Creo que en todo proceso siempre es necesario un alto, una pausa para ver si vamos en la ruta correcta. Bueno esto es cuando tenemos un plan trazado. Cuando no se tiene un plan, lo mejor es huir y seguir hacia adelante. Eso lo aprendimos de las malas películas. Y por ahí vamos acumulando eventos como el que juega a ponerse varios sombreros en la cabeza, para ver cual le queda mejor. A veces somos como Diógenes con coartada intelectual. Vamos de festival en festival, vas a la plaza y hay un festival, doblas una esquina y hay otro festival. Sin saber cuál es la prisa, corremos, sin tiempo para establecer criterios. Sin espíritu crítico. Sin coordinación sectorial. Todo acelerado. Vivimos en una realidad paralela en la que sus habitantes siempre son los mismos. Pareciera que queremos vivir la cultura en un prolongado estado de fiesta eufórica que nos impide parar, pensar y reflexionar sobre nuestro quehacer cultural. Más de tres cuartas partes de la ciudad viven a espaldas de todo ello. Pero pareciera que alguien nos convenció de que esta ciudad es diferente y que debemos de estar de fiesta y que esta era la opción correcta.
En Suchitoto queremos construir ciudadanía colectiva y se apuesta por la cultura vertical. La suma infinita. Ese viaje que nos lleva a ninguna parte. En lugar del planteamiento horizontal, colectivo, participativo y constructivo. No se crean bases sólidas sobre las que levantar esa realidad cultural, ahora lisérgica, que contemplamos. ¿Nadie ha pensado en las bibliotecas de barrio, en jornadas de lectura, o en concursos literarios, artísticos o científicos donde se estimule y premie las habilidades intelectuales y artísticas como herramientas sobre las que articular y construir ciudadanía, con pensamiento crítico? No nos hemos puesto a pensar, que quizás necesitamos menos fiesta y más estructuras. Parece que alguien nos convenció que somos una ciudad cultural y al parecer hemos asumido que para ello debemos estar siempre de festival. Porque esa es la consigna, la celebración. Un bonito envoltorio, el vaso lleno, subirse a la plaza, hablar en voz alta y hacer la foto para compartir en redes sociales. Muchas veces pareciera que en el fondo si alguien esté mostrando su obra o talento es lo de menos. Si el arte es una excusa, imaginen los artistas. Somos, -posiblemente- el municipio con el mayor número de organizaciones culturales y con el talento menos remunerado del país. Porque eso sí, la historia sigue siendo que los artistas deben agradecer que se les da la oportunidad para mostrar sus talentos.
He perdido la cuenta, no se cuantos festivales se hacen en el año. Y no es que los festivales sean malos. No se confunda usted, que se siente aludido. No. Pero cuando veo a cada quien y cada cual haciendo e inventando cada festival en una ciudad tan pequeña, donde no hay un público al cual se le ha preguntado si le gusta el teatro, la música, los chistes o las antorchas, resulta peligroso caer en un activismo cultural sin sentido ni dirección. De verdad. Sin estudios, sin diagnósticos, con cifras que se olvidan y que nada tienen que ver con la realidad de la calle, del día a día. Se pueden llenar las redes sociales con fotos de gente, mucha gente, celebrando no-se-sabe muy bien qué, pero con eso no se cambia nada. Pan para hoy, hambre para mañana, decían los abuelos. No se están gestando ni educando espectadores, lectores y público. Se está potenciando la cultura fácil. Y la cultura no debe ser fácil, debe ser accesible. El cortoplacismo exhibicionista no lleva a ningún lado. Y lo que es peor, provoca un efecto dominó que puede ser negativo.
Repetimos el slogan «más que una ciudad» y somos incapaces de verla con los ojos que se merece. No se fomenta como reclamo turístico cultural. Y razones no le faltan. Afortunadamente alguien pensó en estos tiempos y previó ordenanzas municipales. O sino el centro quizá se hubiera llenado de franquicias, terrazas y bares extranjeros. No se difunde el pasado histórico de la ciudad con publicaciones, pequeños actos, reconocimientos, no valoramos nuestros bienes patrimoniales, tenemos reconocimientos patrimoniales y no sabemos que significan. Tenemos buenas intenciones pero poca comunicación efectiva. Tenemos grandes mujeres e ignoramos sus gestas.
Pareciera que vivimos desbordados culturalmente hablando. Es imposible asimilar todo lo que nos rodea con tanto ruido festivalero. Y eso puede desembocar en el bloqueo. Mucho ruido y pocas nueces. ¿Son necesarias tantas actividades? ¿Por qué no se concentran? ¿Por qué no se hace un esfuerzo para que prime la calidad sobre la cantidad? ¿Por qué ese afán por programar descontroladamente? ¿Por qué antes de hacerlo no se piensa si se está ofreciendo algo distinto? ¿Nadie se percata de que si –literalmente- no llevamos al público no tenemos público? ¿Qué sentido tienen los pequeños esfuerzos cuando se pueden hacer esfuerzos colectivos? Y no hablamos de coartar esfuerzos o deslegitimar iniciativas. Hablamos de coordinar esfuerzos y reforzar iniciativas. No se trata de si es tuya o mía o de aquel o aquella, se trata de sentirnos organizados y unidos, que la cultura sea sinónimo de orgullo colectivo, del pueblo y para el pueblo.
La cultura cuesta dinero. Cada festival cuesta dinero. Cuesta dinero. Hay que repetirlo para que se entienda. Y de nada sirve si no estamos bien coordinados con todos los sectores de la ciudad. Suchitoto cuenta con un festival de más de 25 años y somos incapaces de reunirnos alrededor de este para potenciarlo y llevarlo a un escenario internacional que sea orgullo de todos y todas. La cultura cuesta dinero y necesita imaginación. Y mirar lo que se está haciendo en otros lugares. Y leer. Y preguntar. La cultura puede ser una fiesta, pero no un festejo. Por supuesto, debe ser lúdica, comunal, participativa. Debe tener una razón de ser, organización, calidad y contenido. El finado Cotto con todo y todo, lo decía y hacia muy bien. Un festival no perdura por más de 25 años, así porque si nada más.
Sería injusto decir que todas las iniciativas de festivales están mal. No es el objeto de esta nota, ni pretendemos descalificar a nadie, principalmente porque hay gente (desde la administración pública y desde iniciativas privadas) que está haciendo muy bien su trabajo. De alguna manera son los que están manteniendo la esperanza ante tanta explosión festivalera. Los que consiguen que por ahora, y solo por ahora, creamos que todo puede mejorar. Demos el paso que nos falta todos están invitados a la mesa, el café está servido llego la hora de sentarnos y planificar un mejor futuro para la actividad cultural en Suchitoto. Nuestra ciudad lo merece.
En una siguiente entrega compartiremos una propuesta para construir una mejor coordinación de nuestros festivales en Suchitoto.