacionales. Dicen que desde afuera lo llamaron grande y precursor del cine en su país. Dicen que hasta hijo meritísimo es. Dicen que diseñó y construyó desde las ruinas un Teatro y convocó a filarmónicas, bailarines y orquestas a su inauguración. Grandes pianistas, solistas, bailarinas y coristas han venido a conocerlo y han actuado en las salas de su casa. Dicen que delegaciones de artistas europeos cruzan océanos para actuar cada año en las ruinas de su Teatro. Dicen que Shuberg, Vivaldi y Shacosky han hecho eclipsar el silencio de más de alguna noche de festival. Dicen que diseñó el escudo de su natal pueblo, que instauró un sueño, soñado por él. Que diseñó la fuente pájaro-flor y registró los instantes más gloriosos de su historia. Es sólo un soñador del pueblo, recordaba la abuela.
Dicen que lo nombraron hijo meritísimo de El Salvador y que embajadores venidos desde Europa le han rendido honores y dado medallas y grandes distinciones que adornan su casa. Dicen que le ofrecieron libretos y oportunidades afuera, pero dicen que nunca los acepto, que no se fue, que se quedo aquí, escondido entre jardines, sueños, libros, pájaros y flores para librarse de la locura de balas y bombas de la guerra. Dicen que lo vieron esperar de pie cada amanecer, junto a la Luna de un poemario, mientras llovían inviernos de plomo en las empedradas callejuelas del barrio.
Dicen, que no se fue, que platicaba con las sombras de los arboles, y cultivaba geranios y jazmines. Que veneraba a su madre y le tenía un altar junto al rosario de sus fotos, que oía a Vivaldi y bailaba un tango con Gardel a media noche. Dicen que alguna vez lo oyeron llorar amargamente en la soledad de su silencio. Dicen que era un santo y otros que era el diablo que pervertía jóvenes con su encanto.
Dicen que escribió un libro, doscientos veintitrés sonetos, y tres mil doscientas treinta y cuatro páginas de memorias y anécdotas suyas y ajenas. Dicen que su casa es como un museo, donde hay retratos, pinturas, santos y reliquias de antiguas antigüedades. Dicen que los jardines de su casa se están marchitando, que la fuente se quedó sin agua y la pocita de peces de colores se ha secado. Dicen que es un gran Quijote, por forjar un festival de arte en plena guerra. Dicen que estaba loco, cuando pedía absoluto silencio en medio de una pieza de Vivaldi. Dicen que era un apasionado de la perfección perfecta. Dicen que era raro, muy raro.
Hoy dicen que está enfermo, muy enfermo y vive en el mismo lugar donde bailo un tango con Gardel. Dicen que ya no sale al jardín, ni a la fuente, ni al mirador tapizado de botellas de vinos azules. Dicen que está muy mal. Que la soledad lo va abrazando. Dicen que unos señores de afuera del pueblo a quien les entregó la casa lo están cuidando con sabanas blancas. Dicen que la hermandad de la Iglesia lo perdona y que un cura lo espera en la puerta del templo. Dicen que unos lo aman y otros no quieren saber más de él.
Dicen que las campanas repicarán el día que se marche, y vendrán caravanas de coches fúnebres a darle el último adiós y lo llevarán en una caja de madera de pino al patio de su casa. Dicen que fue un gran hombre, y en las calles del pueblo seguirán diciendo muchos decires de lo que hizo o no hizo, de lo que fue y no fue, pero nadie recordará la valentía ni el legado de aquel joven que un día se atrevió a soñar un sueño, el sueño de ver a un pueblo cultivado con los dulcísimos vals de Bach y las suaves notas de un chelo junto al canto de su Suchitltotot pájaro y flor. ¿Llorarán las campanas por su partida? ¿Recordarán las calles el fulgor de sus triunfos?, ¿quien contará las memorias de sus días? Dicen que dijo que dijeron que ante eso, nadie dijo nunca nada más y que el silencio, el olvido y el tiempo lo abrazarán en su santo reino. md/
2 comentarios en “El soñador del pueblo. (cuento)”
Que hermoso cuento ????????
Muchas gracias Gazeta Suchitoto y Carolina Mena, en nombre de la Familia Cotto.
Dicen que ese joven soñador vivió para hacer de su Suchitoto, la Joya Preciosa que hoy tenemos.
Dicen que trabajó por darle respeto y dignidad a esta Majestuosa Ciudad donde se respira Arte, Cultura, tranquilidad y paz.
Dicen que invirtió alma, vida y corazón en tratar que su amado terruño después del terror de la guerra, resurgiera de las cenizas como el Ave Fenix.
Dicen que además de colaborar en el diseño del Escudo de Suchitoto, también escribió la letra del Himno de Suchitoto.
Dicen que para la Celebración del primer Aniversario de Ciudad, logró que Suchitoto fuera por un día Capital de la República de El Salvador y que estuvieran presentes los Presidentes de los tres Órganos del Estado.
Dicen que hacía unas ceremonias de Coronación de las Reinas de la Ciudad, y todos recuerdan con el corazón toda esa magia.
Dicen que en en los Conciertos de música clásica, había logrado educar a niños y jóvenes, de tal manera que lograban identificar cuando era una pausa o era el final de la pieza musical y aplaudían con deleite y emoción.
Dicen que Él era de esos soñadores que hacían realidad sus sueños, hasta el punto de mover montañas.
Dicen que hasta su último aliento vivió adorando a su anada Ciudad..
Digo que quisiera retroceder el tiempo y poder una vez más abrazarlo y decirle lo mucho que lo admiro, respeto, amo y que nunca tendremos la dimensión real de todo lo que hizo por Suchitoto y los suchitotenses????????????❤️❣️
Maritza Liliana Cotto Rivas ????❣️
Dicen que a la señora de un comedor que tidos los días le mandaba comida le dijo «pinche pupusera», cuando quería hablar con él sobre sus ideas para la celebración de día de su barrio, y que se negó a hablar con ella de cultura. Me consta, porque estuve ahí y fue la última vez que lo visité. No me extraña que haya muerto en siledad.